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Esta conversación se dio en el marco de la visita de Luis Carlos Barragán Castro a Buenos Aires, durante el último FILBA 2024. Junto con Futurock, organizamos una serie de encuentros alrededor del género weird coordinados por Robi Chuit Roganovich. El seminario terminó con una entrevista pública al autor de Parásitos perfectos. Aquí les dejamos un fragmento de esa charla para conocer un poco más el proceso de escritura y el imaginario sobre el que Luis Barragán desarrolla su obra.
Roberto: En el taller de lectura que armamos sobre tu libro, hablamos mucho de una tesis que Fredrick Jameson trabaja en Arqueologías del Futuro. La tesis supone que cualquier futuro ideado tiene como pasado arqueológico obligatorio nuestro propio presente. Es decir, que cualquier futuro ideado se configura a partir de las «fugas ideológicas» del tiempo concreto en el que vivimos y en el que, por ejemplo, vos desarrollás tu escritura y tus ilustraciones. ¿Qué espacios de sociabilidad, del arte, de la militancia, del sexo creés que todavía nos pertenecen de alguna manera a «nosotros»? ¿Qué cosas hoy están fugándose de la lógica del capital y qué cosas creés que el capital todavía no puede comprender?
Luis Carlos: Creo que es difícil que algo se escape del capitalismo. Todo puede ser consumible, incluidos nosotros, incluida nuestra mente. Incluidos los sentimientos. Estoy pensando en un catálogo de cosas que se escapen del capitalismo, porque a veces tengo la sensación de que nada se escapa. Todo puede ser consumible. Los recuerdos, la vida, los sentimientos, el amor, la sexualidad.
Roberto: ¿No hay «algo» que esté intentando resistirse a esa apropiación?
Luis Carlos: Tal vez la espiritualidad. La espiritualidad es algo que sucede sin que exista necesariamente la intervención del consumo de algo, por ejemplo. Una persona puede entrar en un trance, o creer en algo, o tener experiencias extraordinarias que dependen, tal vez, de la mirada. Todo eso puede estar condicionado por el capitalismo. Lo que entendemos por espiritualidad o lo que entendemos por mirada está condicionado por las cosas que consumimos, pero tal vez haya un espacio ahí, algo íntimamente personal de la conciencia del ser. Uno mismo. De la experiencia de la primera persona, que tal vez todavía no puede ser completamente fagocitada por el capitalismo. Es como la intimidad más absoluta de la mente, del ser yo. Pero no estoy seguro.
Roberto: Dijiste una palabra que me parece que es interesante para pensar la espiritualidad, que es trance. Hay suplementos que pueden contribuir al desarrollo de ese trance. Y estoy pensando particularmente en el arte, en el amor y en la experiencia de la droga. ¿Te parece que en esa tríada puede existir alguna forma de resistencia, una apropiación por parte de la lógica del capital?
Luis Carlos: Es muy difícil. Es muy invasivo el capitalismo. Puede apropiarse incluso de esas cosas. La droga forma parte de un sistema absolutamente capitalista de consumo, de compra, de venta, de tráfico que soporta economías enteras como la colombiana. Hace unos años me enamoré de alguien por Tinder. Siento que el amor y la sexualidad también están de alguna forma mediadas por el capitalismo, a través de la pornografía, de las aplicaciones para conocer pareja. Tal vez existan espacios libres donde uno puede encontrarse un hongo en la selva sin que tenga que haber una transacción de dinero. Aunque para llegar a la selva tienes que pagar el carro, la gasolina, el avión que te lleve, sobrevivir allá para poder encontrar ese hongo, que posiblemente se convierta en un espacio turístico para conseguir el hongo. Estamos cercados. Yo creo que sí.
Carlos Barragán en Buenos Aires. Foto: Coni Rosman
Roberto: Pero incluso en esta coyuntura, en la de encontrarnos cercados por un capitalismo que a veces nos resulta más inteligente que nosotros, puesto que tiene una respuesta antes que nosotros incluso formulemos la pregunta, ¿creés que la salida sigue siendo este desarrollo espiritual, individual, respecto del, por ejemplo, «consumo del hongo»? ¿O encontrás alguna posibilidad de articulación un tanto más plural o colectiva?
Luis Carlos: A mí me gusta mucho la anarquía. Las ideas del anarquismo me parecen muy bellas. Tengo la intuición o el deseo de que suceda en algún momento, que incluso eso puede suceder a través de la tecnología. La idea de la anarquía es eliminar el poder o repensar qué formas de poder no son legítimas y podernos deshacer de esas formas de poder para tomar el control a través de discusiones, de debates, de conocer al otro, de entender al otro, de la comunidad, de la comunidad con los animales, con las plantas. No sé qué tan fácil será llegar a eso, no sé cuántos siglos nos tardemos en llegar, pero siento que al menos la conexión entre capitalismo y democracia representativa nos tienen del cuello y es muy difícil de imaginar.
Roberto: ¿Por qué te consideras un nómade?
Luis Carlos: La figura de Luis en mi cabeza, es la de un nómade. No sé por qué, pero hay una fuerza en mí que me hace ir de un lugar a otro. Llevo tres años viajando de un país a otro. Trabajo online, entonces puedo hacerlo, como que no me puedo quedar quieto. He logrado vivir así un rato. He hecho viajes en bicicleta, me gusta acampar, me gusta vivir en la naturaleza.
Roberto: Hay algo que creo que te sucede con la naturaleza que me parece muy divertido. En el contexto de una filosofía romántica, en donde uno encontraría en la naturaleza la promesa del «regreso a lo sagrado», vos encontrás otra respuesta, que es la de la aceleración absoluta en comunión con la tecnología para el desarrollo de nuevas formas de vida, que con mucha suerte pueden llegar a resultar, digamos, favorables a nuestras lecturas políticas. ¿Cómo es tu vínculo hoy con la naturaleza? Sos nómade, claro. Pero, ¿tenés plantas o mascotas?
Luis Carlos: No tengo nada, solo tengo una maleta, literal. Me gusta mucho acampar, quedarme en un bosque, me gustan mucho todas estas ideas sobre la naturaleza, sobre el retorno, sobre el anarco-primitivismo. Me encanta esta idea de que todo lo que hemos desarrollado en la civilización no es tan valioso, porque depende de unas jerarquías destructivas que nos someten. A veces siento que sería mejor vivir como animales otra vez, vivir como criaturas o cazadores-recolectores. No estoy seguro tampoco de que esa sea la respuesta, porque igual ellos también sufrían un montón, sin duda, de parásitos, entre otras cosas.
Mi relación con la naturaleza es extraña porque intento no romantizarla. La naturaleza también es salvaje y destructiva, y los animales también están sufriendo, los animales que viven de forma salvaje, también están sufriendo por otros animales que los están consumiendo. Entonces, es más bien como una serie de preguntas sobre la naturaleza.
Me pregunto mucho sobre los animales, por ejemplo. Hace poco una inteligencia artificial pudo describir el lenguaje de las ballenas, comenzar a descifrarlo. Eso me hace pensar en que tal vez tienen una historia antigua, que tienen una tradición oral de literatura «ballenística», y que no la conocemos. Y que hay un montón de animales y plantas que son conscientes y los humanos somos totalmente ignorantes de esa conciencia o de esa historia.
Es casi una visión de terror cósmico, de algo tan gigantesco e inentendible que no comprendemos. Es decir, incluso hasta la tecnología podría entenderse, y hasta el capitalismo podría entenderse como parte de esa misma naturaleza. Somos parte de esta geografía, y como las termitas hacen castillos de arena, o los castores hacen represas, nosotros hacemos cosas también complicadas. Un gran sistema también natural.
Roberto: Me gusta la cuestión de las ballenas. Hay un mito respecto de una ballena muy solitaria, que habría nacido con una estructura fisionómica apenas diferente a la de sus compañeras, y que por eso canta en una frecuencia que ninguna de sus compañeras ballenas verdaderamente escucha. Se la conoce como «la ballena más solitaria del mundo». Me interesa la idea de una única ballena dando un mensaje que no es nunca respondido. En esa soledad está el planteo de Peter Sloterdijk en Reglas para el Parque Humano: el de escribir para encontrar otros compañeros a la distancia intercontinental, a la distancia marítima, para encontrar compañeros desde los cuales articular posiciones políticas.
Entonces, de haberla, ¿qué tipo de pretensión política subyace a Parásitos perfectos? ¿Quisiera encontrar un lecotore anarquista 0 político que movilice alguna clase de organización o articulación, o es simplemente una forma de expresión artística que no espera necesariamente una unión?
Luis Carlos: No soy un ideólogo político, pero definitivamente hay una intención en demostrar el trance frenético de nuestra relación con las máquinas. Una crítica, pero también una apología. En algunos casos las máquinas y los monstruos son malignos y nos van a destruir, se van a adueñar de nosotros, nos van a controlar, nos van a destruir, pero en otros casos no. En otros casos a través de esas mismas máquinas creamos una relación simbiótica y evolucionamos, nos convertimos en una especie nueva.
Para mí esto es más bien un trance alrededor del caos relacional, del no-saber, de no tener idea de cómo podemos construir un futuro, de que estamos en un mundo «weird», frenético, de tecnología, donde nadie tiene el control de nada.
Roberto: ¿Cómo nacen tus historias? ¿Empiezan por el final, por los personajes? ¿Empiezan por los monstruos, los dispositivos que dibujás? ¿Empiezan por la palabra o empiezan por el dibujo?
Luis Carlos: Casi todos los relatos comienzan con la idea de «qué pasaría si» hubiera una máquina que hiciera tal cosa… o, si esta máquina estuviera viva, ¿cómo se reproducirían? Si los computadores estuvieran vivos, ¿qué comerían? ¿Cómo interactuarían con nosotros? Si se me ocurre la idea, lo que hago es sentarme a escribir sin saber exactamente cómo va a ser la historia, me dejo llevar por la intuición. Soy súper intuitivo, a veces tomo notas de cómo va a ser el cuento o de cuál es la idea central, qué pasaría si esto y esto, pero generalmente cuando estoy escribiendo me dejo llevar por el impulso creador, que me sale mucho. Me dejo llevar, le pongo pedazos de mi vida, le pongo pedazos de lo que vi, de lo que encontré, de lo que alguien dijo, y ahí surgen.
Roberto: ¿Escribís todos los días?
Luis Carlos: Quisiera. No, no, pero es que no me queda tanto tiempo, no soy tan disciplinado. Y además a veces tengo que esperar un poco para que surja, tengo que pensar y leer y encontrar cosas, porque a las ideas a veces las encuentro. Yo voy al museo, veo una pintura y encontré la idea. Antes no la tenía, entonces no puedo escribir hasta ese momento. Este libro lo escribí en diez años, más o menos. Fueron diez años en los que estuve obsesionado con la tecnología viviente, sí, y la verdad es que los cuentos no los escribía lentamente, los escribía como en un día, o dos días.
Roberto: ¿Corregís tus trabajos o preferís que de eso se encargue el mundo editorial?
Luis Carlos: Lo corrijo hasta donde puedo, porque hay muchas cosas que no logro ver, y que un editor sí puede ver.
Roberto: ¿Hacés uso de algún software que te permita organizar las ideas? ¿Usas Notion, Obsidian, Blog de Notas, Word, carpetas? ¿Qué usas para organizar lo que va a pasar en el arte?
Luis Carlos: No uso nada extraño. Tomo notas en el celular, notitas: «una máquina que pone huevos», o «los humanos ponen huevos», y luego escribo un cuento. Así, me siento en Word. Todo está organizado en mi computadora. Soy muy maleable o muy plástico a la hora de trabajar: a veces tomo partes de un cuento que no sirvió, digo, al que no le encontré el final, entonces luego lo corto, lo pego en otro cuento, y luego intento arreglar todo en la misma historia.
Roberto: Es interesante porque es una forma también muy «Frankenstein» de proceder a construir el objeto estético, y es un punto en donde la forma y el contenido parecen tocarse, porque estamos hablando, en el contenido, de personajes que son bio, meca, modificados, a la vez que estamos hablando, en la forma, de un texto que se produce a partir de partes de otros textos. ¿Se puede saber en qué estás trabajando actualmente? Porque sé que muchas veces escribís y sobre todo dibujás por encargo. ¿Se puede saber en qué estás trabajando, qué te gustaría trabajar o qué estamos a punto de ver? Estoy haciendo muchas cosas al tiempo.
Luis Carlos: Estoy escribiendo otra novela. De hecho, ya la terminé. Estoy obsesionado un poco con los psicodélicos y con las entidades que se encuentran en el DMT. Entonces escribí una sobre Power Rangers, como algo parecido a Power Rangers, mezclado con La montaña sagrada de Jodorowsky: unos Power Rangers que hacen ceremonias sagradas y que también pueden usar estas criaturas que salen de los psicodélicos a través de unos actos de magia.
Y todo tiene que ver con las plantas. Las plantas, como ecosistemas, son monstruos cósmicos que nos quieren controlar. Somos esclavos de las plantas, de alguna forma. Como el azúcar. Y también el trigo, el maíz, la palma de aceite, y la coca, especialmente, como productora de la historia de Latinoamérica o al menos de la región andina.
Y al mismo tiempo estoy haciendo un libro ilustrado sobre una persona que va al espacio y encuentra a un extraterrestre al que llaman «el dios», y con quien tiene sexo. Entonces es como un libro de arte erótico con extraterrestres.
Roberto: ¿Podrías mencionarme tres novelas que te hayan influenciado?
Luis Carlos: Yo diría que Neuromancer, de William Gibson. Ygdrasil, de Jorge Baradit. Y El tambor de Hojalata, de Gunther Grass.
Carlos Barragán en Buenos Aires. Foto: Coni Rosman