Un thriller con pastillas nazis y algún remedio antifascista

Osvaldo Baigorria

22 mayo, 2023

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Leí las primeras cuarenta páginas de Píldora roja de un tirón, sin siquiera consultar la contratapa. A partir de las páginas 40-50 la lectura se hizo más lenta, candidata a pasar a la mesita de luz donde los libros a veces me duermen. Pero este no me soltó hasta el final. Aquí hay misterio, vigilancia, extremas derechas y cercanía con la historia de la solución final nazi. Con toda la maquinaria del thriller, Hari Kunzru, escritor y periodista británico de padre nacido en la India, construye un narrador en primera persona que me cae simpático de entrada, entre otras razones, por el siguiente párrafo: “La única proclama política que me conmovía era ‘Ne travaillez jamais’ (´Trabajar, jamás’ de Guy Debord). Mis intentos de vivir bajo esa consigna se encontraron con todos los obstáculos esperables. El asunto es que no hay lugar donde escapar, no hay lugar donde los desencantados puedan refugiarse. La renuncia es significativa solo si es masiva, pero la mayoría de las personas solo quiere un lugar al lado de cualquiera con un poquito de poder para acurrucarse”. 

Quien lo dice es un escritor desilusionado que vive en Manhattan con esposa e hija y que debe enfrentarse a sus mayores enemigos internos y externos cuando, gracias a una beca, ingresa a una residencia de académicos de tres meses en una institución llamada Centro Deuter, en las afueras de Berlín, para escribir un libro sobre “la construcción del yo en la poesía lírica”. Su “terminal de trabajo” es un escritorio junto a otros en una gran planta de producción, con pantallas visibles para todos y rastreo de la actividad de su computadora: “Era visible desde todos los ángulos. Como mi cuerpo y mi postura. Con los años desarrollé un rechazo a que me vieran escribiendo. No solo porque el contenido puede ser íntimo, sino porque todas las cosas que uno hace mientras escribe, y que no son exactamente escribir, ya sea estirarse, mirar al vacío o navegar por internet, dan vergüenza si se hacen a la vista de otros. La sensación de sentirse observado provoca una timidez insoportable”. 

Para colmo, en esa institución donde debía pasar un trimestre entero se requiere que los académicos visitantes fomenten la vida comunitaria no solo trabajando en el espacio compartido sino también sentándose en asientos asignados de antemano durante las comidas y participando de todas las actividades programadas. Una pesadilla para este escritor que no soporta a la mayoría de esos visitantes, mientras sufre de un bloqueo cada vez mayor y de una angustia difusa cuando en el Centro Deuter le reprochan que no está siendo productivo. Pronto empieza a sospechar que su habitación está siendo registrada y que cada uno de sus movimientos es monitoreado por cámaras de vigilancia ocultas. Cuando se le corta la conexión a internet, la paranoia empezará a atormentarlo.

Aquí hay misterio, vigilancia, extremas derechas y cercanía con la historia de la solución final nazi. Con toda la maquinaria del thriller, Hari Kunzru, escritor y periodista británico de padre nacido en la India, construye un narrador en primera persona que me cae simpático de entrada, entre otras razones, por el siguiente párrafo: “La única proclama política que me conmovía era ‘Ne travaillez jamais’ (´Trabajar, jamás’ de Guy Debord).

Pero inútilmente se buscará en estas páginas la aparición física de una píldora roja. Este título es un guiño a la expresión que irrumpió en los últimos años en el mundo de habla inglesa para simbolizar el repudio a la llamada “dictadura de lo políticamente correcto” y justificar un giro a la derecha. Se origina en esa escena de The Matrix en la que Neo tiene que elegir entre tomar una píldora azul y continuar con su vida feliz e ilusoria en un sistema construido por simulaciones, o tomar la píldora roja y ver el mundo tal como es en realidad, o sea, cruel y aborrecible. Con el tiempo, se volvió un slogan para poder expresar sin pudor todo el repertorio de ideas de la ultraderecha y asumirse como facho sin vergüenza. Para machos reaccionarios, significa que pueden despojarse de la influencia de todos los discursos progresistas, cuestionar de raíz al feminismo y postular que son los varones, no las mujeres, el grupo actualmente oprimido; para supremacistas blancos, implica “liberarse” de los ideales y lugares comunes del multiculturalismo, atacar la inmigración y armarse para evitar la destrucción de la raza blanca; y para conspiracionistas en sentido amplio, supone denunciar a la “casta” de políticos y científicos que controlan lo que llaman el “Nuevo Orden Mundial”. 

Verdad, fantasía, realidad. En el epígrafe de la novela se lee: “La verdad nunca será conocida aquí en la Tierra”. Es una cita de Kleist, que en un pacto suicida se mató tras disparar sobre su compañera con cáncer avanzado en Wannsee, justo donde en la novela se encuentra el Centro Deuter, con su tumba en las cercanías del lago por donde el narrador deambula cuando no sabe qué escribir. También cerca de allí está la casona donde en 1942 los nazis resolvieron en una conferencia implementar la solución final para la “cuestión judía”. Las distracciones son pocas; el escritor acorralado pasa gran parte del tiempo en su habitación viendo una serie policial ultraviolenta llamada Blue Lives. El título evoca, sin mencionarlo, al movimiento Blue Lives Matter (donde “azules” refiere al color del uniforme de la policía) que postula que aquellos que han asesinado a agentes policiales deben ser condenados específicamente como culpables de crímenes de odio. Pero en la serie todos los personajes son agentes descarriados y corruptos que no tienen moral alguna. El principal es un policía sádico que mientras tortura brutalmente a un hombre mira a la cámara y dice: “La Tierra entera, continuamente empapada de sangre, no es más que un altar inmenso donde todo lo que vive debe ser inmolado sin fin, sin medida, sin descanso, hasta la consumación de las cosas”. Es una cita de Joseph-Marie de Maistre, un ultraconservador que odiaba a la Revolución Francesa, a la Ilustración, a la democracia, a los científicos, laicos, periodistas y a todas las personas que él creía que conformaban una conspiración satánica para destruir el poder divinamente ordenado del Papa y del Rey.

El narrador de Píldora roja se pregunta cuál es la mente detrás de la creación de esa serie y ese interrogante desencadena todas las asociaciones necesarias para montar una fantasía persecutoria. En medio de la novela se relata una microhistoria, la de Monika, una baterista punk de Alemania Oriental que fue apresada y luego vigilada por un agente de la Stasi, la policía política comunista, para que delatara a sus amistades disidentes y que, tras emigrar al Oeste, se encuentra trabajando de mucama en el Centro Deuter, donde le toca precisamente limpiar y ordenar la habitación del narrador: otra coincidencia significativa. Pero lo peor empieza a ocurrir cuando este conoce en persona al creador de la serie Blue Lives en un encuentro casual en una elegante fiesta en Berlín. Su nombre es Anton. Se trata de un guionista monstruoso y fascinante que empieza a provocarlo y desafiarlo con sus argumentos al advertir que el narrador debe ser uno de esos progres o liberales de izquierda que justamente él desprecia. Sus ideas son magistralmente expuestas: “El futuro pertenece a aquellos que puedan distanciarse de la manada en términos intelectuales. Dentro de cincuenta años la humanidad será desperdicio, una biomasa improductiva sostenida por alguna forma de ingreso básico universal. Todo lo importante será realizado por un minúsculo grupo de humanos. Esta élite cognitiva y las inteligencias artificiales trabajarán en conjunto para optimizarse. Si no eres uno de ellos, ni siquiera podrás vender tus órganos, dado que, para esa época, será posible cultivar cualquier parte del cuerpo en forma artificial”.

El narrador de Píldora roja se pregunta cuál es la mente detrás de la creación de esa serie y ese interrogante desencadena todas las asociaciones necesarias para montar una fantasía persecutoria.

Anton es un neonazi contemporáneo con una mente brillante. La obsesión por conocerlo más de cerca lleva al narrador al territorio virtual y físico de las sectas de ultraderecha y de los teóricos de la conspiración, el reino cibernético y esotérico del supremacismo blanco, ese en el que ultras alemanes practican el culto a Odin y a la antigua religión pagana de los vikingos. Pronto el narrador se convence a sí mismo de que está en una batalla metafísica con el creador de la serie Blue Lives; lo sigue hasta París y luego a una isla en la costa de Escocia, en el norte mítico de la ideología supremacista blanca. Y ahí su mente comienza realmente a derrumbarse. Describe lo que escribe en cuadernos infantiles durante esos días aciagos: “Desde el futuro se avecina algo implacable y nuestra única esperanza, nuestro salvavidas, es una explosión intelectual, un salvoconducto que nos saque de la Tierra antes de que sea demasiado tarde. Pero no podemos esperar que los primates escapen, el salvoconducto más exitoso será que nuestras inteligencias escapen de nuestros cuerpos, que huyamos antes de ser torturados por nuestros caprichosos amos: las máquinas. Después de eso, todos los que no puedan huir serán carne de cañón, esclavos, y los pocos afortunados habrán dado un gran salto hacia el porvenir. Cuando la música termine, la humanidad se separará. Por un lado, estarán aquellos con una individualidad bien cultivada, llenos de riqueza simbólica; y por el otro, aquellos a los que no se les debe nada, los que podrán ser usados y descartados a discreción”. 

Sin spoilear el desenlace, sólo diré que a esa altura el narrador parece tener en sus manos la famosa píldora roja. La verdad de la ficción: quien lee ya no sabrá si sus terrores persecutorios deberán ser tomados en serio o descartados como fantasías paranoides porque se imbrican peligrosamente con la realidad. Así estamos: la paranoia suele conducir directamente al fascismo, sea como víctima o como victimario. Comprender, enloquecer: una asociación que estalla en la conciencia cuando lo que se descubre es inquietante, abrumador, insoportable. De eso se trata. De evitar como se pueda a esa psicosis. 

Nació en Buenos Aires en 1948. Entre 1974 y 1993 vivió en Perú, Costa Rica, México, Estados Unidos, España, Italia y Canadá, desempeñándose en este último país como sembrador de árboles, traductor y asistente en programas de ayuda a refugiados de la Argenta Society of Friends y miembro cofundador de una comunidad rural en los bosques al oeste de las Montañas Rocosas. También recibió becas de estudios para desarrollar proyectos de investigación sobre narrativas aborígenes, minorías y medios de comunicación. Escribió y colaboró en diversos medios, entre ellos las revistas Ñ, Crisis, Cerdos & Peces, El Porteño, Ajoblanco, Mutantia, Uno Mismo, Página/30 y en los diarios Página/12, Perfil, El Independiente y El Mundo. Publicó, entre otros libros, En pampa y la vía, Correrías de un infiel, Sobre Sánchez, Poesía estatal y Cerdos & porteños. En la actualidad es docente universitario, titular de cátedra en la carrera de Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.