¡VIVA LA REVUELTA ANTI-FINA(N)ZISTA DE LXS COLOMBIANXS! PERO ESTO NO TIENE MUCHO QUE VER CON LA REVOLUCIÓN MOLECULAR
¡VIVA LA REVUELTA ANTI-FINA(N)ZISTA DE LXS COLOMBIANXS! PERO ESTO NO TIENE MUCHO QUE VER CON LA REVOLUCIÓN MOLECULAR
Por Franco “Bifo” Berardi
Colombia se subleva contra una reforma tributaria que pretende -una vez más- hacer pagar a los trabajadores el peso de la deuda. Desde hace cuatro décadas de agresión financiera, desencadenada por la desregulación neoliberal en Colombia como en todas partes, la catástrofe sanitaria ha provocado una precipitación de las condiciones de vida, y como en todas partes promete producir una ola masiva de despidos.
Tras una semana de manifestaciones populares, de enfrentamientos y de represión violenta (24 personas fueron asesinadas en Cali y en otras ciudades), el presidente Duque debió dar marcha atrás y renunciar a la reforma.
En el inicio de la pandemia, cuando las estructuras sanitarias debilitadas por la ola de privatización del sistema sanitario comenzaron a verse sumergidas, las personas razonables pensaban que los gobiernos habrían de abandonar las políticas neoliberales. Nada de ello ocurrió.
Durante el año pandémico, las desigualdades aumentaron enormemente, los beneficios financieros alcanzaron niveles inéditos.
Cuanto más sufre y se empobrece la sociedad, más multiplican su fortuna los ricos. Este es el contexto en el cual lxs colombianxs se sublevaron contra la alianza entre globalidad del poder financiero y violencia nacionalista, racista y policial.
La oposición entre globalismo capitalista y soberanismo nacionalista no es más que un espejismo.
Desde el comienzo de la contrarrevolución tatcheriana, el principio nazi de la selección natural se ha vuelto un dogma oficial: se puede hablar entonces de fina(n)zismo.
Por enésima vez podemos ver esta alianza nazi-liberal en Colombia: un nazi declarado, que se llama Alexis Lopez ha suministrado una justificación supuestamente filosófica a la represión brutal de las manifestaciones populares. Este pobre diablo, que tiene una formación en entomología y que ha trabajado como instructor de la policía colombiana, escribió en alguna parte que los marxistas lanzaron una nueva táctica de combate, inventada por un filósofo francés llamado Félix Guattari. Esta nueva táctica se llama “revolución molecular”.
Inmediatamente después Álvaro Uribe, ex-presidente de Colombia, expresión de la derecha militar y neoliberal, retomó la sugerencia del nazi, declarando que la tarea del gobierno es fortalecer a las fuerzas armadas (que ya han matado a 24 manifestantes) para resistir a la revolución molecular disipada.
¿Qué sería la revolución molecular disipada (inventada por este malvado filósofo francés)? Evidentemente sería una táctica de guerra para alterar el orden democrático.
¿Hay que explicar entonces a Lopez y a Uribe un poco de filosofía guattariana? Y bien, sí. La revolución molecular no tiene absolutamente nada que ver con una táctica de combate. Esto no quiere decir que Félix Guattari estuviera desinteresado del combate y la táctica, pero el concepto de revolución molecular se refiere justamente a lo contrario de la táctica. Cuando se habla de revolución molecular, se habla, de hecho, de un proceso que no puede estar dirigido ni programado, ya que no es un efecto de la voluntad racional, sino justamente una expresión del Inconsciente, del deseo que no tiene nada que ver con las formas políticas establecidas ni con la astucia de algún marxista oculto en algún sitio en el bosque.
Muy por el contrario, la revolución molecular es un borbotón del inconsciente social que puede ascender cuando la voluntad organizada de la política pierde su poder, cuando el deseo irrumpe en el dominio del orden represivo.
Franco “Bifo” Berardi. Escritor, filósofo y activista nacido en Bolonia, en 1949. Es una importante figura del movimiento autonomista italiano. Graduado en Estética por la Universidad de Bolonia, participó de los acontecimientos de mayo del 68 desde esa ciudad. Fue fundador de la histórica revista A/traverso, fanzine del movimiento creativo en el que participó entre 1975 y 1981, y promotor de la mítica Radio Alice, primera radio pirata italiana. Vivió en París, donde conoció a Félix Guattari, y en Nueva York. En 2002 fundó TV Orfeo, la primera televisión comunitaria italiana. Actualmente es profesor de Historia social de los medios en la Academia de Brera en Milán. Como autor escribió numerosos ensayos y ponencias sobre las transformaciones del trabajo y los procesos de comunicación en el capitalismo postindustial. Sus textos fueron publicados en distintos idiomas. Algunos de sus títulos son: Mutazione e Cyberpunk, Cibernauti, La fábrica de la infelicidad, Generación post-alfa, Félix, y La sublevación.
En los últimos años, la obra de David Wojnarowicz viene siendo objeto de una serie de revisiones en el campo del arte, a partir de la inauguración en 2018 de la exposición retrospectiva History Keeps Me Awake at Night [La historia me quita el sueño], organizada por el Whitney Museum of American Art, en colaboración con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid y el Mudam Luxembourg – Musée d’Art Moderne Grand-Duc Jean de Luxemburgo. Otras exposiciones recientes se han centrado en aspectos más acotados de su trabajo. En 2017, la galería Cosmocosa de Buenos Aires también reunió obra de Wojnarowicz y Luis Frangella en torno al viaje a la Argentina que el artista realizó en 1984. En 2019, el KW Institute for Contemporary Art de Berlín exhibió la producción fotográfica y fílmica de Wojnarowicz entre 1978 a 1992. Caracterizado a menudo como un “artista multidisciplinario”, David Wojnarowicz realizó una obra que desafió las fronteras entre lenguajes, medios y modos de hacer. Fue artista visual, poeta, escritor, músico, fotógrafo, realizador de películas en Super 8. Concibió obras y proyectos en colaboración con otros artistas como Mike Bidlo, Luis Frangella, Julie Hair, Peter Hujar, Marion Scemama y Kiki Smith. Pero su trayectoria como artista no puede pensarse escindida de su trayectoria como activista comprometido con la denuncia de los conflictos sociales y políticos de su época –la intervención estadounidense en Centroamérica es uno de los temas presentes en su obra– y, más precisamente, con las luchas en torno a la crisis del sida, que lo involucraron hasta su fallecimiento, como consecuencia de esta enfermedad, en 1992.
Wojnarowicz comienza a escribir en los mismos años en que se interesa por la obra de Arthur Rimbaud, Jean Genet, William S. Burroughs y Jack Kerouac. Sus primeros poemas publicados, con ilustraciones también suyas, aparecen en 1974 en Novae Res, una revista de poesía editada por John Ensslin. Por entonces también asiste a un taller dictado por Bill Zavatsky en el Poetry Project del East Village e impulsa con Ensslin la revista Red M, cuyo único número sale en 1977.
En el verano de 1976, viaja rumbo al norte de California con su amigo John Hall haciendo autoestop. En 1977 comienza a trabajar en la recopilación de un conjunto de historias, a las que se refiere en sus diarios como “monólogos”, a partir de las conversaciones que sostiene a lo largo del viaje con adictos, taxi boys, prostitutas, camioneros, obreros y vagabundos. Wojnarowicz organiza sus monólogos a partir de los fragmentos que recuerda de esas charlas con las personas que encuentra en el camino y que escribe en su diario o en papeles sueltos. En 1982, y después de varios intentos fallidos con distintas editoriales, el sello independiente Aloes Books de Londres publica su libro Sounds in the Distance, que reúne una selección de treinta y ocho monólogos. En la contraportada de esa edición, Burroughs escribe que Wojnarowicz “ha captado la voz ancestral del camino, la voz del viajero, del paria, del ladrón, de la puta, la misma voz que se escuchó en el París de Villon, en la Roma de Petronio”. En 1978 Wojnarowicz había dedicado a Burroughs uno de sus primeros collages, Bill Burroughs’ Recurring Dream, al que le sucederán, un año más tarde, sus obras dedicadas a Genet y al artista alemán Joseph Beuys. También entonces realiza su serie sobre Rimbaud, Arthur Rimbaud in New York, para la que fotografió a Brian Butterick, Jean-Pierre Delage y Hall usando una careta tamaño natural del poeta maldito y enfant terrible en diferentes sitios de la ciudad. La serie retrata a Rimbaud posando en Times Square, en Coney Island, los embarcaderos abandonados del West Side, bajo los carteles de las salas de peep shows y cines xxx, viajando en metro o sentado en un bar, entre otros lugares, pero también orinando, teniendo sexo o masturbándose.
Los embarcaderos derruidos de los márgenes del río Hudson son uno de los escenarios reiterados en la serie de Rimbaud. También en los muelles Wojnarowicz realiza con Butterick, Hall y Jesse Hultberg una serie de tomas para la que se sería su primera película en Super 8, sobre la temática de la heroína, que nunca llegó a montar. En esos años, los embarcaderos abandonados constituían uno de los sitios más frecuentados por los gays de Nueva York, que recorrían los muelles buscando sexo casual, pero así también eran ocupados por adictos, delincuentes, mendigos y otros individuos marcados como por fuera del orden social. En numerosas páginas de sus diarios, Wojnarowicz narra su deambular por los embarcaderos del Hudson, que visita de día y de noche, los encuentros sexuales en los que participa en la clandestinidad de sus instalaciones, las horas de calma y de reposo junto al río. En la serie de Rimbaud, las fotografías lo muestran en los edificios abandonados de las navieras, junto a pintadas y grafitis. En una de ellas, Rimbaud aparece con los brazos extendidos, entre el dibujo en el muro de un cuerpo desnudo de espaldas, y con una cita de Beuys pintada en aerosol por el mismo Wojnarowicz: “The silence of Marcel Duchamp is overrated” [El silencio de Marcel Duchamp está sobrevalorado].
A fines de 1980 Wojnarowicz, Butterick y Hultberg forman la banda postpunk 3 Teens Kill 4 (3TK4), a la que más tarde se integran Julie Hair y Doug Bressler. Su música combinaba sonidos registrados en grabadoras de mano, con extractos radiofónicos e instrumentos musicales de juguete. Wojnarowicz también realizaba los carteles y anuncios de 3TK4 con plantillas de esténcil y aerosol, un recurso que extenderá a su producción como artista visual. Mediante el uso del esténcil, Wojnarowicz va componiendo una gramática, un repertorio de signos e imágenes que imprime en collages, pinturas, instalaciones y objetos: una casa en llamas, un hombre de negocios cayendo, un bombardero, el mapa de los Estados Unidos, la silueta de un hombre bailando, un soldado con uniforme camuflado corriendo, una jeringa, un punto de mira, dos hombres besándose.
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En 1978 realiza su serie sobre Rimbaud, Arthur Rimbaud in New York, para la que fotografió a Brian Butterick, Jean-Pierre Delage y Hall usando una careta tamaño natural del poeta maldito y enfant terrible en diferentes sitios de la ciudad. La serie retrata a Rimbaud posando en Times Square, en Coney Island, los embarcaderos abandonados del West Side, bajo los carteles de las salas de peep shows y cines xxx, viajando en metro o sentado en un bar, entre otros lugares, pero también orinando, teniendo sexo o masturbándose.
Con Julie Hair, Wojnarowicz proyecta realizar una serie de “instalaciones de acción”, a las que caracteriza, en la biografía que publica en el catálogo de su primera exposición retrospectiva, como “acciones ilegales que intentaban sacudir unas nociones de ‘arte’ y de ‘cultura’ que eran intencionalmente ignoradas por las galerías”. Una de estas acciones –probablemente la única que llegaron a realizar– consistió en arrojar huesos de vaca ensangrentados en las escaleras de la galería Leo Castelli en el SoHo. Otra acción proponía escenificar pelotones de fusilamiento en las tiendas Macy’s u otros sitios de Nueva York y fotografiar las reacciones de la gente como denuncia frente a la política exterior del gobierno de Reagan en Centroamérica y las sucesivas intervenciones estadounidenses en los países de América Latina, pero Wojnarowicz y Hair fueron disuadidos por sus amigos a no realizarla por el riesgo que suponía.
Entre 1983 y 1984 Wojnarowicz empieza a ganar cierto reconocimiento como artista dentro de la escena del East Village y su circuito de galerías. Realiza exposiciones individuales en Civilian Warfare y en la Gracie Mansion Gallery. En esos mismos años, junto con Mike Bidlo, convoca a numerosos artistas a ocupar con murales y otras intervenciones el muelle 34 en el Hudson, en lo que había sido la terminal de embarque de la naviera Ward Line, ubicada al final de Canal Street. Se trataba de “explorar cualquier imagen en cualquier material en cualquier superficie”, escriben Wojnarowicz y Bidlo en una declaración, “algo que ninguna galería toleraría, ni sería lo suficientemente grande para albergar […] una muestra que por su propia naturaleza no podría considerarse una muestra”. Entre 1983 y 1984 el experimento, del que participaron más de treinta artistas –entre ellos, Keith Davis, Luis Frangella, Rob Jones, Peter Hujar y Kiki Smith–, muchos de ellos vinculados al circuito del East Village, contribuyó a la invención de una comunidad contracultural, a la construcción de un espacio de agitación y experimentación disidentes, que apostó a movilizar, más allá del sistema comercial de galerías, otros espacios para el arte. En su declaración, Wojnarowicz y Bidlo llamaban a expandir el proyecto: “Y esto es solo un comienzo para nosotros. Todos somos responsables de lo que es actualmente y en lo que se convertirá. Esto es posible en cualquier lugar donde haya edificios abandonados. Esto es posible en todas partes”.
Varios de los artistas que participaron del proyecto en el muelle 34 también integraron la exposición Desde Nueva York: 37 pintores del East Village, inaugurada a fines de junio de 1984 en Buenos Aires, en el Centro de Arte y Comunicación (CAyC), un espacio fundado a fines de la década del 60 por el crítico y empresario Jorge Glusberg. Wojnarowicz y el artista argentino Luis Frangella viajaron a Buenos Aires con la totalidad de las obras que integraban la muestra. Además de exponer en el CAyC, durante su corta estancia en el país Wojnarowicz trabajó en una serie de pinturas y objetos. Con Frangella viajó en coche al interior de la provincia de Buenos Aires, a Entre Ríos y a las Cataratas del Iguazú, en Misiones. En cartas y postales enviadas a sus amigos refiere su fascinación por las rutas argentinas y los paisajes mesopotámicos, que documenta en fotografías y pinta en numerosas acuarelas con las que llena las páginas de sus cuadernos.
Wojnarowicz en Argentina. La muestra se llamó Desde New York: 37 pintores del East Village y se realizó el CAyC de Jorge Glusberg.
II
En 1988 Wojnarowicz es diagnosticado con vih. Un año antes se había constituido en Nueva York ACT-UP (aids Coalition to Unleash Power), grupo de acción directa cuyas intervenciones colectivas buscan llamar la atención sobre los efectos devastadores de la crisis del sida en las vidas queer, denunciar la especulación de las empresas farmacéuticas y exigir políticas sanitarias y sociales para enfrentar la epidemia. Wojnarowicz se vincula a act-up y participa en sus convocatorias y acciones junto a Tom Rauffenbart (su compañero de entonces) y la artista Zoe Leonard, con quienes integra un grupo que se hizo llamar los “Candelabros”, nombre que era probablemente un homenaje al pianista Liberace, que había muerto víctima del sida en febrero de 1987.
En numerosos escritos Wojnarowicz confronta y denuncia las posiciones de los sectores más conservadores en relación con la epidemia, se pronuncia contra la homofobia y la violencia presentes en la sociedad estadounidense e insiste en advertir sobre la sistemática desinformación vertida por la iglesia católica. En 1989 escribe en “Postcards from America: X-Rays from Hell”: “Cuando me dijeron que había contraído este virus, no me tomó mucho tiempo darme cuenta de que también había contraído una sociedad enferma”. Este texto, que Wojnarowicz prepara para el catálogo de la exposición de artistas contra el sida Witnesses: Against Our Vanishing, organizada por Nan Goldin en Artists Space, fue objetado por el presidente del National Endowment for the Arts (NEA), John Frohnmayer, quien pretendió rescindir el subsidio que dicha institución otorgaba a Artists Space, alegando la “naturaleza política” de la exposición. En una posterior declaración, “For Immediate Release”, Wojnarowicz confronta a Frohnmayer: “Lo que está sucediendo aquí no es solo un problema que concierne al ‘mundo del arte’; no se trata solo de un montón de palabras o imágenes en el contexto del ‘mundo del arte’. Se trata del asesinato legalizado y sistémico de homosexuales y de su silencio; se trata de la invisibilidad y el silenciamiento legislados de las personas con sida y de la negación de la información necesaria para que esas y otras personas tomen decisiones informadas sobre la seguridad en sus actividades sexuales”.
En sus diarios, Wojnarowicz introduce un registro íntimo, por momentos confesional, sobre los efectos del virus en su cuerpo que contrasta con sus declaraciones públicas como activista. En su escritura se interroga por la muerte al tiempo que registra el deterioro de amigos y otras personas conocidas que están atravesando distintos estadíos de la enfermedad. Por otro lado, la pregunta por los límites del deseo y por los modos en que el sida impacta en los cuerpos, la sexualidad y los placeres atraviesa insistentemente la escritura. En distintos pasajes aparece la preocupación por modelar o contener el propio deseo como parte de una política de los cuidados.
“En esos años, los embarcaderos abandonados constituían uno de los sitios más frecuentados por los gays de Nueva York, que recorrían los muelles buscando sexo casual, pero así también eran ocupados por adictos, delincuentes, mendigos y otros individuos marcados como por fuera del orden social. En numerosas páginas de sus diarios, Wojnarowicz narra su deambular por los embarcaderos del Hudson, que visita de día y de noche, los encuentros sexuales en los que participa en la clandestinidad de sus instalaciones, las horas de calma y de reposo junto al río.”
Entre las muchas obras en las que Wojnarowicz hace referencia a la violencia hacia las víctimas del sida se encuentra su instalación America: Heads of Family, Heads of State, que integró en 1990 la exposición The Decade Show: Frameworks of Identity in de 1980s en el New Museum of Contemporary Art de Nueva York. La instalación estaba compuesta por una gran cabeza de papel maché forrada con páginas de diarios, con los ojos vendados y la palabra queer pintada en la frente, en letras rojas. La cabeza aparece sostenida por palos sobre dos monitores que muestran algunas de las imágenes utilizadas un año antes por Wojnarowicz en itsofomo (In the Shadow of Forward Motion) –performance multimedia que realiza con el músico y compositor Ben Neill en The Kitchen–, acompañadas de fotografías de manifestantes llevando pancartas con la inscripción “El sida es un castigo del padre eterno” y de nazis destruyendo en 1933 el Institut für Sexualwissenschaft [Instituto para la Ciencia Sexual] de Berlín. En el suelo y debajo de los monitores, acostado sobre una superficie de ramas, hojas y flores, Wojnarowicz dispuso el esqueleto de un niño con un vestido blanco. Otros elementos completaban su instalación: un globo terráqueo con el mapa de los Estados Unidos repetido en toda su superficie, un nido, casas realizadas con billetes plegados de un dólar, una muñeca en un cubo de plexiglás, además de fotografías de Ronald Reagan con un revólver, en sus años de actor de George H.W. Bush, del senador conservador Jesse Helms y de una pareja heterosexual. La instalación de Wojnarowicz en el New Museum y sus intervenciones escritas de esos años posibilitan apro- ximarse a su obra en los modos de articulación política que habilita o enciende. Para Wojnarowicz arte, activismo y disidencias sexuales no constituyen espacios diagramados de antemano, sino territorios siempre por inventarse, que su obra y escritura entrecruza y anuda de manera compleja, involucrando modos de acción múltiples. El arte aparece como indiscernible de la propia vida, de la apuesta por incidir en el presente, para transformarlo y reinventar los límites de la existencia.
“TENEMOS QUE INVENTAR EL FUTURO”. ENTREVISTA INÉDITA A MARK FISHER
“TENEMOS QUE INVENTAR EL FUTURO”. ENTREVISTA INÉDITA A MARK FISHER
“‘We Have To Invent The Future’: An Unseen Interview With Mark Fisher”, es una entrevista con Tim Burrows y Sam Berkson publicada póstumamente en The Quietus, el 22 de enero de 2017. La versión en castellano, inédita hasta ahora, está incluida en K-punk Vol. III, que llegará a librerías a mediados de este año.
Mark Fisher: ¿Andás en coche?
Sam Berkson: No.
MF: Yo tampoco, y por eso me identifico tanto con los poemas [de Life In Transit], porque pasé mucho tiempo en el transporte público. Hay algo que dijo la Sra. Thatcher: “Si eres mayor de 30 años y estás en el transporte público, has fracasado”. Me parece muy elocuente. Los hombres que conozco no tienen coche, y muchas mujeres sí. Con ellas, pienso que su deseo de conducir puede deberse a la seguridad. Estar en el coche siempre me pareció una pérdida de tiempo. En el tren, en cambio, se puede leer, escribir, hacer otra cosa, y se puede escuchar. Aunque, con la cantidad de auriculares, etc., ya casi nadie se escucha. Creo que algo que emerge con mucha fuerza de tus poemas es que el transporte es solo público en su nombre, puesto que 1) no es propiedad pública, sino de operadores privados horrendos, y 2) el espacio tampoco es público porque, tal como muestran tus poemas, la gente está mucho más metida en sus conversaciones privadas en los teléfonos móviles. A veces, a un nivel humillante y vergonzoso.
SB: En general pocas personas escuchan. Es irónico hablar de transporte público, porque todo el mundo está en su propio mundo, y lo que hace es llevar un mundo privado a la esfera pública. A nadie, ni en la derecha ni en la izquierda, le gusta la idea de que la gente escuche sus conversaciones privadas. Y sin embargo estamos en una época en que las conversaciones son muy escuchadas, con toda la tecnología artera. Además somos cómplices, con cosas como Facebook, como si estuviéramos felices de contar sin parar lo que hacemos todo el tiempo.
MF: Se da un proceso doble: hay cada vez más gente preocupada por Facebook y su erosión de la privacidad, o lo que sea. Y me parece que hay una contradicción interesante ahí. En un sentido, la gente habla por sus teléfonos móviles, asumiendo que otros no los escuchan, pero sabiendo, hasta cierto punto, que al menos alguien lo hará. Y después está el fenómeno de Facebook, donde la gente publica cosas esperando que otras personas lo vean, en una búsqueda desesperada de un público que quizá no tengas. Para después chequear de manera neurótica cuántos “me gusta” y cuántos “comentarios” recibiste.
SB: Como si en lugar de importarte el público que ya está ahí, necesitaras desesperadamente una audiencia mayor.
MF: La celebridad me parece importante en muchos niveles… Es como una intimidad falsa, ¿no? Hay una generalización de revistas de chismes orientadas a mujeres, esa forma general de la cultura, la TV, etc. Este fenómeno de referirse a la gente por su nombre de pila, como hacen en las tapas de estas revistas, como si uno conociera a esas personas.
Tim Burrows: La gente lee revistas en el tren que hablan sobre dietas.
MF: Es un biocontrol cuyo modelo es la revista para mujeres. Se trata de reducir cierta ansiedad, no tanto de decir que hay que hacer esto o esto otro, sino de poner en una página que Geri Halliwell está feliz con sus curvas, y al mes siguiente que se siente mucho mejor porque bajó de peso. Esas revistas te ponen todo el tiempo en situaciones de doble vínculo. La función es desestabilizar a la gente, mantenerla en un estado de ansiedad, y agregar soluciones para todos los problemas basadas en objetos de consumo. Las dietas son biopoder, una forma de control del cuerpo. Con esta cultura digital de hoy lo que tenemos es una forma extraña de hipervulgaridad. Hay personas que están todas vestidas y operadas, pero no es como David Bowie, donde había un juego con una estetización abstracta. Hay gente que tiene una vulgaridad extrema, y es un modelo normativo: dientes perfectos, el tono correcto en la piel. Una artificialidad absolutamente conservadora.
SB: La gente dice que la simetría es el ideal de la belleza humana, y a mí me gusta pensar que la simetría es algo que está solo OK. Pero negar que haya cualquier tipo de belleza a los ojos de quien observa, que hay algo original y único en las cosas y que a todos nos parecen bellas cosas diferentes es volver a llevar el poder hacia una esfera muy conservadora, una forma de conformarse con ser bello. Y por supuesto no es para nada normal, es un estilo muy freak.
MF: Es una influencia de lo digital, mucha gente se photoshopea. La normalización de la cirugía estética, el botox, etc., es parte de este régimen de biopoder y de la ansiedad constante por las apariencias, etc. La cirugía estética no está bien, ¡no está bien! A la gente le preocupa su apariencia, pero la miden según los estándares de una normatividad deprimente. Las neurosis son muy productivas, y muy útiles para el capitalismo. ¿Qué es mejor que una insatisfacción inherente? La satisfacción inherente se puede vender infinitas veces. Por eso el modelo de la revista de mujeres es tan útil para el capitalismo de consumo.
SB: Uno lo ve en la televisión: ahora hay una publicidad sobre el deseo de que tus amigos sean más bellos, creo que es la publicidad de una cámara, y la idea es que uno quiere ser exhibido como que es bello, y esto lo da el hecho de que pasa tiempo con gente bella.
TB: Esa siempre ha sido la paradoja de la televisión: es donde se puede encontrar a las personas más profesionales de Londres en un determinado momento, pero también el lugar con menos retoques en el que puedas estar. Estás muy pegado al rostro de alguien, se pueden ver todas las imperfecciones.
SB: Sí, la iluminación es terrible. La luz en la televisión es deliberadamente incómoda porque la gente tiene menos probabilidades de pelearse si se siente incómoda y expuesta. Si estuviera diseñando la televisión, y quisiera hacerla cómoda, no lo haría como ahora. Piensen en los pubs; entendieron que los pubs no son atractivos para los consumidores si no se puede ver lo que hay adentro. Esa idea de un rincón oscuro donde uno se puede esconder… lo que todos quieren es una ventana grande en el frente. Que se pueda entrar y sentirse a gusto.
MF: Eso no es un pub, es un bar.
SB: Se siente cómodo porque uno se siente observado. Es como el panóptico.
MF: Es el Foucault de la segunda fase, una suerte de autopanóptico. Me acuerdo que alguien dijo que, en la época en que todavía valía la pena pensar sobre Big Brother, la diferencia entre Big Brother y el panóptico de Foucault era que en el caso de Foucault no sabías si te estaban mirando o no, mientras que los participantes de Big Brother están seguros de que sí. Ahora hay una fase de Facebook como un autopanóptico, como dijimos antes, donde la gente se vuelve objeto de vigilancia, y se vigila a sí misma de una manera extraña.
SB: Podemos dar batalla. Y también está el otro problema con la televisión y los buses, que es que hay demasiada publicidad en ellos.
MF: Yo lo llamo polución semiótica.
SB: Sí. ¿Y cuál sería la respuesta sensata? Ponerse auriculares, no mirar alrededor, básicamente apagar los sentidos, bloquear el ambiente. Es una posición terrible para la gente. El consejo que te da todo el mundo es vivir en el presente, mirar alrededor, experimentar las cosas, etc. Pero si uno hace eso, lo único que ve son publicidades y anuncios.
MF: Es impactante. Lo noté en Suecia, en Estocolmo, donde no había publicidades. Pensé: “¿Qué está pasando?”. Incluso el metro de Nueva York no tiene tantos. Hay algo especial en el enorme ataque cibernético de anuncios en Londres. No es que la gente se desconecte del espacio público, sino que ya no hay ningún espacio público al que pueda ir. De lo que se trata es de insertarse en un balbuceo, el balbuceo de las voces al teléfono o el balbuceo del capital que te grita que compres algo.
Agosto de 2012. Portada de la edición inglesa de la revista Hola.
SB: Puedes enterrarte en tu propia caja de arena, apagarte. Este parece ser el modo en que mucha gente elige viajar, literalmente se desconectan del mundo a su alrededor. En algún punto tiene sentido, pero al mismo tiempo estás desconectado del mundo que te rodea.
MF: Lo que se necesita son formas de desconexión. Desenchufarse de ciertas redes. El otro día hablaba con mis estudiantes sobre tratar de desenchufarse; considero que estamos en una nueva fase de la vida humana. En los setenta, el aburrimiento era un gran problema. El aburrimiento era un vacío existencial, se lo podía tirar a la industria del entretenimiento y la cultura mainstream, y era un desafío para todos nosotros: ¿por qué nos permitimos aburrirnos? Considerando que somos animales finitos, que vamos a morir, aburrirse era un escándalo moral de proporciones descomunales. Pero ahora el aburrimiento es un lujo que ya no podemos darnos, porque nuestros teléfonos no nos lo permiten: incluso cuando uno está esperando un bus o un tren, hay un flujo constante de estímulos de baja intensidad. El aburrimiento y la fascinación están mezclados, para volver a las revistas de famosos. Y un ejemplo de esto serían esos periódicos gratuitos de Londres que por suerte desaparecieron: The London Paper, en una palabra, y el London Lite, cuyo nombre es muy elocuente. El Evening Standard y el Metro, en comparación, son periodismo serio. Cuando aparecieron, esos periódicos eran aterradores. Eran un ejemplo de polución semiótica que también contaminaba las calles de manera literal. Además había inmigrantes pobres cuya tarea era irritar a la gente: pararse en el camino de los trabajadores que iban al transporte, y ponerles estas cosas en las manos. Pero también estaba la total obediencia de los lectores, porque operaban absolutamente exhaustos. Si observabas el vagón, todo el mundo leía estos periódicos. Podías sentir cómo se hundía el nivel intelectual y cultural. El viaje al trabajo es probablemente el momento en que la gente está prestando más atención a la cultura. Yo no era inmune a esto; yo leía los titulares, muchas veces sobre celebridades que apenas conocía y no me interesaban, y aun así quería saber más. Era una forma de curiosidad sin interés. Así que leía todo el periódico, aunque no estuviera interesado, porque al mismo tiempo me había absorbido. A eso me refiero con el aburrimiento y la fascinación. Me imagino que mucha gente, como yo, tenía libros serios en los bolsos, y los habrían leído si no hubiera sido por estos periódicos. Eso dice mucho sobre la manera en la que el capitalismo se aprovecha del cansancio y los peores instintos.
“Con esta cultura digital de hoy lo que tenemos es una forma extraña de hipervulgaridad. Hay gente que tiene una vulgaridad extrema, y es un modelo normativo: dientes perfectos, el tono correcto en la piel. Una artificialidad absolutamente conservadora.”
TB: Y es por eso que Boris Johnson es tan popular. Es el héroe de la generación de los periódicos gratuitos como ShortList.
MF: El tema con Boris es similar a lo que dijo Franco “Bifo” Berardi sobre Berlusconi: la persona que se burla del poder mientras lo ocupa. Eso es igual a Boris, ¿no? Alguien extrañamente popular para la gente joven, de una manera deprimente, porque no se toma la política en serio, o eso parece. Por supuesto, lo que sí se toma muy en serio es favorecer su propia posición y su propia clase. Esta forma de falsa bonhomía y de negación cínica, a través de la cual el poder de clase se naturaliza, es un problema extremadamente peligroso. Creo que Cameron representa una versión apenas distinta de esto, y no es que él sea tan popular, sino que es bueno para parecer un tipo amigable con el que se puede hablar. Mi sensación del gobierno de Cameron es que quieren romper todo lo que puedan. Saben que probablemente no vuelvan a tener esta oportunidad pero también saben que si cambian algunas cosas fundamentales, entonces ningún gobierno laborista que no realice antes una transformación enorme en la cima de la cultura del partido va a poder volver a cambiarlas.
SB: Hace poco leí algo, que no sé si era un cita, pero le preguntaron a Thatcher cuál había sido su mayor logro y ella dijo el Nuevo Laborismo.
MF: No sé si es una cita, pero eso es cierto. Yo me afilié al Partido Laborista. Nunca antes me había afiliado a un partido, pero hay que tener la misma ambición que el Nuevo Laborismo, y pensar con cinco años de planificación. Si hay más gente avanzando con una agenda fuerte, quizá se pueda cambiar la dirección del partido.
SB: Yo pensé lo mismo, y me afilié al Partido Verde.
MF: Está bien. No hay que ceder ningún territorio. Tampoco quiero jugarlo todo en una sola carta. En los noventa no tenía sentido afiliarse al Partido Laborista. Iban en dirección al Nuevo Laborismo, la neoliberalización, no había forma de que hiciera otra cosa. Pero ahora, no sé a dónde va. Tal vez siga con este neoliberalismo suave desesperadamente banal, o quizá se convierta en otra cosa. Hace dos años, la University of East London estaba plagada de banderas revolucionarias y todo eso; era la época de los recortes, y hubo una efervescencia increíble de militancia, que parecía salir de la nada. Ahora, cuando vas a la UEL y caminas por el pasillo central donde estaban los carteles, es puro Costa y Starbucks, el letrero más grande que se puede ver es una oficina que dice “Credit Control”. Hay una parábola de lo que pasa con los espacios públicos allí. El espacio público que se afirmaba fracasó, y ahora tenemos unos monolitos corporativos, y letreros de Credit Control en el medio del pasillo.
TB: Hay sucursales de la cafetería Costa en todas las salas de espera de los hospitales del Servicio Nacional de Salud.
MF: Mi esposa es de Gravesend, y en un hospital cerca de Dartford, McDonald’s intentó ganar la licitación del restaurante. Que puedas tener negocios en los hospitales me hace pensar en un mundo de Philip K. Dick. No me opongo al cambio de manera intrínseca; me opongo al hecho de que el cambio que hay es una mierda. El tema con el capitalismo es que provee cosas que no le gustan a nadie. Cuando la gente habla de la libertad de elección y el capitalismo… Microsoft lo resume todo. Nadie lo quiere, todo el mundo debe tenerlo. Con las cadenas es igual. ¿Quién es fan de las cadenas? Casi nadie, pero todos debemos ir a ellas.
“Ahora el aburrimiento es un lujo que ya no podemos darnos, porque nuestros teléfonos no nos lo permiten: incluso cuando uno está esperando un bus o un tren, hay un flujo constante de estímulos de baja intensidad. El aburrimiento y la fascinación están mezclados. ”
SB: La gente solía quejarse de que los ferrocarriles de la British Rail llegaban siempre tarde, porque creíamos que éramos sus dueños. Ahora aceptamos que nos cobren demasiado, porque pueden, y que sean una porquería, porque no tenemos otra opción. Antes los sentíamos más cerca.
MF: Había un punto en modernizar esas industrias públicas, que eran dirigidas con una enorme ineficiencia, pero en realidad era un pretexto para privatizarlas. Deberían haberlas mejorado mientras eran públicas. Ahora que son privadas cuestan mucho más. Es una tarifa ridícula, el metro es muchísimo más caro que antes de la privatización. Es la destrucción de un ethos con sus propios trabajadores; lo mismo con los hospitales, ¿por qué no los limpian bien? Porque se usan contratistas privados cuyo único incentivo es hacer las cosas de la forma más barata posible, pagar a los empleados lo menos posible. Si no se tiene el ethos del servicio público, entonces se vuelve aún más lamentable. Es mala calidad pero con brillo. Es la realidad.
Boris Johnson, alcalde de Londres, se queda atascado en una tirolesa durante la presentación de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 en Victoria Park.
SB: Una vez más uno se topa con la misma paradoja. Es casi lo contrario de lo que se dice. Hay más opciones; pero en realidad no hay elección. Tiene más brillo, es mejor; pero no, es peor. Es más barato; es más caro. No creo que volvamos a la nacionalización, quizá no sea una buena idea.
MF: El poema que más me atrajo fue uno que aparece al comienzo, sobre la gente que no tiene boleto. Me pareció muy potente en muchos niveles. La dinámica de clases. Estuve en muchas de esas posiciones, tanto la de la persona que observa como la de quien no tiene el boleto.
TB: Me recordó a cuando agarraron al Canciller de Hacienda George Osborne en primera clase sin un boleto de primera clase. Dijo que no quería malgastar el dinero de los impuestos de la gente en un boleto de primera clase.
MF: ¡Bien! Hay que respetar la desfachatez improvisada de esa excusa ridícula.Nada resume al capitalismo mejor que eso, el hecho de que aún exista la primera clase. El otro día fui a Liverpool, y parecía que había que caminar interminablemente hasta llegar a la primera clase. Y, por supuesto, no había nadie en primera clase. ¿Resulta económico tenerla, o existe porque el sistema de clases lo requiere?
SB: Esa es la atracción de la primera clase, que no haya nadie ahí. La idea de la competencia en el tren era por completo defectuosa. No se puede ir a otra línea, en otro tren que salga a la misma hora, porque no lo hay.
MF: Lo único que la gente nacionalizaría sin pensarlo creo que son los trenes.
SB: Es caro para el gobierno hacerse cargo de los trenes, porque dan un montón de dinero público a las compañías privadas que luego aun así nos cobran un montón de dinero. No liberó las cosas, no nos dio libertad. Yo quiero renacionalizar el espacio público, no necesariamente para el Estado.
“El tema con el capitalismo es que provee cosas que no le gustan a nadie. Cuando la gente habla de la libertad de elección y el capitalismo… Microsoft lo resume todo. Nadie lo quiere, todo el mundo debe tenerlo. Con las cadenas es igual. ¿Quién es fan de las cadenas? Casi nadie, pero todos debemos ir a ellas.”
MF: Creo que hay que distinguir entre el espacio público y el Estado. El Estado es legítimo, diría yo, siempre y cuando facilite un espacio público, pero lo público debe ser pensado por separado. El Estado es una condición previa para lo público, pero no son lo mismo. La gente quiere espacios públicos, por eso Starbucks es popular, porque ofrece una socialización genérica. Es un espacio anónimo y genérico, incluso algo como el programa de talentos X-Factor, a la gente le gusta porque así participa de manera pública y colectiva en algo. Muestra que incluso en estas condiciones, donde ideológicamente todo va en contra de lo público, sigue habiendo un deseo de lo público, que solo recibimos de forma degradada. Lo que el comunismo ofrecería sería tener estos espacios genéricos donde la gente pueda entrar sin necesidad de pagar por un café de mierda. Es el espacio público que necesitamos en el futuro, en el que la gente se pueda reunir sin los agregados parasitarios del capital.
SB: Es como el tema de los medios y los fines. Ya decir esto me gusta. Yo voy hacia allá porque me gusta. Me parece difícil imaginar cómo sería el futuro ideal, pero pienso: ¿qué cosas funcionan? Hagamos más de esas cosas que funcionan.
MF: Creo que la tarea para nuestra imaginación hoy es pensar: ¿cuál es el futuro de lo público? Necesitamos aceptar que el cuento neoliberal que dice que lo público ya no existe se terminó. Si lo público no van a ser indus- trias estatizadas a la vieja usanza, centralización estatal y todo eso, ¿cómo va a ser en el futuro? No lo sabemos, tenemos que inventarlo.
Mark Fisher (Reino Unido, 1968-2017) Fue un escritor y teórico especializado en cultura musical. Colaborador regular de las publicaciones The Wire, Sight & Sound, Frieze y New Statesman. Ejerció como profesor de filosofía en el City Literary Institute de Londres y profesor visitante en el Centro de Estudios Culturales de Goldsmith, Universidad de Londres. Entre sus libros se cuentan Realismo capitalista (Caja Negra, 2016), Los fantasmas de mi vida (Caja Negra, 2018), Lo raro y lo espeluznante y K-Punk (Volumen I: Caja Negra, 2019). Su blog k-punk es uno de los blogs más populares sobre teoría cultural.
No niego que el volumen de información falsa esté aumentando dentro del discurso político, ni que ello resulte perjudicial para la democracia y sirva a los malos. Pero la información falsa en el discurso público no es nada nuevo.
Periodistas y políticos manifiestan su indignación porque hackers rusos están influenciando elecciones en los países democráticos occidentales. Esto es malo, pero cuesta ver en ello algo novedoso, ya que durante los últimos setenta años el sistema de medios y los servicios secretos estadounidenses han influenciado elecciones sistemáticamente en numerosos países, no solo en Occidente, sino en casi todas partes del mundo.
El dinero estadounidense influenció las elecciones generales de Italia del año 1948, y los servicios secretos estuvieron involucrados en el derrocamiento de Mohammad Mosaddegh en Irán en 1953, por nombrar tan solo dos ejemplos. Los medios de comunicación estadounidenses, por su parte, jugaron un claro papel incitando a la gente a rebelarse (por supuesto, con buenas razones) durante las manifestaciones antisoviéticas de 1989 y en la insurrección ucraniana de 2014.
Así que no hay nada nuevo en las fake news.
Lo que es nuevo son la velocidad y la intensidad de la infoestimulación, y por consiguiente la enorme cantidad de atención que es absorbida por la información (falsa o no).
La saturación de la atención social pone en peligro nuestras habilidades críticas.
Las habilidades críticas no son algo naturalmente dado, sino un producto de la evolución intelectual a lo largo de la historia. La facultad cognitiva que llamamos “crítica” es la capacidad del individuo para distinguir entre proposiciones verdaderas y falsas, así como entre actos buenos y malos, y solo se desarrolla bajo condiciones especiales. De hecho, para ser capaz de distinguir críticamente, nuestra mente necesita procesar información, sopesar y luego decidir. La capacidad crítica implica una relación rítmica entre estímulo informativo y tiempo de elaboración.
Por encima de determinado nivel de intensidad, la información ya no es recibida e interpretada como un conjunto complejo de proposiciones. Pasa a ser percibida como un flujo de estimulación nerviosa, un asalto emocional al cerebro.
La facultad crítica que fue crucial para la formación de la opinión pública en la era burguesa moderna fue el efecto de una relación especial entre la mente individual y la infoesfera, en particular la esfera constituida por medios impresos, libros y discusión pública.
La mente alfabética estaba engranada para elaborar un lento flujo de palabras dispuestas sobre la página de manera secuencial, lo que hacía que el discurso público funcionara como espacio de evaluación consciente y discriminación crítica, y que la elección política estuviera basada en la evaluación crítica y el discernimiento ideológico.
La aceleración de los infoflujos llevó a la saturación de la atención, por lo que nuestra capacidad para discriminar entre lo que es verdadero y lo que es falso se ve confundida y perturbada; la tormenta de infoestimulación nubla la vista, y las personas terminan por envolverse en redes de autoconfirmación.
La segunda venida, el nuevo libro de Franco Bifo Berardi, es nuestro lanzamiento de abril.
Hace veinticinco años, nuestra imaginación de la Internet naciente se basó en la idea de que esta nueva dimensión estaba destinada a tirar abajo todas las fronteras y hacer posible un proceso de confrontación abierta y libre.
Pero tuvimos razón solo en parte: Internet se convirtió en un espacio donde reverberan incontables cámaras de eco, repitiendo siempre un idéntico mensaje: competencia, identidad, agresividad.
Hasta donde alcanzo a entender, el principal problema del paisaje de medios contemporáneo no es la propagación de fake news, sino la descomposición de la mente crítica, cuyos efectos incluyen la credulidad entre las muchedumbres y la agresividad autoconfirmatoria de la multitud.
En la entrevista con el Washington Post mencionada más arriba, Paul Horner ofrece la siguiente explicación del éxito de Trump: “Honestamente, la gente es decididamente más estúpida. Hace circular cualquier cosa. Nadie se toma ya el trabajo de verificar nada. O sea, así es como fue elegido Trump”.
La regresión cultural de nuestro tiempo no tiene su raíz en el mayor número de mentiras que circulan en la infoesfera. Antes bien, es un efecto de la inhabilidad de la mente social para elaborar distinciones críticas, de la incapacidad de las personas para priorizar su propia experiencia social y crear un camino común para una subjetivación autónoma. Por eso la gente vota por manipuladores de los medios de comunicación que a su vez explotan su credibilidad.
En la Unión Europea se está debatiendo introducir regulaciones contra las fake news. Pero ¿quién va a decidir dónde está el límite entre lo falso y lo verdadero? ¿Debemos luchar por el restablecimiento de la verdad para restaurar la democracia?
“Así que no hay nada nuevo en las fake news. Lo que es nuevo son la velocidad y la intensidad de la infoestimulación, y por consiguiente la enorme cantidad de atención que es absorbida por la información (falsa o no). La saturación de la atención social pone en peligro nuestras habilidades críticas.”
La lucha por desenmascarar las mentiras de los medios oficiales ha sido siempre un punto esencial en la agenda de los movimientos sociales, pero no creo que la tarea principal de un movimiento social sea la lucha por la verdad.
A pesar de las complicaciones del discurso público y de las incontables mentiras que circulan en boca de los políticos, no es tan difícil saber la verdad, y la mayoría de las personas son conscientes de lo que es verdad: sabemos por experiencia que el capitalismo explota nuestro trabajo y que la dinámica financiera está empobreciendo la sociedad. Después de dos décadas de engatusamiento neoliberal, cada vez más personas han llegado a darse cuenta de que el capitalismo es una trampa. Lo que no sabemos es cómo salir de la trampa. No sabemos cómo reactivar la autonomía del cuerpo social. No necesitamos alguien que denuncie la realidad de la explotación: necesitamos alguien que nos diga cómo librarnos de la explotación.
Por eso tengo sentimientos encontrados acerca de la extraordinaria aventura de WikiLeaks. Cuando WikiLeaks reveló que el Ejército estadounidense había matado a civiles desarmados en Afganistán y otros lugares, le hizo un favor al mundo del periodismo, pero no agregó mucho a lo que ya sabíamos. Es sabido prácticamente por todos que un ejército hipermoderno mata inocentes en forma rutinaria. Solo el 9% de las víctimas de la Primera Guerra Mundial fueron civiles. En las guerras que se libraron desde fines del siglo XX, más del 90% de las víctimas han sido civiles. Por sí solo, estar al tanto de la depredación y la vio- lencia no ayuda a las personas a organizarse y a liberarse de las garras del poder. Y puede ser desalentador.
No es la verdad, sino la imaginación de líneas de escape lo que ayuda a las personas a vivir una vida autónoma y a rebelarse con éxito.
Pienso que Julian Assange hizo un gran trabajo al fortalecer el poder de la información independiente, pero su contribución al movimiento emancipatorio no consiste en haber revelado una verdad. Más interesante me resulta un costado diferente, acaso menos visible: WikiLeaks ha sido una importante experiencia de solidaridad entre periodistas, informáticos y personal militar que se rebelaron contra la hipocresía y la inhumanidad de la guerra. Ese es el mérito invalorable de WikiLeaks y otros actores hacktivistas. Pero la obsesión con la verdad que es propia de la cultura puritana ha producido efectos ambiguos, a tal punto de que algunas revelaciones han jugado en beneficio de Trump y de Putin.
La filosofía de WikiLeaks se basa en la descripción del poder en términos de secreto: los secretos son vistos como la fuente de autoridad y de mando.
Si uno devela el secreto, la verdad puede ser establecida.
Pero la verdad es inefectiva en sí misma, porque el juego de la enunciación es infinito. Una vez que descubres el contenido secreto, te enfrentas al enigma de la interpretación. La interpretación es la que decide en última instancia y hace posible la acción, y es un juego infinito que solo puede ser decidido por un acto de voluntad o por un acto de inclinación estética.
Más que secretos, los signos del poder son enigmáticos.
La fuente del poder es un enigma: nunca dejamos de buscar una autentificación, y no la encontramos porque el poder carece de autenticidad.
El secreto es un contenido oculto a la mirada del público. Necesitas la llave que abra la caja fuerte y sabrás la verdad oculta.
“La aceleración de los infoflujos llevó a la saturación de la atención, por lo que nuestra capacidad para discriminar entre lo que es verdadero y lo que es falso se ve confundida y perturbada; la tormenta de infoestimulación nubla la vista, y las personas terminan por envolverse en redes de autoconfirmación.”
Sin embargo, el proceso de subjetivación social no se basa en develar el secreto; se basa en el proceso de interpretación y de imaginación.
El enigma es un enunciado abierto que puede ser interpretado de infinitas maneras, y los enunciados del poder se asemejan más a enigmas que a secretos. Constantemente tienes que estar interpretando los signos del poder establecido para descubrir líneas de escape y de subjetivación.
El conflicto entre WikiLeaks y el establishment occidental se desarrolla dentro de la esfera del puritanismo anglosajón. Como captó con perspicacia Jonathan Franzen en Pureza, la cultura digital es el punto de llegada de la binarización epistemológica y de la purificación del lenguaje y el comportamiento social.
Lo que tenemos aquí es un conflicto entre dos formas diferentes de la cultura puritana: el culto de la centroizquierda de la corrección política versus el culto de WikiLeaks de una verdad ética que la corrección política enmascara a menudo con hipocresía.
Pero al final de la contienda, el ganador fue el barroco de Trump: el emperador de lo fake que surgió de las ruinas de la solidaridad social y el entendimiento crítico.
El caos le gana al orden, y el ruido artificial les gana a las voces humanas.
Escritor, filósofo y activista nacido en Bolonia, en 1949. Es una importante figura del movimiento autonomista italiano. Graduado en Estética por la Universidad de Bolonia, participó de los acontecimientos de mayo del 68 desde esa ciudad. Fue fundador de la histórica revista A/traverso, fanzine del movimiento creativo en el que participó entre 1975 y 1981, y promotor de la mítica Radio Alice, primera radio pirata italiana. Vivió en París, donde conoció a Félix Guattari, y en Nueva York. En 2002 fundó TV Orfeo, la primera televisión comunitaria italiana. Actualmente es profesor de Historia social de los medios en la Academia de Brera en Milán. Como autor escribió numerosos ensayos y ponencias sobre las transformaciones del trabajo y los procesos de comunicación en el capitalismo postindustial. Sus textos fueron publicados en distintos idiomas. Algunos de sus títulos son: Mutazione e Cyberpunk, Cibernauti, La fábrica de la infelicidad, Generación post-alfa, Félix, y La sublevación.
FILOSOFÍA MILITANTE: ACTUALIDAD DEL OPERAÍSMO EN AMÉRICA LATINA
FILOSOFÍA MILITANTE: ACTUALIDAD DEL OPERAÍSMO EN AMÉRICA LATINA
Por Emiliano Exposto
I.
La editorial Caja Negra publicó a mediados del 2020 el libro Neo-operaísmo, compilado por Mauro Reis. El texto reúne intervenciones de varixs autorxs, como Toni Negri y Silvia Federici, Franco “Bifo” Berardi y Verónica Gago, Maurizio Lazzarato y Andrea Fumagalli. La tradición del operaísmo es una caja de herramientas para repensar nuestras estrategias emancipatorias y practicar nuevos futuros.
Si nuestro desafío contemporáneo consiste en reimaginar las revoluciones, el “neo-operaísmo” nos ofrece materiales para conjugar las luchas feministas, populares, ecológicas, obreras y disidentes del actual periodo histórico. Y esto con una intuición elemental: las luchas populares tienen una prioridad epistemológica para combatir y comprender las formas de explotación, precariedad, extractivismo y dominio. Porque, como dice Verónica Gago, las revoluciones no han muerto. En cambio, hoy se han transformado los modos de imaginarla, practicarla y organizarla. Los feminismos y ecologismos populares, los sectores radicales del precariado y el sindicalismo combativo, entre otras figuras de protagonismo social, vienen a evidenciar las mutaciones subjetivas involucradas en los procesos de transformación. Estos movimientos populares y militancias revitalizan aquí y ahora la experiencia misma de las revoluciones, replanteando incluso la cuestión de la eficacia política. En este marco, el operaísmo resulta un archivo cardinal en la medida en que cada categoría examinada se relaciona con la naturaleza antagonista de la lucha de clases en el plano de las vidas, trabajos y territorios. Necesitamos retomar la ofensiva por una alternativa política: replantear el problema de la transición postcapitalista.
Estamos ante un artefacto de investigación militante que aporta a la reconstrucción actual de las estrategias emancipatorias en todos los frentes de lucha. Contribuye a la construcción de una contrahegemonía material. En este caso, la lucha ideológica y cultural no se resume a los medios de comunicación, a las campañas de concientización, a la denuncia o a la articulación discursiva de demandas “desde arriba”. La batalla contrahegemónica “desde abajo” se da en los conflictos en torno a las sensibilidades y malestares, en los espacios urbanos y domésticos, en las tecnologías y salud popular. Como sucede con muchos otros libros de la colección “Futuros Próximos”, este podría ser ubicado en la agenda de las lecturas políticas fundamentales para deshacer el consenso dominante, interviniendo en una coyuntura cuyas encrucijadas subjetivas se debaten entre crisis y revueltas, pandemias y fascismos.
II.
Me interesa destacar un punto en particular del operaísmo: su contribución a la gestación de un método para una filosofía militante. Junto al escritor e investigador popular Mariano Pacheco, venimos llevando adelante un trabajo colectivo para actualizar la tradición de una filosofía militante que asume el punto de vista de las luchas populares. Una investigación cuyos conceptos se crean a partir de procesos de luchas. Militante es aquella filosofía practicada como un método específico de análisis y como un dispositivo concreto de politización. O en otros términos, es una práctica de comprensión y una herramienta organizativa de combate. La comprensión del antagonismo es inseparable de la organización de las resistencias para combatir las formas de poder, explotación del trabajo y precarización de las vidas. Se trata menos de una teoría crítica de la dominación que de una clínica política de las posibilidades de emancipación. Mantiene una escucha de los saberes que las luchas abren aquí y ahora. Es una suerte de etnografía encargada de detectar potencias de inservidumbre, desobediencia y desacato en el presente. Los movimientos populares abren deseos, imaginarios y prácticas de subjetivación que pueden desbordar la impotencia del realismo capitalista, ampliando nuestras autonomías y participación social.
El operaísmo explora los procesos destituyentes, constituyentes e instituyentes que las experiencias de lucha y organización movilizan para sabotear el realismo capitalista. Apunta hacia la construcción de saberes útiles al interior de las luchas. Son estas quienes ponen las premisas sensibles y cognitivas contra el mando del capital. En las luchas surgen saberes y deseos que tiende a superar los límites subjetivos del poder capitalista. Debemos escuchar los posibles emergentes en los movimientos y las resistencias cotidianas. Se trata de una búsqueda colectiva de modos de organización acordes a las nuevas formas de resistencia, contrapoder y sensibilidad. El operaísmo tiene como horizonte una subjetivación antagonista contra el capital y contra nosotros mismos en tanto subjetividad capitalista. Los procesos de subjetivación son comprendidos como prácticas concretas creadas en situaciones y dispositivos reales.
La co-investigación operaísta podría ser ubicada en la tradición de la filosofía de la praxis de Gramsci. A partir de nombres propios como Mezzadra o Virno, se hace de la filosofía un territorio de la lucha de clases en la teoría: un momento crucial de la batalla ideológica y cultural. Este archivo se nutre asimismo de herramientas de la (micro) sociología, los saberes subalternos o la crítica feminista de la economía política. El operaísmo comparte búsquedas con la pedagogía popular o el esquizoanálisis de Guattari-Deleuze. Ha sido fundamental su cruce con el postestructuralismo francés y con las luchas italianas de los sesenta y setenta. Hoy en día inspira investigaciones militantes en diferentes prácticas: salud mental, feminismos, economía popular, sindicalismo, comunicación, arte o urbanismo. ¿Cómo no ceder ante la tentación de ubicar cierto hilo rojo de filosofía militante en la tradición comunista, uno que hilvane a Luckács con Rosa Luxemburgo, pasando por Marx, Lenin o José Carlos Mariátegui?
El operaísmo es una investigación enfocada en la potencia política de las posibilidades creadas por las luchas populares. Estas potencias atravesadas por la fragilidad impugnan la impotencia progresista y la prepotencia de los neoliberales. Una filosofía militante, por esta razón, es aquella que habla la gramática de los “nuevos movimientos sociales”. El interrogante por la formación de nuevas subjetividades revolucionarias se prolonga en la cuestión de la eficacia de la praxis emancipatoria, sobre el fondo del cambio personal y colectivo. La investigación popular es parte de la formación, constitución y transformación del sujeto antagonista. No diferencia entre objeto y sujeto. Se realiza junto a colectivos autónomos en situaciones de lucha. Habita la incerteza, el no saber, la incertidumbre.
Hablamos de un materialismo activista surgido del contacto real con experiencias proletarias y disidentes, feministas y populares. Es en la resistencia de la vida precaria contra el extractivismo donde anidan las potencias emancipatorias para renovar los saberes, cuidados y contrapoderes. Porque en los procesos de emancipación emergen nuevos modos de vida y nuevas disposiciones de lucha. La investigación antagonista es un problema de la praxis situada, en la cual podemos hacer de nuestra experiencia una fuente de conocimiento para el combate. En la actualidad podríamos decir que las rebeliones antineoliberales desarrollan una politización de las subjetividades en esta dirección. Estas luchas expresan menos una “toma de conciencia” que la eclosión de una nueva sensibilidad. Contra la creencia según la cual viviríamos una lenta cancelación del futuro, las luchas arman nuevos futuros. Están creando estrategias desde abajo para una novedosa “toma de la inconsciencia de clase” (Fisher)
Todas las imágenes pertenecen al Taller Popular de Serigrafía, un colectivo de artistas que existióentre 2002 y 2007. Estuvo integrado por Diego Posadas, Mariela Scafati, Magdalena Jitrik, Omar Lang, Karina Granieri, Carolina Katz, Verónica Di Toro, Leo Rocco, Pablo Rosales, Christian Wloch, Julia Masvernat, Juana Neumann, Guillermo Ueno, Catalina León, Horacio Abram Luján, Daniel Sanjurjo y Hernán Dupraz.
III.
Deseo resaltar brevemente tres conceptos operaístas: tendencia, crisis y composición de las clases trabajadores. Todas estas nociones están relacionadas con un problema de método: insistir en la centralidad del antagonismo, haciendo particular énfasis en las mutaciones en los poderes y resistencias, afirmando la autovalorización popular (autonomía) contra la valorización del capital (automatismos). Un operaísta es hábil para cargar de conflictividad a todas las categorías de la crítica práctica anticapitalista.
Por un lado, las tendencias del capitalismo no aparecen aquí como una flecha objetiva de la historia, sino un campo de posibilidades en disputa. Al contrario de cierto marxismo tradicional, las tendencias están cargadas de conflictividad, descubren un antagonismo entre fuerzas sociales en lucha. En las tendencias se debaten dominio y resistencia, servidumbre y desobediencia, explotación y sabotaje. Pues el capital es una relación contradictoria entre subjetividades antagónicas. Es una relación social dual: encierra mando y desobediencia. Los sujetos colectivos se constituyen en un lazo entre estructura y cambio mediado por las luchas. El desarrollo del capital es una reacción al movimiento antagonista de las clases trabajadoras, las cuales son capaces de poner en crisis y subvertir el sistema.
Por otro lado, las crisis no se presentan como resultado de las contradicciones internas del capitalismo, sino como efectos de las luchas de clases. Las crisis responden a la incapacidad del capitalismo de subsumir totalmente nuestras facultades subjetivas a la reproducción del capital. Crisis ante la imposibilidad de subordinar sin resistencias las vidas bajo la valorización. Como señala Diego Sztulwark en un libro que admite ser leído como filosofía militante, La ofensiva sensible, las crisis son una premisa del pensamiento operaista; no un objeto de estudio, un infierno del cual salir o una patología. Las “subjetividades de las crisis” son aquellas que manifiesta una inadecuación del poder. Forman una perspectiva para habitar situaciones de anomalía, donde implosionan las normalidades. En tiempos de crisis ecológicas, económicas, subjetivas, sanitarias y reproductivas, esto resulta útil para elaborar una política de las crisis. El operaísmo asume entonces la premisa de las crisis desde el punto de vista de las luchas populares. Es una fenomenología de las crisis en el campo estratégico de las luchas sociales.
“El operaísmo explora los procesos destituyentes, constituyentes e instituyentes que las experiencias de lucha y organización movilizan para sabotear el realismo capitalista. Apunta hacia la construcción de saberes útiles al interior de las luchas. Son estas quienes ponen las premisas sensibles y cognitivas contra el mando del capital. En las luchas surgen saberes y deseos que tiende a superar los límites subjetivos del poder capitalista. Debemos escuchar los posibles emergentes en los movimientos y las resistencias cotidianas.”
No hay política radical sin protagonismo de las clases trabajadoras. Esta fuerza social se está gestando en la radicalidad de los feminismos populares, el sindicalismo combativo y el precariado organizado. Los activismos de la disidencia sexual, mental o corporal, los ecologismos populares y las luchas antirracistas, también podrían ser comprendidos como momentos de una nueva lucha de clases ampliada. Estas luchas constituyen los vectores de radicalidad, pluralidad y masividad. Emergen como un nuevo protagonismo. Hablamos de unas luchas de clases interseccional, surcadas por conflictos sexuales, raciales, ambientales y clasistas. Estos configuran una política de las crisis: una politización de la precariedad y la explotación, partiendo de una condición compartida de dolor, desigualdad y desacato. Aquí el pensamiento militante busca combinar acumulación de fuerzas y crisis, en momentos de catástrofe, estallidos masivos, colapsos subjetivos, imaginarios apocalípticos y progresismos impotentes. Las luchas actuales revelan unas crisis de las subjetividades que exceden lo ideológico. Son crisis en los dispositivos de colonización de los sujetos. Patentizan los signos de una desobediencia contra el dominio, capaz de producir mapeo de violencias y conflictos, amplificando a su vez nuestros derechos, autonomías, capacidad de deliberación y decisión. El fracaso de la subjetivación neoliberal hace síntoma en las revueltas populares que conmocionan nuestra región, pero también en los nuevos fascismos.
Por último, el concepto de “composición de clase”. Este nos ha enseñado a practicar una filosofía militante desde la perspectiva de las clases populares en lucha; desde la visión de los saberes y contrapoderes subalternos en movimiento. La composición de esta clase racializada y sexualizada cuenta con una triple dimensión. La primera es la organización de la fuerza de trabajo en una clase trabajadora en las relaciones de producción (composición técnica). La segunda son las formas de vida en los campos del consumo, el intercambio y la reproducción social (composición subjetiva). La tercera es la organización de los oprimidos como una fuerza para las luchas de clases (composición política).
La composición técnica alude a la explotación y resistencia del trabajo en los automatismos de la máquina capitalista. La composición política refiere a los métodos de organización y lucha autónoma. Y la composición subjetiva remite a la interiorización de las contradicciones en la clase trabajadora y en los propios sujetos. Se trata de las sensibilidades, sentidos, deseos, imaginarios, signos y afectos. La lucha de clases atraviesa nuestros cuerpos, oscilando entre subjetivaciones normativas y disidentes. Me interesa particularmente este plano: incluye factores como las costumbres, las identidades, las creencias y aspiraciones, los parentescos, la salud, las memorias, los sentimientos, la educación, etc. Una multiplicidad de trabajadorxs sociales, terapeutas, docentes, artistas, programadorxs, sindicalistas, activistas y militantes del campo popular estamos en el centro de una lucha por la composición subjetiva de lxs subalternxs: una batalla por deseos, memorias y sensibilidades. Una disputa por los sentidos y fuerzas culturales que admite la figura de un sindicalismo social de las formas de vidas cotidianas. Donde la lucha se da de inmediato en los terrenos de los modos de vida, de la producción y la reproducción social, articulando las demandas salariales, contra el ajuste y la precariedad, junto a las luchas por la vivienda, la salud colectiva y la salud mental, la educación, los cuidados, los inmuebles, etc.
La composición de clase abre la pregunta por el trabajo, el territorio, el conflicto en el mundo del trabajo y la dinámica actual de la lucha de clase. Esto es lo que está en juego en este concepto como saber útil para los activismos y militancias. Porque, justamente, los feminismos y las economías populares complejizan ahora mismo la noción de trabajo, conflicto social, territorio y clase trabajadora, mapeando nuevas figuras de radicalidad, desacato y protagonismo social. Detectan el carácter diferencial y desigual en la explotación y precarización de las vidas. Captan la heterogeneidad de la composición actual de unas relaciones de clase racializadas y sexualizadas. Rastrean una multiplicidad de formas de trabajo y subjetividades resistentes, como los trabajos domésticos, “informales”, afectivos, psíquicos o cognitivos.
Vidas proletarias son lxs trabajadorxs “formales” y de la economía popular, lxs migrantes y campesinxs, lxs locxs, cientificxs y jóvenes precarizadxs. Estas vidas protagonizan unas luchas sociales múltiples, surcadas por conflictos anticapacitistas y feministas, étnicos y plebeyos. Las disidencias mentales, sexuales o corporales, al igual que los ecologismos populares, son parte de la conflictividad de una “nueva multitud”. Se trata de unas luchas con sus intensidades e historias, donde cada uno de conflictos ocupa un lugar diferencial en la dinámica coyuntural del cambio. Las clases populares se construyen en una tensión entre estructura y agencia política mediada por las luchas y las correlaciones de fuerzas. De aquí surge la necesidad de renovar ciertas imágenes de movilización y cambio, ciertos métodos de organización, para cuidar diversos modos de vida implicados en las politizaciones actuales.
Los conceptos de tendencia, crisis y composición de clase tienen una particularidad: acentúan el punto de vista desde las luchas populares y subrayan la centralidad del antagonismo y la subjetividad. Un antagonismo entre la cooperación proletaria y las reestructuraciones reactivas del capital; entre la automatización de las vidas bajo el capital y las luchas por la autonomización de las subjetividades populares. En oposición a la valorización capitalista, la “autovaloración obrera” amplifica la decisión, la deliberación y la desobediencia autónoma desplazando el poder a las organizaciones sociales, territorios y movimientos. Prescindiendo de todo esencialismo del sujeto, la subjetivación antagonista es resultado de conflictos. Se trata de unos sujetos concretos en situación, y no de un sujeto abstracto de la totalidad.
La producción de subjetividad es el reverso de la política: sin transición subjetiva no hay revoluciones deseables. La política operaísta es opuesta a la política populista: impulsa proceso de poder proletario desde abajo, politizando las economías y relaciones sociales de producción, consumo y reproducción social. Las inadecuaciones con el poder son el principio de una contracoherencia, porque la composición subjetiva de las vidas populares es arena de las luchas de clases. Ante la tristeza descripta por el realismo capitalista, el operaísmo promueve una reapropiación clasista de las máquinas técnicas y subjetivas. ¿De qué manera conjugar las visiones operaista de organización y subjetivación autónoma en los movimientos populares, con las perspectivas programáticas de la lucha por el poder, la formación de cuadros políticos, las estrategias de transición y de ruptura con las clases dominantes.
“No hay política radical sin protagonismo de las clases trabajadoras. Esta fuerza social se está gestando en la radicalidad de los feminismos populares, el sindicalismo combativo y el precariado organizado. Los activismos de la disidencia sexual, mental o corporal, los ecologismos populares y las luchas antirracistas, también podrían ser comprendidos como momentos de una nueva lucha de clases ampliada. Estas luchas constituyen los vectores de radicalidad, pluralidad y masividad. Emergen como un nuevo protagonismo. Hablamos de unas luchas de clases interseccional, surcadas por conflictos sexuales, raciales, ambientales y clasistas. Estos configuran una política de las crisis: una politización de la precariedad y la explotación, partiendo de una condición compartida de dolor, desigualdad y desacato.”
IV.
El operaísmo pretende refutar el regocijo de ciertas teorías críticas contemporáneas. Nos referimos al pensamiento paralizado con los límites impuestos por la dominación. Un pensamiento que tiende a repetir las obviedades del gobierno neoliberal, reforzando los efectos postderrota del capitalismo en las fuerzas emancipatorias. Para el operaísmo, en cambio, los límites del capital también son subjetivos: los ponen quienes luchan y subvierten las sujeciones creando nuevos posibles. No piensa desde la impotencia. Es una escucha de las potencias de ciertas experiencias. Estas no son posibilidades puras del pensamiento abstracto, sino efectividades reales de las luchas concretas. Los movimientos populares crean lenguajes y fuerzas para exceder los límites inestables del realismo capitalismo.
El operaísmo es una contribución para recrear una cultura política de izquierdas. John William Cooke, referente esencial del peronismo revolucionario, escribió hace más de cincuenta años sus Apuntes para la militancia. El Colectivo Situaciones, mencionado en la introducción del libro aquí comentado, publicó hace unos veinte años un texto fundamental: 19 y 20. Apuntes para el nuevo protagonismo social. Durante los años noventa, tras el levantamiento zapatista, en Argentina se notaba una conspiración profunda entre el lenguaje de las luchas populares y los conceptos operaistas. Una suerte de contagio entre vidas, ideas y luchas. En 2019, en el libro Desde abajo y a la izquierda, el mismo Mariano Pacheco avanza en un concepto de filosofía militante. Lo hace pensando al interior de las posibilidades abiertas por “el ciclo de luchas autónomas”; opera como un fenomenólogo de las resistencias de los noventa hasta los gobiernos progresistas, pasando por las experiencias bolivianas o venezolanas, llegando incluso al ascenso del macrismo. La potencia feminista de Verónica Gago emplea el método de la investigación militante desde los feminismos. El artículo “La izquierda sin sujeto” de León Rozitchner es un clásico de filosofía militante argentina. He allí una crítica de la razón militante tradicional, preocupada por construir una “nueva racionalidad emancipatoria” donde no se escinda lo pensado de lo sentido, las formas de lucha de las imágenes fosilizadas de cambio social, las experiencias de organización de las representaciones intelectuales. Recuperando hipótesis del Che Guevara, Rozitchner aborda problemas de importancia actual: la eficacia política, la transformación de lo subjetivo, los enfrentamientos, la guerra. La revista Pasado y Presente también podría ser leída dentro de esta “tradición subterránea” de la filosofía argentina, cuyas preguntas resulta urgente actualizar en todos los frentes de lucha posibles.
En esos textos, la filosofía militante no debe confundirse con una teoría “para” las militancias o una teoría “de las militancias”, sino como la misma condición política de la filosofía. El criterio de verdad de los enunciados y prácticas se encuentra en lo real de los conflictos sociales. Con “militancia” no hablamos solo de referentes de un discurso o lugares de enunciación. Remitimos a una situación que conjuga la investigación política con la organización de las subjetividades antagonistas. No aludimos a una militancia de la filosofía, ni solo a las filosofías que hacen (e hicieron) las militancias. El operaísmo es un pensamiento hecho bajo el efecto de los fenómenos insurreccionales. Conecta modos de vida, luchas concretas y enunciados, presentando atención a la historicidad. Es una filosofía que piensa por los gestos de insubordinación que hacen vibrar el cuerpo social. Lxs operaístas escriben para incidir en los antagonismos sexuales, raciales y clasistas de unas luchas de clases plurales. Su gesto consiste en restituir el carácter constituyente de lo subjetivo, su signo excedente respecto del poder. Si el operaísmo asume que “conoce verdaderamente quién combate” (Tronti), es porque otorga prioridad cognitiva a las luchas concretas. Primero las luchas populares, luego el desarrollo capitalista, es una afirmación operaísta.
El término “filosofía militante” no designa una práctica intelectual específica organizada en una determinada fuerza social (intelectual orgánico); ni tampoco la condición del propio compromiso político de un grupo cultural, colectivo o autora en cuestión (intelectual comprometido). No apunta a una posición ideológica o a la acumulación de ciertos saberes a partir de las experiencias políticas. Al contrario, señala una disposición sensible del pensamiento: una experiencia de pensamiento implicada en los conflictos reales. Donde se anudan sensibilidad y militancia, historicidad y teoría. El carácter colectivo de estas investigaciones es crucial. A esto responde la inclusión de varias duplas o grupos en la compilación, como los colectivos “General Intellect” o “Commonware”. Asimismo, el sentido situado del pensamiento militante se percibe en diversas reflexiones sobre las mutaciones urbanas, la pandemia del Covid-19, las transformaciones tecnológicas de los últimos años, o las gramáticas de la politización que van desde el 15M hasta Podemos en España según el texto de Antonio Gómez Villar. Lo que está en juego entonces es la función intelectual, un “modelo de intelectualidad popular” al interior de las luchas.
La parcialidad de la perspectiva (el punto de vista proletario, la visión de las luchas populares) no implica prescindir de una comprensión estratégica de la totalidad y los desafíos emancipatorios. Al contrario, el operaísmo busca combinar situación y universalidad, cuestión nacional e internacionalismo. Por eso es un pensamiento del territorio, una investigación de los modos de vida, una filosofía de las fechas: involucra genealogías y mapeos concretos. Estamos ante un intento por realizar una lectura interna de las luchas, conjugando territorios situados y tiempos específicos. Es una fenomenología política, y no una descripción objetiva. El operaísta no es un intérprete exterior, sino un fenomenólogo de la situación. No corresponde a esta filosofía la figura del búho de minerva hegeliano, sino la de quien piensa al calor de las potencias, obstáculos, fragilidades y cuidados de las luchas.
La reimaginación de las revoluciones no vendrá de las hipótesis de laboratorio de los intelectuales. Hay movimientos sociales y revueltas populares que vienen desarrollando un nuevo protagonismo capaz de revivir la experiencia de los horizontes emancipatorios. Las luchas de los feminismos, el precariado, los indigenismos y los ecologismos forman el suelo sensible para repracticar nuestras revoluciones. Crean otras sensibilidades, ideas y experiencias de organización. Incluso redefinen el sentido del anticapitalismo, al discutir las estrategias con otras alianzas con el sindicalismo obrero y combativo. Es urgente otra política, otro cuerpo colectivo. Hoy la resistencia se convierte en un bloqueo de la normalización capitalista. Un sabotaje a la captura de la riqueza social que pone en crisis la dominación, dirimiendo la reapropiación colectiva de nuestros comunes. Estas luchas actualizan la imaginación política con otros conceptos de situación y enfrentamiento, emancipación y radicalidad, internacionalismo y poder popular, prefigurando un nuevo realismo político revolucionario. Las luchas actuales operan como lentes para leer nuestros conflictos. La contraofensiva fascista nos da una lectura a contrapelo de la fuerza de insubordinación de las luchas en curso. Aquí se juega la posibilidad de conquistar un nuevo concepto de eficacia política. A fin de cuentas, la filosofía militante del “neo-operaísmo” nos otorga saberes útiles para recomponer el vínculo entre luchas, deseos, malestares y teorías.
Emiliano Exposto es investigador militante y docente de filosofía. Actualmente está realizando un doctorado becado por Conicet. Integra la Cátedra Abierta “Félix Guattari” de la Universidad de los trabajadores (IMPA) y la Cátedra “Construcción histórica de la subjetividad moderna” fundada por León Rozitchner en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Es autor de los libros El goce del capital. Crítica del valor y psicoanálisis (Marat), Manifiestos para un análisis militante del inconsciente (Red Editorial), y Las máquinas psíquicas: crisis, fascismos y revueltas (La docta ignorancia)