CORRESPONDENCIA ENTRE JARDINES  #QueridaCajaNegra 

CORRESPONDENCIA ENTRE JARDINES  #QueridaCajaNegra 

Prospect Cottage and Garden. Derek Jarman en su jardín | Art Fund © Howard Sooley

 

Javier Pérez Iglesias fue uno de nuestros aliados lectores en el encuentro en torno a Naturaleza Moderna de Derek Jarman que celebramos en Madrid el diciembre pasado, dentro de la exposición Like sparks through the stubble, curada por Jesús Alcaide. En esa actividad, leímos fragmentos de sus diarios y regalamos semillas a los asistentes para que, entre todxs, aunque cada unx desde su casa (casi previendo algo de lo que se nos venía encima) hiciéramos juntxs un jardín en homenaje a Jarman y su Prospect Cottage. Ahí estaría el jardín, en el balcón de cada unx de quienes pasaron esa tarde leyendo. 

A raíz de esta primera invocación, surgió la idea de enviarnos cartas contando nuestras experiencias con el libro y con los jardines. La primera que recibimos es esta, de Javier, bibliotecario de la Facultad de Bellas Artes. Javier es un amigo que trabaja rodeado de libros y cultiva un jardín. En esta carta de amor, él vincula esos dos espacios que lo rodean y crecen a su alrededor. Si un jardín es una apuesta a futuro que hay que trabajar en el presente, bibliotecas y espacios verdes tienen más similitudes que diferencias. 

Acompañamos esta carta con las entradas al diario Naturaleza Moderna correspondientes a mayo de 1990, hace exactos treinta años.


Descargá el fragmento “Mayo de 1990”

Incluido en Naturaleza moderna, de Derek Jarman

 

Querida Caja Negra, 

Es raro escribir cartas a una editorial pero estamos en tiempos de escribir a familiares lejanos y a amigos con los que no hablábamos desde hacía mucho. Al fin y al cabo, Caja Negra, eres una compañía constante en mi vida y, en estos últimos tiempos, has sido anfitriona de muchas de mis mejores conversaciones lectoras. Además, me encanta escribir a una editorial que ha tenido la idea de crear “jardines virtuales” para habitar esta pandemia que nos ha enclaustrado —cada casa, una caja cerrada— en nuestras vidas, con nuestros miedos y nuestras incertidumbres y nuestros placeres, también. 

Es una maravilla que tú, editorial, y yo, bibliotecaria, coincidamos en el jardín. “Tú editorial, yo bibliotecaria”. Eso ya sería el título de una canción de amor. Es más: las dos somos muy de reírnos del amor romántico y, al mismo tiempo, muy enamoradizas. ¡No sin nuestras contradicciones! 

Llevo un tiempo largo dando vueltas a la idea de jardín como una forma de repensar las bibliotecas. Esto viene de una entrevista que le escuché a mi amiga Michèle Petit en la que hablaba de ese paralelismo, entre jardín y biblioteca, a partir de una conversación entre ella y nuestro común amigo Daniel Goldin. 

El jardín es un lugar al que acudimos sin esperar algo práctico o utilitario de esa visita. Vamos a los jardines, o los cuidamos, por el placer del aire libre, de ver plantas, de escuchar a los pájaros, de abrazarnos bajo un árbol o de abrazar al árbol. ¿Por qué no pueden ser las bibliotecas lugares así? Vale, damos información (que es una cosa muy útil), servimos como instrumentos para la autoformación o para apoyar a la educación reglada: somos una puerta de acceso al conocimiento. Eso lo asumimos y nuestra formación y nuestra tradición nos preparan para ello. Pero, además, por qué no podemos ofrecer espacios de placer, lugares para concentrarse en lo que cada una quiera, sin imposiciones, sin formalismos. ¿Por qué no vamos a poder? 

También veo en la idea de jardín otras cuestiones que relaciono con las bibliotecas. El jardín nos obliga a pensar en los cuidados y en el futuro. Lo que plantamos hoy solo se verá, tal como lo imaginamos, cuando crezca. Un paseo con sombra, un parterre con determinadas plantas, que combinan colores y olores, solo serán lo que imaginamos cuando hayan pasado meses o años y requerirán nuestra dedicación. Con las bibliotecas también ocurre eso, debemos proyectar hacia el futuro y ese futuro tiene que ver con lo que ya estamos haciendo. Además, un jardín significa escuchar, atender a lo que nos dice la naturaleza. Al menos los jardines que me gustan. En las bibliotecas pasa exactamente lo mismo: sin una escucha atenta a lo que quieren nuestros públicos, no hay forma de dar un servicio coherente. En el jardín, como algunas pensamos que debe ocurrir con las bibliotecas, se disuelve esa falsa dicotomía entre naturaleza y cultura o entre utilidad y placer. 

Aquí es donde cobra tanto sentido ese libro que tú, Caja Negra, nos has regalado en una traducción maravillosa: Naturaleza moderna, los diarios de Derek Jarman. Derek Jarman escribió esos diarios (de los años 1989 y 1990) en plena crisis del sida. Él, que ya era muy conocido como artista y cineasta, había hecho pública su condición de enfermo y de marica. Eso le convierte en un militante, en un activista que se opone a las políticas necrófilas y a las declaraciones de odio del gobierno, de ciertos partidos y de la prensa. Coincide además con que se empiezan a manifestar los síntomas de la enfermedad y entra y sale del hospital y se siente débil, desprotegido y cercano a la muerte. 

Naturaleza moderna mezcla todo ese mundo con el afán de Jarman por crear un jardín, una alegría, en un entorno que se podría describir como desolado. Una costa agitada por las olas y quemada por el salitre. Vientos violentos y pocas precipitaciones. Solo prosperan plantas bajas o las que, pudiendo haber crecido más, se adaptan pegadas al suelo. Para completar el panorama al fondo hay una central nuclear. Es difícil no ver Prospect Cottage, el jardín, como una metáfora de esa vida de creatividad, de lucha, azotada por la enfermedad y las políticas miserables de destrucción. Y de ahí, de su vida y del jardín, ambos en condiciones extremas, Jarman es capaz de sacar belleza.

2 de marzo

Naturaleza moderna nos propone un jardín que no intenta domar a la naturaleza y ordenarla. Pero tampoco imita a una naturaleza idealizada que se admira, que se pretende pura. La modernidad de Jarman, y de esa naturaleza que nos propone, reside en la escucha, en intentar aliarse con esa tierra, esos vientos y esas condiciones ambientales dadas para averiguar lo que pueden ayudar a generar. Lo que ofrecen. La ofrenda de la tierra. La belleza, no tan obvia, de lo que está ya ahí. Ese deseo de belleza, de resistencia y de escucha que Jarman coloca en el jardín yo lo comparto con las bibliotecas. Así ha nacido otro proyecto que hemos bautizado, con mi socio Javi Álvarez, #jardinismos. Si “japonismos” designa las influencias del arte japonés en otras culturas, con “jardinismos” queremos significar todo lo que los jardines nos ayudan a crear para explicarnos el mundo. 

Javi y yo, “Javis Jardines”, tuvimos la idea de este proyecto justo al comienzo de la cuarentena. Aunque nuestras casas estén frente a frente, y podamos vernos desde los balcones, y a pesar de ser ambos muy de hacer barra en los bares, hemos tenido que recurrir a lo epistolar para comunicarnos. Nos hemos metido juntos en jardines que no sabemos a dónde nos van a llevar así que no está mal poner por escrito las cosas que queremos contarnos. De lo que nos contemos entre nosotros va a salir lo que le contemos a la gente. 

Escribir cartas es tomarse tiempo y si algo podemos encontrar estos días (siempre que sepamos protegernos de las urgencias que nos acosan, es verdad) es eso: tiempo para pararnos a pensar, a ordenar ideas, a escribirlas, a compartirlas y a mezclarlas. 

De momento sabemos que queremos que del proyecto nazca una pieza en la que convivirán libros (físicos, en papel) y músicas (también con soportes tangibles como el vinilo o la cassette) junto con nosotros dos (y seguramente otros objetos y seres vivos) en la que hablaremos a, ante, bajo, con, contra, de, desde, entre, hacia, hasta, para, por, según, sobre, tras los jardines. Lo hemos explicado en el Blog de la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la UCM y esa va a ser nuestra plataforma para, durante el periodo de confinamiento, ir publicando reseñas de libros y músicas que estarán presentes en la pieza.

Caja Negra querida, editorial de mi corazón, estamos entrando en un paisaje en el que hay mucho poliamor entre usted y yo y un activista musical y una biblioteca y un blog y lo que te rondaré morena. 

Con las mismas me despido. Espero que sea un hasta pronto y te deseo muchas buenas lecturas, aventuras sonoras y los más bellos jardines, 

                                                                                                                            Javier Pérez Iglesias

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Imágenes del jardín de Javier Pérez Iglesias.

Foto: Isabel Permuy

JAVIER PÉREZ IGLESIAS (1961) se define como “activista bibliotecario” porque piensa que las bibliotecas son unas herramientas colaborativas para la experimentación cultural y la transformación social. Ha trabajado en el mundo de la edición, en la cooperación universitaria y científica para el desarrollo en África y América Latina y en bibliotecas académicas dando apoyo al aprendizaje y a la investigación. Ha sido editor de dos publicaciones, Palabras por la Biblioteca (2004)  y Palabras por la Lectura (2007), que recogieron testimonios de editoras, libreras, bibliotecarias y escritoras sobre qué pueden significar la lectura y las bibliotecas en estos tiempos cambiantes. Una de sus áreas de investigación ha sido el papel social de las bibliotecas y su relación con las minorías dentro de la comunidad (“Nosotras red(volucionarias): como tejer una Red que haga las bibliotecas menos excluyentes”). Pero hay un momento definitivo para el giro que ha tomado su práctica bibliotecaria y tiene que ver con el encuentro y la contaminación con prácticas artísticas. Desde 2013 programa, escribe, lee, crea, investiga y ayuda a expandir lecturas desde la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la UCM. Allí trabaja con publicaciones bastardas o raritas, crea conferencias performativas y anima discusiones. En 2017 creó junto a Alejandro Simón la editorial Desiderata que está especializada en historia del arte con MAYÚSCULAS; en las prácticas (de riesgo) en bibliotecas y archivos; en las escénicas (y sus nomenclaturas); en la investigación artística y el interiorismo (como manifestación de esa artista que todas llevamos dentro). Quizá lo mejor sea ver su primera publicación, Desiderata, para hacerse una idea de todo esto. Actualmente, está aprovechando el confinamiento para desarrollar un proyecto de escucha y diálogo con el artista sonoro Javi Álvarez que se llama #Jardinismos..

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AQUÍ CADA FLOR TIENE SU RITMO

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Guillem Jiménez realizando su performance en el Jardín Botánico de Barcelona en Montjuic. 

Por Jesús Alcaide

1º de enero de 1989. Dungeness. Prospect Cottage. Derek Jarman comienza la escritura de un diario. Cuadernos dorados y amigos que van desapareciendo. La grabación de The garden. El cuidado del jardín. Salvia, pervinca y rosas caninas. El jardinero cava en otro tiempo, sin pasado ni futuro, principio ni fin. El VIH, hospitales, noches de insomnio y fiebre. HB, Tilda y el jardín. Sudor nocturno, cabello empapado y frío a altas horas de la madrugada. No tengo fuerzas para nada. Intenté descalzar una planta muerta y me desmayé. Solo puedo caminar hasta el final del jardín. La crónica de una desaparición que ocurrirá 5 años después. 19 de febrero de 1994. Hace 25 años.

La edición traducida de Naturaleza moderna ocurre en otro tiempo. 25 años después. Ilya Prigogine e Isabelle Stengers escribían en Entre el tiempo y la eternidad (1994) que “cada ser complejo está constituido de una pluralidad de tiempos, conectados los unos con los otros según articulaciones sutiles y múltiples. La historia, sea la de un ser vivo, o la de una sociedad, no podrá jamás ser reducida a la sencillez monótona de un tiempo único”. Derek era un ser complejo como todos (¿o como pocos?) y se sabía perecedero, sin fecha de caducidad exacta, pero con un horizonte de vida corto, el de aquellos tantos amigos que fueron muriendo a causa del SIDA desde mediados de los años ochenta.

“Camino por este jardín/ de la mano de mis amigos muertos/ la vejez llegó pronto a mi generación/ sorprendida por la escarcha/ Frío, frío, frío, murieron tan sigilosamente”. Naturaleza moderna es un diario escrito contra el tiempo. También a contratiempo. Una escritura de la urgencia, un texto que como un rizoma comienza por el amor de Derek hacia los jardines y las plantas y va conectándose con otras luchas. Como en uno de los diálogos de la película “No son perversos los homosexuales sino la situación que viven” (1970) de Rosa Von Praunheim, “Preocuparos mutuamente de vuestra situación en vuestros trabajos/ Unámonos a los negros del Black Panthers y a las mujeres de Women’s Lib y luchemos contra la opresión de las minorías. Tenemos que volvernos eróticamente libres y socialmente responsables”. Ese es el espíritu que atraviesa Naturaleza moderna, unos diarios que diagnostican los síntomas de la crisis del SIDA como algo más que un problema que afecta al organismo del cuerpo enfermo sino al de toda la sociedad.

Como otros escritores y artistas que fallecieron a causa de complicaciones derivadas de la enfermedad del SIDA como puede ser el caso de David Wojnarowicz, Hervé Guibert, Severo Sarduy, Nestor Perlongher, Pepe Espaliú o Félix González-Torres, hay en estos textos algo así como lo que el maravilloso Pedro Lemebel subtituló en Loco afán como la “Crónica de un sidario”.

Naturaleza moderna es una crónica de las desapariciones, pero al mismo tiempo es una lucha vital en el aquí y ahora. Un grito de amor y rabia. El 10 de agosto escribe Jarman en la entrada de su diario:

La semana pasada, un médico que dirige la investigación de una importante compañía farmacéutica dijo que la búsqueda de drogas para combatir el virus y prolongar las vidas de quienes ya están infectados plantea un problema ético, dado que mantenerlos (léase, mantenerme) con vida contribuiría a exacerbar la situación. Es mejor que todos nos muramos lo mas rápido posible.

Cada día de muy distintas y sutiles maneras, somos víctimas de este tipo de terrorismo. Nuestras relaciones carecen de autorización, están más allá de la ley. Mientras tanto el corresponsal médico del SUN, llevándole la contra a toda la evidencia existente (que indica que la gran mayoría de casos de VIH se da entre homosexuales) les dice a sus lectores que no tienen nada que temer, que esa “evidencia” es una conspiración: solo los gays se contagian.

Necesitamos los soldados gays de Burroughs. Como escribí, solo las delicadezas y limitaciones de una buena educación inglesa evitan que agarre un revólver.

Jardín de cenizas. Pieza de The perfect lover, Blueproject Foundation, 2019. Crédito de la fotografía: Roberto Ruiz.

En un momento como el actual, de nuevas guerras cuturales y retrocesos ideológicos hacia la moral de los bienpensantes, la lectura de Naturaleza moderna aparece atravesada por nuevas conexiones, estableciendo nuevos nodos y nudos como los que a lo largo de estos meses hemos podido ir entrelazando en algunos de los proyectos curatoriales en los que he participado.

Mia anima nera, título extraído de un capítulo de Croma, también editado por Caja Negra, era el nombre con el que THE PERFECT LOVER, colectivo formado por Javier Pividal, Sergio Porlán y yo mismo, nos presentábamos en la Blueproject Foundation con un proyecto en el que la figura de Derek Jarman aparecía como un fantasma, un referente a partir del cual nos interrogábamos sobre la complejidad del lenguaje y la oscuridad del deseo. Atravesando las cancelas, su rostro hecho de cenizas vigilaba la entrada, para volver a reaparecer en la oscuridad del jardín. Un jardín hecho de cenizas y figuras sin rostro, indefinidas, fantasmas de plomo y trofeos cegados que se alzaban sobre postes como los que van construyendo extrañas geometrías en Prospect Cottage, el jardín de Derek Jarman en Dungeness.

Entendiendo el proyecto como un dispositivo para ser activado por otros, la exposición fue activada el día de la inauguración por una performance de Guillem Jiménez a modo de apertura, y como clausura de la exposición, el 11 de enero, en el marco del Jardín Botánico de Barcelona en Montjuic realizamos una lectura colectiva y paseada en la que intervinieron el propio Guillem, Artur Serra, una de las personas que forma parte del grupo que cuida del jardín de Jarman en el momento actual y varias voces que fueron leyendo extractos de Naturaleza moderna y que de alguna manera estaban relacionados con las cuestiones presentes en el mismo, Linda Valdés, Martina Millà, David Bestué; Marc Herrero o Pedro Torres.

En otro contexto de trabajo se enmarca Like sparks through the stubble, un proyecto que tiene lugar en La Eriza (Madrid) y en el que a partir de una intervención con trabajos de Javier Pividal en el espacio se propusieron otro tipo de acciones en los que la obra de Jarman estuvo presente. Un jardín de cenizas con recuerdos de los tres (Óscar, Javier y yo), una composición de jarrones de plomo con flores marchitas, otro retrato de Jarman hecho de cenizas y un candelabro cubierto de cenizas en cuyo interior una vela se iría derritiendo a lo largo de la reunión. Otro tiempo diferente. El tiempo de un único amante.

El 1º de diciembre de 2009, Óscar, el dueño de La Eriza, proyectaba Blue. El espacio se ilumina de azul para acoger el que será uno de los testamentos fílmicos de Jarman. Una película sin imágenes. Una metáfora sobre lo invisible. Una crónica de su incipiente ceguera a causa del SIDA. La pantalla es todo azul. Un Croma azul con el que Jarman se despide de todo. De los amigos, del jardín, del cine, de la vida. Con el tiempo nuestro nombre caerá en el olvido y nadie se acordará de nuestras obras. Nuestro tiempo es una sombra fugaz y se propagará como chispas en el rastrojo.

Diez años después, el 1º de diciembre de 2019, Óscar volvía a iluminar con luz azul el espacio de La Eriza. De su mano, entramos otras personas. Otro tiempo, otros amigos. Allí, el jueves 12 de diciembre, otras voces nos reuníamos para poner cuerpo y voz a algunos fragmentos de Naturaleza moderna. Fran MM Cabeza de Vaca, Óscar Espírita, Paula Cueto, Diego del Pozo y Javier Pérez Iglesias leyendo a Jarman, mientras en una improvisada pantalla proyectábamos imágenes del ayer y el hoy de Prospect Cottage a partir de las fotografías de Howard Sooley y Artur Serra Costa. Cuando el oscuro tornado hizo volar la pequeña casa de Kansas sobre las embravecidas nubes de Oz…

Miércoles 22 de enero de 2020. Comienzo a escribir este texto. El teléfono móvil vibra. Recibo un mensaje de Artur. Tilda Swinton comparece ante público y periodistas en la Slade, la escuela de artes en la que estudió Jarman para presentar una campaña de recaudación de fondos con la que se pretende proteger el último legado del cineasta, su casa y jardín en Dungeness… PROSPECT COTTAGE NEEDS YOU NOW. #saveprospectcottage. Recibo otro mensaje de Óscar diciéndome que justo encima del lugar en el que ahora Tilda comparece, él tenía su estudio en los noventa. Coincidencias, encuentros, nodos.

Escribe John Fowles en El árbol, “me resulta bastante misterioso el hecho de que, para mí, los bosques nunca hayan sido un elemento estático. En términos físicos, yo me muevo a través de ellos, pero en términos metafísicos, son ellos los que parecen moverse a través de mí”. Naturaleza moderna sigue moviéndose dentro de mí. Derek sigue caminando por el jardín.

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Jesús Alcaide (Córdoba, España, 1977) es crítico de arte y comisario independiente. Desarrolla sus investigaciones y trabajos curatoriales en diferentes territorios de las prácticas artísticas contemporáneas. Entre las exposiciones y proyectos que ha comisariado destacan Rock My Illusion (Fundación Botí de Artes Plásticas, 2007), Traslaciones (Excmo Ayuntamiento de Córdoba, 2009), Desdibujados (Fundación Botí de Artes Plásticas, 2009), Contratiempo (Diputación de Córdoba-Villa romana de El Ruedo, 2010), Dutch Play: Nuevos lenguajes audiovisuales en la colección del Netherlands Media Art Institute (I+CAS, 2010), Mario Montez. It’s Wonderful (El Palomar, 2014), Los nombres del Padre (Centro de arte Pepe Espaliú, 2013), Sub/versos (Fundación Gala, 2014), Agustín Parejo School (CAAC, 2016), Disfonías (Centro Párraga, 2016), Teorema (Espai Tactel, 2017), In ictu oculi (Artnueve, 2017), Animal mirror (Scan, 2017) , Itziar Okariz. Una construcción… (CA2M, 2017), Pepe Espaliú. Barcelona-Hospitalet. Tres temps (Tecla Sala, 2018), Pepe Espaliú. En estos veinticinco años (García Galería, 2018), Maria Cañas. No ni ná (TEA-Tenerife, 2018), Cristian Lagata. Verde Chroma (Centro Párraga, 2018) o Pepe Espaliú/Juan Muñoz-Correspondencias (Sala Verónicas, 2019).

Entre 2010 y 2011 dirigió el I+Cas . Centro experimental y Tecnológico para la Cultura y las Artes de Sevilla. Entre 2014 y 2016 ha sido codirector del espacio de creación independiente COMBO.

*La imagen miniatura de esta entrada muestra a personas cuidando del jardín de Jarman en Prospect Cottage, Dungeness, 2019. Crédito de la fotografía: Artur Serra Costa.

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