Estasis sonora

Por Miguel Isaza

22 junio, 2020

Compartir

David Toop, teórico de la música ambient.

CULTURA ETÉREA 

 

Nuestros cuerpos se encuentran hoy ante nuevos límites espaciales y una cotidianidad deformada. Nuestra mente inquieta, absorta en un espacio virtual saturado, sigue constituyendo solo una fracción de la experiencia y no un pilar, por más que las reuniones de trabajo, la búsqueda de placer, los reclamos sociales o el deleite estético busquen un traslado forzoso a la virtualidad.  Ya a finales del siglo pasado, el músico y escritor David Toop se había percatado de esta inminente transformación cultural y del acelerado cambio que traería la vida en red, dando lugar a “una cultura etérea, absorta en el perfume, la luz, el silencio y el sonido ambiente”, una cultura que busca la trascendencia de lo corpóreo a partir de una combinación extraña de máquina y espíritu:

“La tecnología nos ha transformado en gigantes, en superhumanos biónicos, en satélites apátridas, en habladores de lenguas omnipresentes. Nos volvemos más grandes de lo que somos, más ruidosos, somos desplazados o multiplicados, o bien nos encogemos, intimidados por la catarata de información. Usamos la tecnología para aislarnos y protegernos, articulando deseos que han sido suprimidos por la tecnología, intentando reemplazar la alienación con una tecnoespiritualidad, usando mensajes contradictorios para expresar confusiones para las que la historia no nos ha preparado.” (Océano de sonido, Caja Negra)

Ante semejante panorama, la sonoridad aparece no como mero acompañante de lo real, sino como su más digna ruptura y ruta de escape: “El sonido fue utilizado para encontrar sentido en circunstancias cambiantes, más que para ser impuesto como el modelo familiar de un mundo que apenas podemos reconocer”. La música del éter viene desde hace años conduciéndonos a una inminente salida del cuerpo, mediante señales que podemos hoy sintonizar entre gritos mudos del confinamiento como una manera de atender a lo sonoro en tanto fuerza subrepticia, primordialmente inmaterial, capaz que servir como enlace entre mundos, habilitada para ser intersticio de lo sólido y lo intangible al presentar “siempre algún grado de insustancialidad e incertidumbre” y servir de medio a través del cual “se cuestionan los límites del mundo físico”. (Resonancia siniestra, Caja Negra)

 

MÚSICA ABIERTA

Es en el contexto de esta era cibernética, donde se normalizan los viajes extracorporales, se rompen las distancias y la cultura se dispone a un cambio de paradigma, que aparece “una música que se halla a la deriva o que simplemente existe en una estasis, en vez de desarrollarse de manera dramática”. Una música que se despliega en una red de vibraciones, en este océano que usa Toop como metáfora central de su reflexión en el que los oyentes flotan, sumergidos en realidades facilitadas por músicos que son “viajeros virtuales, creadores de un teatro sonoro, transmisores de todas las señales recibidas a través del éter.” La estasis se vuelve navío y la escucha, una idea cercana al viaje astral. Músicos y oyentes aparecemos como figuras de un territorio abierto, salidos de la materia cronológica para deambular (des)ubicados en una virtualidad anacrónica.

Según cuenta Toop, esta música de la estasis nace de alteraciones fisiológicas. Son formas de sonoridad nacidas de la apertura cósmica y del navegar por un tiempo hipnagógico, entre el sueño y la vigilia, sin estrictas distinciones entre la alucinación y lo real. Allí las composiciones son sitios transitables y los sueños son lugares musicales, paisajes que a veces ni siquiera necesitan de una acción audible para manifestarse.

AMBIENTES

El panorama musical con el que trabaja Toop es vasto. Abarca desde rutas espaciales del jazz hasta experiencias chamánicas, cantos de ballenas, el sonido del refrigerador, o los ecos indelebles del dub. El autor sugiere un nombre general para denominar a estas incursiones: “música abierta”. Que incluiría a su vez un amplio abanico de formas: “ambient, música medioambiental, deep listeningambient techno, ambient dub, electrónica, electrónica para escuchar, música aislacionista, ambient posindustrial, música espacial, beautiful music, sound artsound design, electrónica sin ritmo, brainwave, música visual, ambient jungle, música estacionaria, minimalismo sagrado.”

El ambient es en este sentido un proceso, un gesto, una apertura a la disolución en la construcción misma de las cosas. Podría considerarse más como una postura de escucha que como una técnica musical en particular. El ambient es un ángulo sin exigencia de protagonismo, un llamado de libertad al oír. Es la antítesis de la figura sobresaliente, como un relieve negativo; el espacio para simplemente estar, sin necesidad de algo más. La música ambient, o mejor, la escucha ambient, es un arte de la invisibilidad, aunque no es una existencia oculta, en tanto puede percibirse. Es más bien una forma más simple del habitar de los objetos, en el fondo, donde ninguna de las cosas del mundo ha de someterse a la jerarquía de la presencia o a la tiranía de los primeros planos y los objetos centrales.

La idea del sonido ambiente es transversal a la cultura etérea, al igual que sus patrones: por una parte, está en el fondo sin exigir un pedestal para poder sumergirse en la atmósfera, y por otro lado, propone otra forma de escuchar para músicos y oyentes, convertidos aquí en fabricantes de entornos, artífices de atmósferas, navegantes de realidad virtual en un mundo hiperconectado que manifiesta “un anhelo alienado de escapar de la prisión biológica y transmutar en un estado de cíborg” en el cual “inmaterialidad, espiritualidad y electrónica resultan sinónimos”. La música abierta es entonces música de la apertura, invitación a la soledad y el escape de la tierra, no tanto como forma de evasión y más como estrategia de exploración del vacío. De ahí que esta música se haya considerado “aislacionista” o “escapista”, adjetivos que más que describir figuras musicales, se refieren a las condiciones de compositores y artistas, a menudo extraídos de alguna realidad para permitirse surcar otras.

AISLACIONISMO

La idea del aislacionismo pasaría a ser crucial dentro de los procesos del ambient moderno, como sugiere el compilado Ambient 4: Isolationism publicado por Virgin Records en 1994 y en el que participa el mismo Toop junto a otros como Thomas Köner, Aphex Twin o Zoviet France. Kevin Martin aka. The Bug, habla en las notas del álbum sobre el aislacionismo en tanto llamado al refugio interno: “La música asocial del aislacionista provee un ambiente apto para aquellos que ponen su fe en el solipsismo”, aportando con ello a la idea del ambient como acto de refugio interno y soliloquio. Cita después al mismo Köner, quien afirma que su “música se conecta totalmente con su retiro de la vida externa.”

Martin habla también sobre la importancia de la transformación del espacio creativo para permitir el aislamiento y el escape. El estudio de grabación personal se vuelve un espacio virtual, una suerte de templo donde los músicos se retiran para confrontarse a sí mismos. Esto es, el estudio de grabación como un “marco ficcional en el que tienen lugar las historias”, como menciona también Toop, a quien Lee Perry le cuenta que “el estudio tiene que ser como un ser vivo … La máquina tiene que estar viva y tener inteligencia. … Hay que pensar la música como vida.” El estudio como un laboratorio de seres y rutas del éter en el que “la grabación es un texto-sueño, una visión de mundos posibles”, no necesariamente para de escapar sin retorno, sino ante todo para liberarse desde la escucha remota y disponerse al encuentro de “nuevos mundos en la tierra.”

NUEVOS MUNDOS EN LA TIERRA

 

Le dice Eno a Toop: “Estamos cada vez más des-centrados, des-anclados, viviendo el día a día, envueltos en un esfuerzo continuo por ensamblar un conjunto creíble de valores, o por lo menos factible, dispuestos a desprendernos de él e improvisar uno nuevo si la situación lo requiere.” Y es precisamente esta música de la apertura la encargada de revelarnos otras posibilidades, de invitarnos hoy más que nunca a movernos desde la quietud, a explorar el cosmos en la estasis, en la grieta, en la dinámica del confinamiento, de modo que sirvamos de antenas para captar las señales del éter en medio de las complejas interferencias de las crisis:

 

“Buscamos historias que puedan sostenernos. Si el caos en la cultura del audio es silencio o ruido, o un quiebre exploratorio de la distinción entre el pensamiento interno y la percepción sonora y el sonido externo, entonces la música ambient tiene el potencial entero de decirnos sobre las grandiosas maravillas y descubrimientos traídos de este campo de incertidumbre” (Océano de sonido, Caja Negra)

Toop nos habla sin tiempo, le habla a un futuro que es hoy y que él mismo reconoce. Este presente raro que tenemos, en el cual no solo se pone en evidencia la primacía de la virtualidad y la importancia de nuestra condición telemática, sino también las tensiones de la hiperproductividad y la saturación, y con ello la imperante necesidad de encontrarnos en una estasis que nos invite a detenernos ante la escucha de atmósferas nuevas y silencios antiguos. El hoy es un recordatorio de esa música abierta, de la posibilidad que el oído conserva para conectarse a las señales del cosmos, pudiendo permitirle desdoblamiento a la rigidez y así hacer de la volatilidad del aislamiento una oportunidad para encontrarnos. Escapar para expandir horizontes y navegar por esos mundos que no pertenecen a las cosas sólidas pero coexisten con estas. De hecho esas estancias en el éter permiten nuevas maneras de conocer las formas del mundo tangible: Viajar fuera del mundo, nos ayuda a comprenderlo mejor.

Algunos discos recomendados:

El reciente compilado Touch: Isolation

Federico Durand – El Estanque Esmeralda

Jana Winderen – Energy Field

Joaquin Gutierrez Hadid – Sûr

Steinbruchel – Circa

 

Miguel Isaza (Medellín, Colombia, 1989) es filósofo y se dedica a investigar el sonido y la escucha, cruzando arte y reflexión en una obra que se traza por medio de composiciones, textos, performance, instalación y curaduría. Es co-fundador del estudio momoto, el laboratorio Éter, el sello Monofónicos, el festival Auditum y los medios Sonic Field y (oasis), además de ser desde hace más de 10 años editor sobre tecnología musical en Hispasonic. Ha publicado su obra de composición en reconocidos sellos discográficos dedicados al arte sonoro y la música experimental, incluyendo LINE Imprint (Estados Unidos), Dragon’s Eye Recordings (Estados Unidos), F901 Editions (Italia), Eilean Records (Francia), White Paddy Mountain (Japón), Audiotalaia (España), Nova Fund (México), Akasha (Colombia), entre otros.