DISCO DEL FUTURO

6 diciembre, 2024

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No son tantos los momentos de la música popular en que se unen la innovación y el éxito de forma simultánea. Por lo general, una capa se destaca por encima de la otra, pero cuando ocurre ese fenómeno, esa sincronicidad, tiende a marcar un eje en la cultura. No es casual que Simon Reynolds haya optado por comenzar Futuromanía con la historia de “I Feel Love”  de Donna Summer, porque la canción simboliza uno de esos tiempos en que la música miraba hacia adelante. Y quienes la oían parecían entender el mensaje: el futuro acaba de llegar.

En su nuevo libro, Reynolds estudia con detalle esos instantes de los últimos 50 años, cuando algún artista o una escena dictaban el porvenir de los sonidos. De Kraftwerk a Boards of Canada, de los sintetizadores del prog rock a los pasajes neblinosos de Burial, Futuromanía reúne una serie de ensayos en los que el crítico despliega su tradicional erudición con estilo amable (algunos textos fueron publicados previamente en medios periodísticos) e intención cronológica. En ese aspecto, el inicio con la historia de “I Feel Love”  -además de ser lo más exhaustivo que se haya escrito sobre este himno dance– es un punto de partida genial, porque la intención manifiesta de Giorgio Moroder y Pete Bellotte, los productores del track, fue precisamente imaginar cómo iba a sonar el futuro.

Para 1977, año del lanzamiento de la canción, la sociedad conformada por Summer, Moroder y Bellotte ya funcionaba a la perfección. Musicland, el estudio de grabación que había fundado Moroder en Munich, era un equivalente disco al sello Motown: la mezcla de sesionistas y técnicos talentosos, equipos de alta tecnología y muchas horas de trabajo garantizaba resultados exitosos. La dupla de productores también ejercía de cazatalentos (Bellotte descubrió a Summer en Boston, cuando todavía se llamaba Donna Gaines) y daba indicaciones precisas a los músicos sobre qué tocar y qué no.

Luego de una serie de álbumes de Summer que tuvieron buena recepción en el público, especialmente A Love Trilogy (1976), Bellotte llegó con una idea para un disco conceptual. Aficionado a la literatura desde joven, lo que lo volvía el responsable de las letras, se le ocurrió plasmar el legado de la música del siglo XX en un mismo trabajo, de modo que cada canción reflejara una década con su sonido característico. El cierre de ese álbum, al que titularon I Remember Yesterday, debía representar el futuro. Y allí entraron en juego la ambición de Moroder, el sintetizador Moog modular, el género de moda (la música disco) y dos aliados sin tanto cartel pero igualmente importantes, los ingenieros Jürgen Koppers  y Robbie Wedel. Así se moldeó “I Feel Love”, una canción que no sólo se convirtió en un hit de las pistas, sino que simboliza el momento en el que la música bailable empieza a distanciarse del pulso humano para dar lugar a las máquinas. Los responsables de armar ritmos trepidantes y adictivos ya no serían exclusivamente los músicos de pulso funk, ahora también podían crearse de manera artificial, abstracta. 

No es casual que Simon Reynolds haya optado por comenzar Futuromanía con la historia de "I Feel Love" de Donna Summer, porque la canción simboliza uno de esos tiempos en que la música miraba hacia adelante. Y quienes la oían parecían entender el mensaje: el futuro acaba de llegar.

Como resumió Peter Shapiro en La Historia Secreta del Disco, “I Feel Love”  fue “el tema que separó a la música disco del continuum del soul”. En otras palabras, marcó el inicio de los ‘80, porque es difícil pensar en el synthpop británico o en las sesiones maratónicas del house de Chicago o el techno de Detroit sin reparar en esta pieza de r&b futurista. Se lo advirtió el propio Brian Eno a David Bowie cuando se la hizo escuchar: “Este single va a cambiar el sonido de la música de club de los próximos 15 años”.

Si hubiera que deconstruir la canción y separarla por layers, asoman algunos ingredientes que la vuelven tan particular. Y no todos son musicales. Por un lado, es innegable que el ritmo repetitivo y de “propulsión post-humana” del Moog (Reynolds dixit) juega un papel importante. También está el sonido mecánico del bajo (al que Wedel le añadió un ligero delay para subrayar esa intención robótica), sumado a la percusión grabada por partes, una técnica detallista que Moroder le ordenaba al baterista Keith Forsey. Y desde luego que la voz de Donna Summer es la que corona todo ese soundscape, un tono glacial que repite frases cortas (“Falling free”, “It’s so good”), como un gospel interpretado desde el espacio.

Summer comparte además los créditos, ya que estuvo involucrada en el armado de la letra. Según reconoció el esquivo Bellote, la diva disco escribió “I Feel Love”  después de una charla telefónica con su astróloga, porque había conocido al músico Bruce Sudano y quería saber si sus signos zodiacales eran compatibles (se casaron en 1980 y siguieron juntos hasta la muerte de la cantante, en 2012).

El auge de la música disco coincidió con otros movimientos culturales, como el punk (una respuesta al rock sobrecargado) y una nueva ola del cine de ciencia ficción (en 1977 estrenaron La Guerra de las Galaxias y Encuentros Cercanos del Tercer Tipo). También hubo fuertes movilizaciones por los derechos de minorías en Estados Unidos, de modo que los disco clubs se convirtieron, para gays y personas de color, en espacios de resistencia además de lugares de esparcimiento. Sumado al nuevo uso de los sintetizadores, uno menos intelectual y más físico, casi erótico, “I Feel Love”  se erigió como un puente entre dos eras de la música.

Es cierto que la anterior es una sentencia hecha en retrospectiva, porque la importancia histórica del track no fue detectada en tiempo real salvo por músicos, productores y críticos más atentos a las vanguardias. Debió intervenir un revisionismo y una reivindicación de la música disco y el Hi-NRG para que finalmente ocupara el lugar que tiene en la actualidad. Sí es innegable que “I Feel Love”  fue un bombazo comercial, ayudado por su éxito en las discotecas, ya que su ritmo y su extensión la volvían ideal para las mezclas de los dee jays. Fue número 1 en Gran Bretaña y número 6 en Estados Unidos, un país en el que la música electrónica siempre la tuvo más difícil que en Europa (de hecho, el mayor hit de Donna Summer allí fue Hot Stuff, de 1979, cuyo sonido es mucho más orgánico ).

"I Feel Love" no sólo se convirtió en un hit de las pistas, también simboliza el momento en el que la música bailable empieza a distanciarse del pulso humano para dar lugar a las máquinas.

“I Feel Love”  EN ARGENTINA

¿Y cómo fue la recepción de “I Feel Love”  en Argentina? Primero es importante destacar que el clima social del país era muy diferente a lo que ocurría en otras partes del mundo. Como bien recordó Juan Forn en el segundo tomo de Los viernes, el apogeo de la música disco en Argentina no tuvo nada que ver con la comunidad gay. Por el contrario, coincidió con la última dictadura militar: “Vino santificada desde arriba, en su versión más pasteurizada, como banda de sonido perfecta para el caretaje deprimente que caracterizó aquella época”.

Si bien es muy difícil determinar en qué lugar de Buenos Aires sonó por primera vez “I Feel Love”, la discoteca Experiment se ubica entre los candidatos más firmes. Inaugurada en plena dictadura (diciembre de 1977) en un local ubicado al fondo de una galería en Carlos Pellegrini y Suipacha, marcó un antes y un después en la noche porteña, al diferenciarse del concepto que se tenía de club nocturno o boîte (salidas en pareja, mesas asignadas) para recibir a gente soltera en un espacio más libre. Sus propietarios, Carlos Egaña y Jon Christopher, venían de vivir un tiempo en Nueva York y frecuentar locales como Studio 54 y Flamingo. En Experiment pasaban música disco sus residentes (Juan Bravo, Miguel Ángel Rodríguez) y también dee jays invitados, como Alejandro Pont Lezica. El propio Egaña traía música nueva de sus viajes para que sonara en el lugar.

Por desgracia, la historia de Experiment funciona también como una muestra de aquellos años oscuros. Hartos de las razzias a cargo de la policía y el ejército, que llegaban en medio de la noche para frenar la música, pedir documentos y llevar detenidos a asistentes elegidos al azar, los dueños optaron por venderlo. En una charla que tuvo con Cristina Civale para su libro Las mil y una noches, Egaña cuenta que fue un grupo de policías el que les compró Experiment, los mismos tipos que iban a llevarse gente, para poder así explotarlo económicamente. De allí que el local siguiera funcionando hasta entrados los ‘80, pero sin nada de su espíritu inicial. Historias de esta clase, en definitiva, propiciaron ese vínculo entre el caretaje argentino y la música disco.

La crítica de rock tampoco veía con buenos ojos a la música disco, por considerarla un producto comercial. En la revista Expreso Imaginario de septiembre de 1978, Pipo Lernoud analiza el fenómeno de Fiebre de sábado por la noche como la representación de una moda pasajera. “Si los demás, en vez de bailar, hicieran levantamiento de pesas o jugaran al bowling, él también sería el mejor”, escribió el periodista, en referencia a Tony Manero, protagonista de la película. “Pero éste es el año del baile. Quizás él no lo sabe -ni le importaría si lo supiera-, pero el baile es un gran negocio, en el que se han metido los grandes popes de la música contemporánea”.

En marzo de este año, Lernoud recordó aquellos tiempos en una nota para Página 12: “La música disco era bailar despreocupadamente y juntarse con amigos para hablar de cosas divertidas. En plena dictadura esto iba en contra del pensamiento de todos los que veníamos del rock y queríamos hacer un mundo más justo y pacífico”.

De cualquier manera, si hay algo que demuestra un hit es su poder de supervivencia, más allá de los contextos, y la canción futurista de Donna Summer es un fiel reflejo de eso. “Un clásico es un clásico, y la reacción con un clásico es diferente porque abarca más público comparada con la reacción que tiene la pista con la novedad”, dice el dee jay, escritor y performer Dr. Trincado, que compró el single de “I Feel Love”  a sus 14 años. “Más tarde fue un tema antiguo, pasado de moda, y en los ‘90 se citaba, pero no tanto como luego del revisionismo que llegó después del minimal, el cual, además de narcotizar, casi asesina al sábado por la noche”.

Martina Death, residente de la house party Los Pasos Prohibidos, cuenta que I Remember Yesterday fue uno de los primeros vinilos que tuvo en sus manos, cuando era chica. Era una copia de Recuerdo el ayer -como se acostumbraba a traducir las ediciones argentinas de aquellos años- que pertenecía a su papá, quien pasaba música en algunos asaltos. “Es una canción icónica, un himno en todas partes del mundo. Por ser un conector, por sus reversiones y por estar en películas”, sostiene.

“Me encanta ponerla en mis sets”, continúa. “Tengo varias versiones. Hay una de Faithless que es más industrial, más punkie, que está buena para la pista. Pero la original nunca falla. Es una hermosa canción para que pueda bailar mi hijo, mi abuelo, el tío, quien sea”.

Si hay algo que demuestra un hit es su poder de supervivencia, más allá de los contextos, y la canción futurista de Donna Summer es un fiel reflejo de eso.

Finalmente, si la historia detrás de la creación de “I Feel Love”  trae alguna reminiscencia más actual, es porque el propio Moroder la cuenta en su participación en Random Access Memories (2013), el álbum en el que Daft Punk repasa los años dorados de la música disco. Sólo que el productor italiano nunca menciona el track, porque la dupla quitó esa parte (además de muchas otras) para la versión final. Pero cuando en Giorgio by Moroder dice aquello de “I wanted to do an album with the sounds of the fifties/ the sounds of the sixties, of the seventies/ and then have a sound of the future”, se refiere al gran clásico de Summer.

Daft Punk, de hecho, es protagonista de otro de los ensayos de Futuromanía. Allí, Reynolds analiza cómo su carrera atraviesa la música pop desde una mirada prospectiva (el uso del sampling y el vocoder en Discovery, por ejemplo) hasta llegar a R.A.M., su canto de cisne, que reivindica la visión del futuro que tenía el sonido analógico de los ‘70 y ‘80 (en contraposición a la digitalización del siglo XXI). “Musicalmente, el proyecto se vio influenciado por una paradoja específica del propio dilema que enfrentaba Daft Punk, artistas que a fines de los noventa y principios de los dos mil habían hecho música para bailar basada en samples y la habían llevado tan lejos como se podía. ¿Cómo seguir adelante? Daft Punk decidió que la única manera era volver atrás”, escribe.

Por otra parte, la reivindicación de la dupla francesa al mago de los sintetizadores en el memoir-dance Giorgio by Moroder también reactivó su carrera. Fue tal el éxito del track que el productor, con más de 70 años, publicó un nuevo disco (Déjà Vu, 2015) y salió de gira por el mundo para hacer algunas actuaciones como dee jay (estuvo en Buenos Aires en 2015 y 2017). Por supuesto, en cada set programaba todos los clásicos que lo tuvieron detrás de la consola: el hombre que inventó el futuro no pudo evitar ser otro protagonista de la retromanía.

José Heinz (1983, Córdoba) es periodista, gestor cultural, docente y escritor. Ha publicado artículos para L’Officiel, Rolling Stone Argentina, JotDown (España), Caja Negra Blog, Revista Anfibia, El Replicante (México) y La Voz del Interior, donde se desempeñó como redactor y editor. Durante dos años trabajó como Teaching Fellow de Google News Initiative, donde ofreció capacitaciones en herramientas digitales para redacciones de toda Latinoamérica. En el ámbito de la gestión, fue curador de la Feria del Libro de Córdoba en las ediciones 2018 y 2022. Actualmente coordina el seminario de storytelling del Instituto Cultura Contemporánea (ICC). Es autor de los libros La vida de Spencer Elden (Llanto de Mudo, 2014), ¿Olvidaste tu contraseña? (El servicio postal, 2017), Héroes por una vez (Hiedra Editora, 2019) e Interín (El servicio postal, 2020, en coautoría con Elian Chali).