John Cage recolector

22 agosto, 2023

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Dice Anna Lowenhaupt Tsing en Los hongos del fin del mundo:

“La indeterminación tiene un rico legado en la apreciación humana de los hongos. El compositor estadounidense John Cage escribió un conjunto de piezas cortas, al que puso por título Indeterminación, muchas de las cuales celebran encuentros con hongos. Para Cage, la recolección de hongos silvestres requería un tipo particular de atención: la atención al aquí y el ahora del encuentro, en todas sus eventualidades y sorpresas. La música de Cage versaba sobre ese aquí y ahora “siempre distinto”, que él contrastaba con la persistente “uniformidad” de la composición clásica; él componía para que la audiencia escuchara los sonidos ambientales tanto como la propia música compuesta. De hecho, en una de sus obras musicales más famosas, 4’33’’, no se reproduce música en absoluto, y la audiencia se ve obligada a quedarse escuchando. La atención de Cage a escuchar cómo ocurrían las cosas le llevó a apreciar la indeterminación. La cita con la que daba comienzo este capítulo es una traducción de Cage de un haiku del poeta japonés del siglo XVII Matsuo Basho: “matsutake ya shiranu ki no ha hebari tsuku”, que he visto traducido como “El matsutake; y pegado a él / La hoja de algún árbol desconocido”.

Cage decidió que en esta traducción la indeterminación del encuentro no estaba lo bastante clara, de modo que en un primer momento optó por “Lo desconocido une la seta y la hoja”, que expresa hermosamente la indeterminación del encuentro. Pero luego pensó que resultaba algo cansino: “¿Qué hoja? ¿Qué seta?”. También puede llevarnos a esa indefinición que Cage tanto valora al estudiar los hongos.”

 

 

Algunos fragmentos sobre Hongos que pueden encontrarse en Escribir en el agua, de John Cage. 

 

A KATHERINE AUNE

(23 de enero de 1979, lugar no indicado)

“Además de escribir música, disfruto especialmente de escribir textos, de cocinar, de recolectar hongos y otras plantas silvestres comestibles, de jugar al ajedrez, de hacer dibujos y aguafuertes. No concibo estas actividades como algo desvinculado de la música, sino como algo que se mueve en la misma dirección. De hecho, no se puede escapar de los sonidos. Siempre hay algo para escuchar.”

 

A FRANK WIGGLESWORTH6
(31 de mayo de 1962, Stony Point, Nueva York)

“Compartí mi interés en los hongos con los estudiantes de la Nueva Escuela, al ofrecer un curso de identificación de hongos con Guy G. Nearing y Lois Long. Esta clase siempre resultaba atractiva para residentes en la ciudad que buscaban escapar del cemento. Teníamos entre treinta y cuarenta estudiantes por sesión. Ahora hemos organizado la Sociedad Micológica de Nueva York y muchos de los estudiantes de entonces son miembros. En invierno, hacemos encuentros en los que dan conferencias autoridades en la materia en los Jardines Botánicos del Bronx, + reuniones de estudio en la Academia de Ciencias de Nueva York. En verano y en otoño vagamos por las colinas de los condados de Rockland + Westchester.”

 

 

Además de escribir música, disfruto especialmente de escribir textos, de cocinar, de recolectar hongos y otras plantas silvestres comestibles. No concibo estas actividades como algo desvinculado de la música, sino como algo que se mueve en la misma dirección. De hecho, no se puede escapar de los sonidos. Siempre hay algo para escuchar.

A LOU HARRISON

(25 de marzo de 1965, Stony Point, Nueva York)

 

Bueno, ya ves mi estado mental: más idiota que nunca. ¡Mi amor está siempre contigo!

(Estoy seguro de que los hongos crecerán para ti,

solo espera con paciencia

y, mientras tanto,

intenta conocer a alguien que sepa sobre hongos.)

Estoy seguro de que los hongos crecerán para ti, solo espera con paciencia y, mientras tanto, intenta conocer a alguien que sepa sobre hongos.

A LA SOCIEDAD MICOLÓGICA DE NUEVA YORK

(11 de diciembre de 1964, Stony Point, Nueva York)

Poco después de regresar de mi reciente gira de seis meses, mantuve algunas conversaciones y leí algunas piezas de correspondencia que me dejaron claro que existe cierta agitación en el seno de la Sociedad Micológica de Nueva York. Lo que sigue constituye un intento de mejorar esa situación. Como queda dicho más abajo, los miembros pueden simplemente ignorar esta carta, responderla por escrito, o bien solicitar un encuentro para que puedan ser tratados los varios asuntos que se mencionan e incluso otros, si ese es el deseo. Si esta manera de resolver los problemas funcionara, podría sentar precedente para que en el futuro la adopte cualquier miembro que crea que hay algún problema que necesita atención.

A manera de prólogo, habría que subrayar que la Sociedad carece de estatuto o de ley parlamentaria, y que no hay otros oficiales que la secretaria y el tesorero. Sin embargo, hay cinco miembros fundadores que fueron quienes establecieron la Sociedad, fijaron las cuotas y honorarios, y son quienes organizaron los programas de caminatas y conferencias y llevaron a cabo las diversas cosas necesarias para conseguir miembros e información. Lo que se buscaba era una situación más bien anárquica y desorganizada, en la que la responsabilidad no se cargara como un peso sobre los hombros de nadie. Ese deseo surgió de dos circunstancias: la primera fue una visita que hicimos con Guy Nearing a la Sociedad Jardín de Nueva Jersey donde, durante un extenso encuentro parlamentario, los miembros tuvieron la oportunidad de discutir unos con otros produciendo así varias horas de miseria recíproca y de aburrimiento (sobre todo para alguien como yo, que no estaba involucrado). La segunda circunstancia fue el hecho de que la Sociedad se formó después de que Guy G. Nearing, Lois Long y yo impartiéramos cursos de Identificación de Hongos durante varios años en la Nueva Escuela. En las situaciones de clase, de manera razonable, los estudiantes dependían de los líderes y maestros. Eso generaba una situación más adolescente que adulta en lo social; y la responsabilidad –de cara a los posibles peligros: envenenamientos no solo por hongos sino también por avispas y serpientes, accidentes por piedras sueltas, acantilados que se pueden desmoronar, etc. – acabó siendo más grande que lo que los líderes queríamos continuar asumiendo. Entonces las clases se interrumpieron y se fundó la Sociedad. Las cuotas se fijaron más bien altas de manera de asegurar la seriedad de la membresía y de contar con fondos para operar: contratar conferencistas, alquilar los espacios necesarios y celebrar la conclusión de cada año de recolección con un banquete. Todo esto fue determinado de un modo no democrático por los miembros fundadores. Aunque la intención era y es, por así decir, generar un grupo libre, anárquico o sin reglas, esa intención la tuvieron unas pocas personas: los miembros fundadores. Uno podría quejarse de que, en términos políticos, la Sociedad Micológica de Nueva York ha sido, y en menor medida todavía es, una oligarquía.

Pero no hay necesidad de que este estado de cosas se prolongue. Déjenme recordarles, como sea, que es seguro que la Sociedad solo
podrá continuar y prosperar si los miembros evitan involucrarse en las diversas actividades que vuelven miserable a la gente: desacuerdos sobre esto y aquello. Los conflictos entre las personas deberían ser evitados. Todo lo que se necesita es un programa anual de conferencias y salidas, y un banquete. Ojalá todos recojamos más o menos los beneficios que incluyen la mayor experiencia y el conocimiento de hongos, los días y horas placenteros en los bosques y campos lejos del cemento y del aire metropolitano, y la sociedad entre personas que pasan sus horas de trabajo de maneras muy variadas. (Por ejemplo, para mí implica estar con gente que no se dedica a componer música experimental, y eso me resulta refrescante.) Como dice el Sr. Nearing, la Sociedad funciona y hay muchas razones para que siga haciéndolo. Ahora hay cierta insatisfacción entre algunos de sus miembros. Encima de esto, durante los últimos meses apenas hubo hongos que recolectar. En vista en todo eso, les pido por favor que piensen en las cuestiones listadas a continuación y me hagan las observaciones que les parezcan pertinentes. Hay espacio también para que agreguen asuntos no mencionados.

1. En el caso de una sequía como la que sufrimos este año, ¿se deberían cancelar las salidas? La idea de Guy Nearing fue siempre que cuando los hongos no se hacían presentes, se podía estudiar el liquen; como sea, para sorpresa del Sr. Nearing, este año incluso el liquen estaba moribundo.

2. Actualmente le pedimos U$S2 a los miembros para la reserva en el banquete, de manera adicional a sus cuotas anuales. El banquete le cuesta U$S10 por persona a la Sociedad, y tenemos la obligación de informarle con precisión al cocinero cuánta gente asistirá. Los miembros fundadores se pusieron de acuerdo en esta fórmula de una cuota especial. ¿Ustedes están de acuerdo? Si no es así, ¿cómo solucionarían el problema de saber para cuánta gente hay que preparar el banquete?

3. Cuando encontramos a Joe Hyde,nuestro cocinero, consideramos varios restaurantes en Nueva York. Ninguno ofrecía tanto por U$S10, para no hablar de la excelente calidad de la comida y la bebida. Además, estábamos encantados con la situación: una casa en el campo. Por favor indiquen si están contentos con las características actuales del banquete o si desearían cambiarlas. En caso de querer cambiarlas, ¿cuáles serían sus sugerencias?

4. Tuvimos varias series de conferencias. Algunas dictadas por micólogos profesionales, otras por amateurs. Mi opinión actual es esta: aunque no siempre entendamos todo, deberíamos restringir las conferencias a profesionales de la micología con la esperanza de aprender algo, más allá de que no lo disfrutemos en particular. ¿Qué piensan? No hay muchos micólogos profesionales en el área. Podríamos invitar a los mismos a dar diferentes charlas cada año: Dr. Rogerson, Dr. Bigelow, Stanley Smith,23 Dr. Alexander Smith, etc.

5. Ha habido cierto déficit de comprensión con respecto a qué es un miembro fundador. Lo que hay son miembros que pagan con la excepción de Guy G. Nearing y de mi persona, que fuimos convertidos en miembros honorarios; pero yo no lo era originalmente. Ralph Ferrara, Lois Long, Esther Dam y yo hicimos al Sr. Nearing –que nos había enseñado y guiado tanto– un miembro honorario. Des- pués el Prof. R.M. MacIver y yo fuimos hechos miembros honora- rios y dejamos de pagar la cuota. ¿Preferirían que no haya miembros honorarios, o querrían elegir uno por año (en lugar de que lo elijan los miembros fundadores)?

6. La membresía individual en la Sociedad Micológica de los Estados Unidos cuesta ahora U$S2 y no U$S1 (en la última Mycophile aparece una información contraria pese a eso). ¿Deberíamos continuar teniendo membresías individuales? ¿O simplemente pasar a una membresía grupal que cueste U$S8 por toda la sociedad? Si elegimos esto último, ya no recibirán correos de la Sociedad Micológica de los Estados Unidos. En la actualidad, sacamos esa membresía para ustedes.

7. Ralph Ferrara propuso que los estudiantes de tiempo completo del liceo o de la universidad tengan permitido asistir sin cargo a nuestras conferencias y participar de nuestras caminatas cuando vienen como invitados. ¿Están a favor o en contra de esto? (No habría que olvidar que algunos de los privilegios con los que contamos en la Academia de Ciencias de Nueva York se deben a que estamos promocionando el interés y el conocimiento en micología.) ¿O tienen alguna idea, por ejemplo, acerca de un arancel estudiantil que podría ser, digamos, un cuarto de los U$S2 usuales?

8. ¿Creen que deberíamos continuar haciendo hincapié en las salidas de larga distancia los fines de semana, además de los viajes locales alternativos? ¿Tienen sugerencias de lugares a los que ir, tanto cerca como lejos?

9. ¿Creen que los puestos de secretario y tesorero deben ser permanentes, es decir, sostenidos hasta que el ocupante del cargo renuncie, o habría que votar para designarlos y, en ese caso, cada cuánto tiempo?

10. Tras conversar con Lois Long, Leonard Steiner estuvo intercam- biando mensajes con Harry Knighton con vistas a encontrar un lugar en el Este para la Convención Persona-a-Persona del Subcomité sobre Hongos 1965. Esto no es responsabilidad de nuestra Sociedad en términos oficiales, pero la publicidad sugirió que lo era. ¿Quieren que la Sociedad se involucre de manera oficial? Mi sentimiento a este respecto es que la participación no debería ser oficial, pero que sería bueno si Leonard Steiner consigue articular algo con Knighton.¿Hay alguna otra cuestión que crean que los miembros debemos discutir?

11. ¿Deberíamos manejar todo esto por correspondencia? ¿O tendríamos que organizar un encuentro especial? (Tendría que ser en diciembre, antes de que notifiquemos por correo en enero los planes para el año próximo.) Si la idea es encontrarnos: ¿dónde y cuándo? El dónde podría ser tanto en una de nuestras casas o en la Academia de Ciencias de Nueva York. El cuándo, el jueves 22 de diciembre.

Por favor ignoren todo lo anterior o respondan a John Cage, Stony Point, Nueva York 10980, de ser posible con rapidez, de manera que si vamos a hacer un encuentro tengamos tiempo de organizarlo. Si la idea de encontrarse no tiene apoyo mayoritario, les informaré por correo sobre el resultado de este cuestionario.

Permítanme también aprovechar esta oportunidad para decir que este año eché de menos las caminatas por los bosques –incluso aunque haya habido una sequía– y que espero ansioso las de 1965 cuando, si Dios quiere, habrá lluvias y circunstancias propicias para los hongos.

 

John Cage (Estados Unidos, 1912-1992) fue un músico que impactó de forma decisiva en la vanguardia de su tiempo. Estudió con los compositores Henry Cowell y Adolph Weiss, así como con el austriaco Arnold Schönberg. Por influencia del zen, Cage utilizó a menudo en sus partituras los silencios como un elemento más del lenguaje musical, otorgando a los sonidos una entidad dependiente del tiempo.  En la década del treinta, comenzó a demostrar en sus primeros trabajos un talento inusual para el diseño de ritmos imposibles y aptitudes especiales para la invención de sistemas como el de veinticinco tonos. Usó asimismo distorsiones para sus instrumentos e inventó el piano preparado, al cual le insertó en el encordado una serie de elementos que dotaban al instrumento de un amplio abanico de nuevas de posibilidades sonoras. Cage acuñó también el concepto de música no-intencional. Un ejemplo es 4’33” (1952), una obra cuya partitura no contenía ninguna nota a lo largo de sus cuatro minutos y treinta y tres segundos de duración.

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