Sobre el significado de las ciencia-ficciones económicas

por Mark Fisher

6 abril, 2020

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El realismo capitalista postula al capitalismo como un sistema libre de las ilusiones sentimentales y las mitologías consoladoras que gobernaron a las sociedades en el pasado. El capitalismo opera con la gente tal y como es, no busca rehacer la humanidad a partir de alguna imagen (idealizada), sino que alienta y libera esos “instintos” de competencia, autopreservación y espíritu de emprendimiento que han de emerger siempre, sin importar cuánto se intente reprimirlos o contenerlos. La bien conocida paradoja del neoliberalismo, no obstante, fue que requirió de un proyecto político deliberado, llevado a cabo por la maquinaria del Estado, para reafirmar esta imagen de lo humano. Philip Mirowski ha argumentado que el neoliberalismo puede ser definido por una doble (y ambigua) actitud hacia el Estado: en el nivel exotérico de la polémica populista, el Estado es algo a despreciar; en el nivel esotérico de la estrategia real, el Estado es algo a ser ocupado, instrumentalizado. El alcance y la ambición del programa neoliberal de restaurar lo que nunca pudo ser suprimido fueron resumidos por el infame comentario de que “el método era la economía, la meta era la de cambiar el alma”; el eslogan del estalinismo de mercado. La metafísica libidinal que subyace al neoliberalismo bien podría llamarse libertarianismo cósmico: más allá y por debajo de las estructuras sociales, políticas y económicas que restringen, el espíritu de empresa existe como potencial en ebullición ansioso por ser liberado. Frente a ello, por tanto, la meta de la política de acuerdo con la doctrina exotérica del neoliberalismo es esencialmente negativa: consiste en un desmantelamiento de esas estructuras que mantienen encerradas a las energías del emprendimiento. En la realidad, por supuesto, y como señaló el comentario de Thatcher, el neoliberalismo era un proyecto constructivo: el sujeto económico competitivo fue el producto de un vasto proyecto de ingeniería libidinal e ideológica. Y, como Jeremy Gilbert −a partir de la obra de Michel Foucault− ha observado, el neoliberalismo ha sido en efecto caracterizado por un pánico fiscalizador: su retórica de liberar el potencial individual oculta su represión y su miedo a la agencia colectiva. La colectividad es siempre estúpida y peligrosa: el mercado es capaz de funcionar de manera efectiva únicamente si se trata de una masa descortezada de individuos, solo así pueden generarse sus propiedades emergentes.

Captura del film Metropolis (1927), de Fritz Lang.

Captura de Things to Come (1936), film de William Cameron Menzies, inspirado en la novela de H.G. Wells The Shape of Things to Come.

Lejos de ser un sistema liberado de las ficciones, el capitalismo debería ser visto como el sistema que libera las ficciones para que imperen sobre lo social. El campo social capitalista está tramado por lo que J.G. Ballard llamó las “ficciones de todo tipo”. Ballard tenía en mente los banales aunque potentes productos de la publicidad, las relaciones públicas y el branding, sin los que el capitalismo tardío no podría funcionar, pero está claro que lo que estructura la realidad social –la así llamada “economía” – es en sí mismo un tejido de ficciones. Debe aquí enfatizarse que las ficciones no son necesariamente falsedades o engaños; están lejos de eso. Las ficciones sociales y económicas siempre eluden al empirismo: nunca están dadas en la experiencia dado que son lo que estructura la experiencia. Pero el fracaso empirista para asir estas ficciones demuestra sus propias limitaciones. La experiencia siempre es solo posible sobre la base de una red de virtualidades inmateriales: regímenes simbólicos, proposiciones ideológicas, entidades económicas. Debemos resistir cualquier tentación de idealismo aquí: estas ficciones no son urdidas en la mente de individuos ya existentes. Al contrario, el sujeto individual es algo como un efecto especial generado por estos sistemas ficcionales transpersonales. Podríamos denominar a estas ficciones virtualidades efectivas. Bajo el capitalismo, estas virtualidades escapan a cualquier pretensión de control humano. Quiebras financieras producidas por instrumentos arcanos, negociaciones bursátiles automatizadas de alta velocidad… pero ¿qué es el capital “en sí mismo” sino una enorme virtualidad efectiva, un inexorable agujero negro en expansión que crece chupando las energías social, física y libidinal hacia sí mismo?

Aparentemente, el capitalismo no se vio debilitado por el crash del 2008. Si bien el populismo de derecha ha sido pavorosamente exitoso, el anticapitalismo no ha probado ser un movilizador suficiente. De manera provocativa, podríamos hipotetizar que la emergencia del anticapitalismo puede correlacionarse con la emergencia del realismo capitalista. Cuando el socialismo realmente existente desapareció –y la socialdemocracia siguió sus pasos con prontitud– la izquierda radical rápidamente dejó de ser asociada con un proyecto político positivo y empezó a estar definida solo por su oposición al capital. Como incesantemente corean los porristas del capital, los anticapitalistas no han logrado todavía articular una alternativa coherente. La producción de nuevas ciencia-ficciones económicas [economic science fictions] se vuelve por tanto un imperativo político urgente. Uno no puede simplemente oponerse a las ficciones económicas del capitalismo. Estas necesitan ser combatidas por ciencia-ficciones económicas que puedan ejercer presión sobre la actual monopolización de las realidades posibles bajo el capital. El desarrollo de ficciones económicas constituiría así una forma de acción indirecta sin la cual la lucha por la hegemonía no triunfará.

Captura de Things to Come (1936).

Es fácil verse intimidado por la dimensión aparente de este desafío (¡inventa un programa completamente funcional para una sociedad postcapitalista o el capitalismo reinará por siempre!). Pero no debemos dejarnos acallar por esta falsa oposición. No es una visión única y total lo que se requiere, sino una multiplicidad de perspectivas alternativas, cada una de ellas potencialmente abriendo una grieta hacia otro mundo. La exhortación a producir ficciones implica un espíritu abierto y experimental, una cierta soltura de las pesadas responsabilidades asociadas con la generación de programas políticos determinados.  Sin embargo, las ficciones pueden ser motores para el desarrollo de las políticas futuras. Pueden ser máquinas para diseñar el futuro: las ficciones sobre cómo puede verse un, digamos, nuevo sistema de vivienda, salud o transporte inevitablemente nos llevan a imaginar también qué tipo de sociedad podría albergar y facilitar estos desarrollos. Por decirlo de otro modo, las ficciones pueden contrarrestar el realismo capitalista al ofrecer alternativas a lo pensable del capitalismo. No solo eso: las ficciones son también simulaciones en las que podemos comenzar a percibir cómo sería vivir en una sociedad postcapitalista. La tarea es producir ficciones que puedan ser convertidas en virtualidades efectivas, ficciones que no solo anticipen el futuro, sino que puedan ya empezar a hacerlo realidad.

*El texto original se encuentra incluido en la antología Economic Science Fictions, William Davies (ed.), Londres, Goldsmiths Press, 2018. Esta traducción pertenece a Matheus Calderón.
**La imagen miniatura que ilustra esta entrada es la cubierta de la novela We de Yvegny Zamyatin.