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Siempre me interesó la definición de Giulio Einaudi, el mítico editor italiano, cuando sostenía que la edición era como un laboratorio: un laboratorio de ideas, de investigación, de retórica. (Otras veces, la llamaba “edición sí”.) Caja Negra es una de las editoriales del siglo XXI que sigue con más convicción ese camino, proponiéndoselo o no. Pero además, lo lleva a sus límites. Para Caja Negra, editar hoy no es (solo) construir un buen catálogo, proponer colecciones nuevas, traducir autores cuya lectura se vuelva imperiosa, necesaria. Tampoco eligen pensar el libro como único soporte de esos contenidos: el libro como centro imperial de la cultura. En cambio esta editorial decidió aprovechar al máximo ese laboratorio que es la edición y experimentar a partir del libro, haciéndolo desbordar, creando combinaciones múltiples, preparados, precipitados, abiertos y expectantes de los resultados improbables, imprevistos. Investigando hasta dónde puede llegar la edición, qué límites puede superar, qué barreras dinamitar, en asociación, cruce, acople con qué otras experiencias se puede pensar. Porque editar o leer (verbos que se superponen para los editores de Caja Negra) son modos de la experiencia: leer, editar, no es seleccionar palabras, ideas, autores, y ponerlos en letra de molde, hacerlos público, darles circulación y ya. Editar es un modo de experiencia en sentido fuerte; leer es un modo de experiencia en sentido fuerte: nada debería quedar igual después. Leer, editar para estos editores es cruzar palabras con música experimental, con imágenes, fiestas, DJs, performances, clínicas de escritura, para que nada sea lo que era. Caja Negra sacó los libros de los anaqueles de las librerías y las bibliotecas y los acopló con otras experiencias urbanas para que no solamente el lenguaje sea un virus burroughsiano, sino que la máquina editorial sea ella misma un virus que ponga en estado de interrogación al mundo. Editar no es el fin sino el comienzo.
¡Felices quince años para Caja Negra y todo su equipo!