objetos temporales

Cláusula básica de un manual xeno-arqueológico: si la xeno-arqueología es una forma de encontrar objetos temporales disonantes y oscuros, la historia umbral es un intento fútil por encontrarles sentido a través de la narración ficcionalizada.

La sociedad de la medianoche somete la historia a votación: “¿podrá ser contado el cuento de la risa en la oscuridad?”, se preguntan. Un montón de adolescentes se agolpan en torno a una fogata; a través de la luz de la llama ven el desenvolvimiento de la imaginación de una cuentista: narración tras narración intentan contestar la pregunta de todas las noches hasta que se levanta la sesión. Alguien más les ve a través de una pantalla: “¿podré perder el miedo a la oscuridad?”, se pregunta.

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Pero la historia de la humanidad siempre ha sido la historia de la luz, la historia de escapar de la noche, de escapar de las sombras en las que se esconde lo desconocido, lo mortal, la nada humeante. La historia de la humanidad es una historia prometeica, una historia de domesticación del fuego, una historia de un hombre con una antorcha; con ella se adentró a lo más profundo de la noche, pero no pudo tocar las sombras por miedo a apagarla. ¿Será la edad de las pantallas el último contorno de un xenoeón brillante? Un cuadrado blanco en el centro de la oscuridad del vacío es el borde de un efecto. De tocar ese borde se encargará la fenomenología volcánica, la historia del intersticio en que se cruzan destello y oscuridad.

La fenomenología es una tarea infinita, una revisión constante de los efectos de los efectos de los efectos. Ante la inquietante pretensión de saberlo todo sobre las causas y las esencias, el tiempo presente exige una atención sobre lo que estalla; no porque haga ruido o porque sea vistoso, sino porque quema, porque llega cuando menos se lo espera y sepulta una ciudad entera, porque erupciona y solamente se enteran quienes estuvieron muy, muy, muy cerca, porque debajo de la superficie del monte Fuji puede estar esperando, ya, algún monstruo que cambie el presente. Con cada respiración liberará tornados de vientos nucleares por los que únicamente cortará su piel, mil veces más dura que el kevlar; para salir a la superficie destruirá la corteza terrestre a lo largo de todo el globo, tajeando al medio el tiempo; una sombra del tamaño del interior de una fantasía, una masa sólida cubierta de espinas de vidrio brillante y al rojo vivo. Singularidad, big crunch: una implosión al final del universo.

Mientras duerme existe en el vacío, una esfera de humo impenetrable en el corazón del mundo, cubierto de escamas y coronado de fuego, listo para la explosión.

La fenomenología es un detenerse en los efectos de la explosión del acontecimiento, en un punto en el espacio-tiempo; la historia fenomenológica busca el efecto del tiempo en lo que puede percibir, en la discontinuidad material del archivo; el magma tiene la misma estructura que un web-crawler que busca sin cesar un punto de entrada y un punto de salida a la vez en la continuidad de la historia; la lava es un bot que trata de agenciar su propia existencia. Y la erupción de un volcán puede verse vía streaming. Un río de lava con mil desembocaduras; un sistema sanguíneo dorado sobre el eterno pleno plano de una sombra. El río de la historia mantiene una promesa para sí; nunca deja de desembocar, continúa extendiéndose: la promesa es la raíz de un árbol omnipresente. Cuando un coágulo aparece para taponar una de sus venas, la sombra del error bloquea el flujo del tiempo, creando tramas discontinuas.