Algunas notas en torno a Los campos electromagnéticos: teorías y prácticas de la escritura artificial, de Jorge Carrión

Por Jazmín Adler

31 marzo, 2023

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Cuando me invitaron a conversar con Jorge Carrión con motivo de la presentación de su libro Los campos electromagnéticos: teorías y prácticas de la escritura artificial, me entregué a la lectura unas semanas antes de que el texto fuera impreso y publicado. Indeliberadamente empecé a tomar una serie de notas que no tenían otra pretensión que la de subrayar algunas de las ideas, imágenes y referencias teóricas que me habían llamado la atención durante el proceso de lectura. Una suerte de guía subjetiva que me permitiera, más tarde, recuperar determinados puntos de esta obra autoconcebida como un ensayo en diferentes sentidos: un experimento sobre la posibilidad de que las inteligencias artificiales efectivamente escriban un libro; un ejercicio de colaboración entre humanos y no-humanos; un gesto de liberación de la escritura tal como la hemos comprendido durante tres mil años; y también un gesto de “actualización radical” de Los campos magnéticos de André Breton y Philippe Soupault.

El experimento de los artistas franceses, desarrollado hacia comienzos del siglo XX, consistió en hacer emerger el inconsciente a través de una escritura rápida y espontánea que ya no quedara confinada al control consciente y cabal por parte de su autor, aun cuando esta operación implicara sacrificar el sentido del texto (Carrión lo sintetiza de esta manera en una frase tan rigurosa como poética: “la producción narrativa y artística del último siglo ha sido altamente influida por la lectura que hicieron de Freud unos amigos iconoclastas en el París de entreguerras”). En ese entonces se empezaba a configurar el prototipo de artista contemporáneo, quien pone en jaque la concepción romántica del creador como genio inspirado, explora la progresiva independización de la obra con respecto al control absoluto del artista, jerarquiza el proceso de investigación y desarrollo sobre la noción de pieza terminada y cerrada, y pone de relieve el carácter colectivo de casi todo proyecto creativo.

Los campos electromagnéticos añade a la ecuación la dimensión algorítmica en un proceso similar al de la experiencia surrealista. Pero, en este caso, la pérdida de control por parte del artista sobre su producción, vale decir, el rol del automatismo, deviene de una creación colaborativa entre agentes humanos -Carrión y Taller Estampa- y dimensiones no humanas (o más que humanas) – GPT-2 y GPT-3-, inteligencias artificiales de código abierto entrenadas para producir textos, aprender de su propia experiencia y mejorarse continuamente. Mientras que en trabajos previos Carrión había simulado inteligencias artificiales (las narradoras de Membrana, Mare en Todos los museos son novelas de ciencia ficción y los ensayos sonoros que integran el Podcast Solaris), la obra recientemente publicada por Caja Negra fue producida por redes neuronales de aprendizaje profundo. 

Presentación de Los campos electromagnéticos, con Jorge Carrión y Jazmín Adler. Fotos: Alejandro Gullot. Cortesía Malba.

El experimento de los artistas franceses consistió en hacer emerger el inconsciente a través de una escritura rápida y espontánea que ya no quedara confinada al control consciente y cabal por parte de su autor, aun cuando esta operación implicara sacrificar el sentido del texto. En ese entonces se empezaba a configurar el prototipo de artista contemporáneo, quien pone en jaque la concepción romántica del creador como genio inspirado, explora la progresiva independización de la obra con respecto al control absoluto del artista, jerarquiza el proceso de investigación y desarrollo sobre la noción de pieza terminada y cerrada, y pone de relieve el carácter colectivo de casi todo proyecto creativo.

Una de las hipótesis formuladas en el libro es la siguiente: si la primera parte del siglo XX estuvo marcada por la transición de la escritura consciente a la inconsciente, en los últimos tiempos la inteligencia artificial está provocando un efecto semejante, desde el momento en que los procesos maquínicos sustituyen a la creación humana controlada por el artista (en palabras del autor: “lo que nació de la programación, de la escritura de código, se está transformando progresivamente en lenguaje literario”). En efecto, desde la perspectiva de Carrión, el pasaje del siglo XX al XXI fue signado por tres fenómenos: la digitalización, la serialización y el procesamiento por sistemas de inteligencia artificial (“cada vez existen menos lenguajes que sean dominados únicamente por los seres humanos”). El carácter predictivo de las inteligencias artificiales se fue extendiendo hacia diferentes campos. Empezó como una investigación de índole militar (análisis balísticos, predicción de bombardeos) y económica (trading algorítmico destinado a realizar operaciones en la bolsa), pero luego alcanzó el ámbito de las artes a partir de la generación automatizada, informática y serial de imágenes, sonidos, textos y otros contenidos. Hoy las inteligencias artificiales participan de una constelación de inteligencias no-humanas que incitan a abandonar nuestra perspectiva antropocéntrica: maquínicas, vegetales, fúngicas, animales. Según Carrión, estudiar esta ecología de redes neuronales supone una tarea fundamental para poder transformarlas en ficciones y en poesía que renueve la narrativa humana en la era del Antropoceno. 

Durante un siglo, las máquinas nos han asistido en la escritura de textos mediante predicciones de palabras y correcciones de errores gramaticales. Hoy somos nosotros quienes devenimos en asistentes de los dispositivos maquínicos al editar, reordenar y traducir los párrafos escritos por las inteligencias artificiales. Este fenómeno ha suscitado, en parte, debates en torno a la autoría de las obras realizadas con, a través de y por IA. Sin embargo, estas disputas no son privativas de la escena de las artes tecnológicas. El interrogante acerca de quién es el verdadero autor, si la persona que formula la idea o quien la ejecuta, recorre buena parte de la historia del arte occidental. En el Tratado de pintura, cuyos manuscritos datan de fines del siglo XV, Leonardo Da Vinci justificaba la necesidad de elevar el estatus de las disciplinas artísticas -hasta entonces consideradas meras artes mecánicas- a la esfera de las artes liberales, comprendidas por el Trivium (gramática, dialéctica y retórica) y el Quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). El artista e inventor renacentista argumentaba que las obras de arte también resultaban de procesos intelectuales, racionales y reflexivos dado que sus creadores necesariamente debían contar con una imagen mental de la pieza antes de concretar su realización. Actualmente, en el contexto del arte contemporáneo existen debates similares. Daniel Druet, el escultor encargado de materializar algunas de las obras ideadas por Maurizio Cattelan (la figura del papa en La Nona Ora, por ejemplo) demandó al artista italiano por no haber compartido con él las ganancias millonarias que, según Druet, le correspondían en razón de derechos de autor. En ocasiones, las tensiones entre creación y ejecución asimismo emergen en el terreno del bioarte, protagonizado por una serie de prácticas artísticas que involucran diferentes materiales biológicos: bacterias, hongos, microorganismos, células, plantas, tejidos. Los artistas que trabajan en estas convergencias del arte y la ciencia plantean una determinada idea, pero los derroteros de la obra frecuentemente quedan sujetos a la agencia de las materialidades y procedimientos no humanos que intervienen activamente en las características adoptadas por las obras a lo largo del tiempo, como procesos de descomposición de la materia orgánica, reacciones químicas de diversa índole, condiciones de temperatura y humedad de la sala de exhibición, etcétera.

Presentación de Los campos electromagnéticos, con Jorge Carrión y Jazmín Adler. Fotos: Alejandro Gullot. Cortesía Malba.

Hoy las inteligencias artificiales participan de una constelación de inteligencias no-humanas que incitan a abandonar nuestra perspectiva antropocéntrica: maquínicas, vegetales, fúngicas, animales. Según Carrión, estudiar esta ecología de redes neuronales supone una tarea fundamental para poder transformarlas en ficciones y en poesía que renueve la narrativa humana en la era del Antropoceno. 

Finalmente, otro de los cuestionamientos frecuentes hacia las prácticas artísticas asociadas con las inteligencias artificiales suele estar vinculada a las IA hegemónicas, concebidas como aliadas de la gubernamentalidad algorítmica, el análisis intensivo de datos y las técnicas predictivas sobre los hábitos, intereses y comportamientos humanos para el desarrollo de algoritmos de recomendación. Desde esta perspectiva, las inteligencias artificiales asiduamente son consideradas cómplices del capitalismo de vigilancia, computacional o cognitivo (términos variables en función de los diferentes enfoques teóricos). No obstante, desde otras perspectivas, las inteligencias artificiales pueden ser desplegadas en direcciones contrarias, convocadas por la exploración de nuevos modos de hacer en la práctica artística y por la posibilidad de reformular no solo la noción tradicional de autoría, sino también las lógicas de propiedad intelectual derivadas del concepto canónico de derechos de autor. En Los campos electromagnéticos irrumpen frases y palabras particularmente sugestivas en aquellos momentos en los cuales las inteligencias artificiales contravienen su correcto funcionamiento, es decir, cuando socavan la eficiencia que esperaríamos de ellas. Estas operaciones de desvío asoman en errores idiomáticos, filtraciones del inglés, o en el alejamiento del texto creado por GPT-2 con respecto a los textos de Carrión con los cuales la inteligencia artificial fue entrenada. Este glitch puede ser leído como un momento en que el dispositivo devela su condición maquínica y rompe el hechizo, aunque también sería posible pensar que a través de sus fallas y desperfectos la máquina se “humaniza”, en la medida en que comete errores como nosotros, los humanos. Esa autonomización con respecto al artista/creador de la pieza que muchas veces resulta vertiginosa -y hasta temida- es identificada por Carrión como uno de los aspectos más interesantes de Los campos electromagnéticos. El desvío y la insumisión tecnológica suponen, así, condiciones para la emergencia de lo nuevo.

 

Lxs invitamos a ver “Literatura e inteligencia artificial”, la charla entre Jazmín Adler y Jorge Carrión en MALBA.

 

 

Jazmin Adler (Argentina) es Historiadora del arte y curadora. Es Doctora en Teoría Comparada de las Artes (UNTREF), directora del Programa de posgrado Tecnologías en el Arte Contemporáneo (Facultad de Filosofía y Letras, UBA) y docente en carreras de grado y posgrado en FADU-UBA, UNTREF y UNSAM. Su campo de investigación abarca las relaciones entre el arte, la ciencia y las tecnologías, con especial atención hacia las omisiones historiográficas registradas en las narrativas canónicas de la historia del arte y  las conexiones entre arte, tecnología y materialidad en Latinoamérica. Es autora de los libros Arte, Ciencia y Tecnología en el ICI-CCEBA: del impulso del video a las inteligencias artificiales (2021), En busca del eslabón perdido: arte y tecnología en Argentina (2020) y Redes de energía: arte argentino contemporáneo (2018), y compiladora de Desmantelando la máquina: transgresiones desde el arte y la tecnología en Latinoamérica (2021). Integra el Colectivo Ludión: exploratorio latinoamericano de poéticas/políticas tecnológicas (Facultad de Ciencias Sociales, UBA). Entre sus últimos proyectos curatoriales se encuentran Planetary Atoll: Connecting Latin American Dots (panke.gallery y SAVVY, Berlín) y Dislocaciones: ejercicios de recomposición (Fundación Andreani, Buenos Aires).