Si, dentro de un manual de xeno-arqueología, fuera a escribirse un apartado sobre la duración de la historia
umbral, la cronología iría desde el año 0 hasta el año 0, a cada recomienzo
con intervalos diferentes. Año 0:
https://youtu.be/Kx2J6-YsFek
De la concentración indescriptible de calor y densidad se expande el universo en un estallido
que nadie puede ver, creando y desperdigando fragmentos materiales que, poco a poco, encuentran un
camino que dirige al encuentro de unos cuantos de ellos, para acabar formando, poco a poco, en un
proceso de acrecimiento, un planeta. Dos planetas. Uno creciendo al lado del otro. Dos planetas gemelas.
Gaia crece a la sombra de Theia, ¿o será al revés? Cuando Gaia colisiona con Theia, otro proceso de
acreción: Theia desaparece de escena y los escombros se unen para formar la luna terrícola, por siempre
atalayada en el cielo nocturno. Un cuerpo que es dos cuerpos, que es la relación entre ellos. Gaia se
quema a una temperatura de mil grados; un océano de polvo líquido hirviente. Mil años después, la luna
se quema a mil millas de la tierra; la otra tierra. Durante veinte millones de años cae sobre la tierra
una lluvia de fuego y agua. Después, un eón arcaico suspendido por tiempo indefinido; algo que parece
que nunca va a acabar. El momento en el que las placas se acomodan y la vida se crea. El tiempo tiene
solamente percepción de sí, se expande por la materia oscura, atraviesa campos de fuego ruidoso y
oscuridad cegadora. El tiempo no tiene medida más que los cuerpos que perfora, más que los cuerpos
que conforma por agregación y segregación. Desde el borde del universo cae como un rayo sobre el fuego
burbujeante de la tierra de Gaia; un hálito gélido endurece el suelo. Como de un queso en fermento,
del polvo estelar crecen gusanos, según recoge un molinero del siglo XVI. La tierra carcomida y llena de
agujeros comienza un proceso de recalentamiento. La marcha del tiempo alcanza a la comunidad planetaria
antropocénica. Pero, como todo período, algo le sucede, algo viene después de. El mundo humano se presenta
solo como el pasaje a un post, un después.
Y así, un segundo pasa.
El principio y el final están en todas partes a lo largo de la cinta, para el realismo mágico y para la
abstracción científica.
El viaje hacia el futuro es posible. Es decir, no solo como cualidad imaginativa es posible; es posible
también desde el discurso científico: la teoría de la relatividad concibe la posibilidad de crear una
máquina espacio-temporal que, en una explosión, acelere a su tripulante hacia el futuro.
El viaje hacia el pasado es probable. No únicamente como remembranza o historia: según la teoría de las
historias múltiples, a cada partícula elemental individual correspondería una antipartícula que, en un
bucle invisible a los ojos, tomaría la dirección contraria. Mientras una partícula es expulsada hacia el
futuro, una antipartícula retrocede hacia el pasado. Hasta que, en un momento, partícula y antipartícula
se encuentran para aniquilarse mutuamente.
Podría decirse que internet es un viaje en el tiempo simultáneo hacia el pasado y hacia el futuro, pero
su estructura se parece más a la de un hyper-sueño; es un repositorio material para la remembranza que
permite un contacto cercano con lo vivido y es una profecía autocumplida, una especulación anticipatoria
de lo por-vivir, una masa inasible de piezas unidas por la casualidad. La acreción casual es el principio
de la historia: la unión de incontables fragmentos rodeados de la oscuridad del espacio en un proceso de
agregación. El Big Bang es otro principio de la historia: incontables fragmentos unidos por el hilo dorado
del estallido de una erupción. La posibilidad del principio y la probabilidad del final son espectros que
no pueden dejar de perseguirse y cuya orientación es incierta. Persiguiendo a uno se encontrará al otro,
en un gran destello de radiación. Sobre ello la antropología de la imagen diría que en el Otrora las
sombras crecen como doppelgängers de otros cuerpos, antipartículas muertas que buscan la imagen de la
vida. ¿Qué replicantes crecen en el más allá tecnológico del cyberespacio?
Gaia y Theia demuestran que Ahora y Otrora no se excluyen, que no viven solo como reflejo y sombra: Gaia crece a la sombra de Theia; Theia eclipsa el fuego de Gaia mientras se dirige a una colisión inevitable; la sombra se vuelve polvo que se concentra y se vuelve la luna; la luna se vuelve una sombra sobre Gaia. La anti-partícula Theia encuentra a la partícula Gaia; se aniquilan mutuamente; inauguran una nada; una temporalidad más allá de la comprensión humana: edad, época, período, era, eón, supereón, xenoeón. Lo impensable se esconde a simple vista en lo más conocido. A toda partícula corresponde una anti-partícula, una parte otra, maldita, una xeno-partícula: cuando lo xeno se encuentra produce un principio y un final simultáneos cubiertos por la sombra. Cuando las sombras sean la única posibilidad-certeza, será mejor haber aprendido a ver en la oscuridad.