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1. Imagen previa necesaria
Puede que una vía de ingreso al universo sonoro al que Toop nos precipita en su Resonancia siniestra sea la imagen. Propongo entonces una real. Una quinta en las afueras; a cien metros de la casa hay una araucaria en todo su esplendor, a su lado, una serie de coníferas; el viento es suave. Si pudiéramos retener esta frase un instante y cerráramos los ojos es posible que lo que tiene de estático se dinamice. Prescindiendo del sonido físico, incluso quizá podamos escuchar el siseo de las ramas meciéndose en base a experiencias reales activas en nuestra escucha fantasma.
Luego un grito lejano, el viento lo estira como un canto de ballena. El grito se repite de a intervalos: transmite dolor, miedo, excitación. Me pregunto si estará pasando algo serio y me acerco a la fuente del conflicto, y a medida que me aproximo, al lamento se suman nuevas voces. No puedo ver. Un bosquecillo de laureles silvestres separa un terreno del otro de manera opaca. Es un partido de fútbol. Intuyo que no son más de cuatro personas las que corren detrás de la pelota. Mi oído comienza a reubicar pájaros, grillos y visualiza la situación. Pero los gritos persisten y pareciera emitirlos siempre la misma persona. Alaridos que no arman trama con las demás vociferaciones; un volumen que no relata. El resto de las exclamaciones –tanto más tenues- se disponen a ejecutar un tiro de esquina.
Sale alguien de la casa, y desde la galería, punto de partida de esta viñeta, me descubren estático y camuflado en el bosquecito. Se acerca mi amigo con velocidad y me pregunta qué pasó. Están jugando al fútbol, respondo. Ah, pensé que se estaban matando. No, digo. Ya estamos en condiciones de regresar a Toop, o a la apertura que ejerce en la escucha de sus lectores. No, le dije, yo creo que hay una persona con un retraso mental jugando: no creo que esté siguiendo las reglas ni se atenga a un único equipo. Mi amigo para la oreja, solo se escuchan vocales estiradas: gol, foul, cosas así en paralelo a esta otra voz que vibra en una cuerda algo más siniestra.
Agonía en el jardín de Giovani Bellini
2. Toop escucha un cuadro
“Leyendo a Berger (Modos de ver), recuerdo mis propias experiencias en la National Gallery de Londres, absorbiendo la profunda cualidad subjetiva del silencio y la quietud en El bautismo de Cristo de Piero della Francesca, Agonía en el jardín de Giovani Bellini y Dama al virginal de Veermer. En su momento, me debe haber resultado como mirar cuadros, o un alivio momentáneo de todo lo que había fuera, en la ciudad; ahora, se me figura más claramente como un acto profundo y perdurable de reabastecimiento, que comenzaba con la vista pero que conducía a las implicancias del sonido. Un mundo de sonidos habita y emana de ciertas pinturas. A pesar de su silencio actual, dentro de la escena, un mundo de sonido se acumula mientras el espacio de esta escena, la actividad que tiene lugar en ella, y el mundo detrás de sí, gana fuerza. Hay sonidos mientras la sirvienta vierte leche, y ese sonido es escuchado a través de varias formas del silencio y el espacio.”
La desidentificación es un clivaje esencial en el texto de Toop. ¿Imaginamos en base a nuestro trasfondo histórico, por ejemplo, a partir de los sonidos que emergen silenciosos de un cuadro o es posible poner a hablar por sí mismo un objeto?
David Toop, músico, autor, desde 2013 a la actualidad fue profesor de audio-cultura e improvisación en la London College of Comunication. Fue miembro de los Flyng Lizards. Si buscan en Spotify Garden of Shadows and lights, una obra de 45 minutos compuesta por Toop y Ryuchi Sakamoto, tendrán acceso a una composición oscura incluso en su luminosidad, una música que no se sabe si es interior o exterior en un mismo movimiento. Descontando la colaboración de Sakamoto (YMO, わたしは、あなたを愛しています ), Toop parece no retroceder ni musical ni literariamente ante lo siniestro: lo busca, lo explora, lo articula con un lenguaje académico que le otorga persuasión a la apuesta. El libro es lento, y si hubiese estado mal traducido podría haberse tornado soporífero, pero no es así. Tiene un timing nabokoviano: trae historias y reflexiones lejanas y no las apresura, se permite estar ahí, sabiendo que vuelve de memoria, by heart, estoy tentado de decir.
Dama al virginal de Johannes Vermeer
Toop parece no retroceder ni musical ni literariamente ante lo siniestro: lo busca, lo explora, lo articula con un lenguaje académico que le otorga persuasión a la apuesta3. Umbrales
¿Qué es lo que está en juego en una escucha? ¿Cuál es el límite de la escucha humana? O mejor, ¿cuáles nuevos umbrales podremos expandir si 1) nos permitimos horadarnos por propuestas tan singulares como la de David Toop y 2) ejercemos algún tipo de práctica al respecto?
Esta pregunta la formulo yo, pero quizá subyace a lo largo del texto.
La propuesta de expansión de los umbrales de la percepción de Toop está en las antípodas de la fascinación de Huxley. A fin de cuentas, no hay nada más autorreferencial que las alucinaciones psicotrópicas. Es una experiencia que lejos de llevarnos de las orejas por un mundo psicodélico parte de una premisa algo pos lacaniana: no sabemos qué se escucha a primera instancia. Es necesario apaciguar lo que tenga de defensivo el juicio para que la escucha emerja.
¿Se puede escuchar una pintura? Antes de leer a Toop habría afirmado que no sin titubear. Luego de hacerlo, la pregunta que me formulo orbita las distintas sorderas que nos amalgaman, sea por falta de práctica, de disposición, o simplemente para preservarnos torpes en nuestras escenas de la vida cotidiana.
Esto puede sonar encantador, ensoñado, pero entonces ¿por qué en el título utilizó la palabra siniestro?
Una de las ideas más convocantes de Resonancia siniestra es esto de que no vivimos en la era de la imagen sino en la del narcisismo acústico. Basta subirse a un tren para descubrir que cada cual, gracias a los auriculares, habita un mundo sonoro no compartido. Una retirada masiva del mundo abierto en la escucha general. Toop se ocupa del asunto con vehemencia científica en contrapunto a su romance con la historia de las artes. Conoce el sonido, lo produce, domina sus trucos, su composición: el arco de sus frecuencias le resulta familiar.
Resonancia siniestra no es un libro cómodo es interesante. Por momentos molesto. Es raro sentirse sordo al leer.
La joven de la perla de Johannes Vermeer
Una de las ideas más convocantes de Resonancia siniestra es esto de que no vivimos en la era de la imagen sino en la del narcisismo acústico. Basta subirse a un tren para descubrir que cada cual, gracias a los auriculares, habita un mundo sonoro no compartido. Una retirada masiva del mundo abierto en la escucha generalSe me ocurre una fábula. Cuando leí El camino de Zen de Alan Watts, o mientras estuve bajo su influjo, sucedieron todo tipo de cosas que no estaban previstas en mi mentecilla occidental. Hasta cruzar la calle era distinto. Pensé que ese corazón luminoso había llegado para quedarse, pero al no practicar el zen, una membrana tamizó los rayos del satori.
Calculo que a los lectores de Resonancia siniestra podría pasarles algo similar mientras lo lean, no tan prístino, claro. O podría sucederles siempre que en modo laboratorio se habiliten a escuchar solo atentos a suavizar los juicios previos. La experiencia puede sonar inocente como doblar una cucharita con la mente, pero es dable que el resultado sea muy distinto.