La tecnología como género y otras fenomenologías encarnadas

Entrevista con Mckenzie Wark - Parte 2

25 septiembre, 2022

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Por Tom Nóbrega, Luiza Crosman y Nicolás Llano

Traducción: Toni Navarro

Esta entrevista en dos partes fue realizada el 28 de enero de 2022 a la escritora McKenzie Wark por la publicación brasileña Revista Rosa y la plataforma online Weird Economies.

 

Parte II: Movimientos laterales – estrategias de espionaje

 

Históricamente, bajo el capitalismo de libre mercado, la economía se regía por un sistema de precios que, simplemente, es cuando el valor se atribuye a la oferta y la demanda. Pero ahora hemos pasado a una economía de la atención organizada por el big data que es cada vez más disruptiva. Volviendo a un tema que hemos tratado antes, sobre la producción de nuevas formas de subjetividad y el proceso a través del cual la atención se ha monetizado, ¿podrías explicar tu opinión acerca de esta transición de un sistema de precios a una economía de la atención?

Ser capaz de cuantificar y monetizar la atención es probablemente una pieza clave de esto, que se basa en la suposición de que la atención es escasa. Se puede pensar en ello en términos económicos: la información ha resultado ser problemática porque se comporta de manera realmente extraña en términos de economías de mercado. La información ya no es realmente escasa, pero la atención sí, y por eso se ha convertido en el objetivo de cualquier intento de simular el mercado capitalista. Para esta nueva economía, todas las formas de atención son iguales. Todo vale para captar la atención de alguien, independientemente de que esa forma de atención sea buena en cualquier otro sentido. Estoy pensando en el trabajo de Yves Citton, que me parece muy útil. Yves piensa que hay diferentes tipos de atención y que lo ideal es equilibrarlos; de lo contrario, podemos volver a los modos de atención fascistas. Este no es su término, pero [para el modo de atención fascista] ser capaz de trazar un límite es realmente importante.

La atención fascista se centra en: “nos están invadiendo”. Puede hacer referencia a las personas migrantes, queer o a quien sea. Se trata simplemente de fijar un límite que nos mantenga en estado de alerta. Otro tipo de atención es el ambiente. Hay una disminución de esa atención ambiental que permite dejar a un lado el propio sentido de los límites, porque para hacerlo hay que sentirse segura. Dejar a un lado los propios límites es otra forma de atender que borra la línea entre los otros y yo; simplemente me fundo en el ambiente. Es un estado al que no puedes llegar si estás continuamente en un estado de atención que tiene que ver con el pánico y los límites. No puedes entrar en ese estado, o bien atenderás a patrones familiares que resultan reconfortantes ante la ansiedad que genera la inestabilidad de todo. Te fijas en las cosas y atiendes a ellas porque son familiares en todos los sentidos.

Te mantienes alejado de la extrañeza, pero si no estás en un lugar precario, atender a las cosas que son extrañas es bueno y genera un aprendizaje. Creo que el aprendizaje consiste en descubrir otros puntos de vista que te permitan convertirte en otra persona. Esas son experiencias de aprendizaje. La mercantilización de la atención aplana [todos los modos de atención] bajo el supuesto de que toda atención es igual. Lo único que importa es el valor cuantificable que genera. Esto nos aleja de la posibilidad de percibir colectivamente nuestro entorno y poder actuar en él y sobre él. Me fascina el optimismo de Walter Benjamin, que creía que la reproductibilidad técnica nos ayudaría a adquirir nuevas herramientas perceptivas y una agencia colectiva sobre nuestro propio mundo. No funcionó así [risas]. Cada vez estamos más lejos de ello. No podemos percibir los entornos porque no podemos dejar de lado los límites. No podemos percibir lo extraño porque tenemos demasiado miedo. Es como si la humanidad hubiera perdido colectivamente la cabeza y los sentidos. Y haber perdido los sentidos es malo [risas].

No es que antes percibiéramos el mundo tal y como es. Los lacanianos tienen razón en eso: es cierto que nos relacionamos con el mundo de forma delirante e imaginaria, pero se puede hacer mejor o peor, y en cierto sentido hemos empeorado.

 

Ahora que tenemos acceso al big data, también están surgiendo nuevas discusiones sobre el cálculo socialista. La idea es que sería posible planificar la economía, tener una planificación económica centralizada mediante el uso de big data. ¿Cómo ves el big data y el debate económico socialista en estos momentos? Quizás también podrías hablar de conceptos relacionados, como la web3 y la economía descentralizada, el blockchain y las criptomonedas, y decirnos si crees que pueden ser herramientas progresistas de izquierdas.

Es difícil imaginar que estas tecnologías puedan ser herramientas progresistas sin la movilización de fuerzas sociales capaces de hacer esas demandas. No existe la capacidad de movilizar el tipo de poder de clase que hace que las cosas sucedan, pero todavía hay una tendencia a pensar que la tecnología podría hacerlo por sí misma si la diseñamos correctamente. No va a funcionar. Y luego está la cuestión de qué tipo de fuerzas sociales se podrían alinear. Quizás podría llegar a incluir a los agricultores y a los trabajadores de gran parte del mundo, además de lo que yo llamo la clase hacker, que son personas que diseñan cosas. Pero, ¿responde la clase hacker a los intereses de los movimientos sociales? Normalmente no. ¿Cómo sería el diseño y la implementación democrática de esas formas de computación?

Creo que me abstendré de tener opiniones específicas sobre tecnologías concretas y me limitaré a ser una observadora neutral de cosas como el blockchain. Es un invento brillante y lo que se puede hacer con él parece todavía muy abierto, pero actualmente su principal uso es la especulación. Es como, “oh, genial, esos tipos aparecieron”, pero no quiere decir que tenga que limitarse a eso [risas]. Tal vez podría tener otros usos y aplicaciones. Pero en ausencia de la capacidad de impugnar lo que hace la clase dominante, esta diseña la tecnología en torno a sus propios intereses, que consisten en relaciones superextractivas con casi todo y en el aplanamiento del valor en su capacidad extractiva. Ahí es donde nos encontramos.

Es difícil imaginar que estas tecnologías puedan ser herramientas progresistas sin la movilización de fuerzas sociales capaces de hacer esas demandas. No existe la capacidad de movilizar el tipo de poder de clase que hace que las cosas sucedan, pero todavía hay una tendencia a pensar que la tecnología podría hacerlo por sí misma si la diseñamos correctamente. No va a funcionar.

¿Cuáles crees que son las asimetrías de información, infraestructura y trabajo más prominentes hoy en día, y cómo podemos convertir esas formas de dominación en herramientas subversivas? Estamos pensando en tácticas como las huelgas que hemos visto en Brasil, con trabajadores de plataformas que tienen algunos efectos. O los proyectos de blockchain que funcionan como cooperativas, y también actúan como herramientas que subvierten esas asimetrías de dominación.

 

Mi colega de The New School, Trebor Schultz, está tratando de pensar en lo que él llama “cooperativismo de plataforma”, con el objetivo de llegar al movimiento cooperativo a nivel mundial. En algunas partes las cooperativas son instituciones bastante masivas. Sin embargo, no suelen ser las dominantes. Las estructuras legales y financieras parecen estar en contra de las formas cooperativas de propiedad en el mundo capitalista —no es sorprendente— por lo que es difícil que las cooperativas crezcan. Pero parece que hay nichos concretos en los que siempre han funcionado bien y, con la implantación de nuevos tipos de infraestructura, podrían volver a funcionar. Hay muchos esfuerzos puestos en que las cooperativas se extiendan a gran escala en diferentes partes del mundo, viéndose a sí mismas como parte de un movimiento global e investigando cómo podrían ser capaces de utilizar nuevas herramientas, crecer y desarrollarse.

Vamos a probarlo todo. Todas las estrategias del siglo XX han fracasado. No tiene sentido perder el tiempo en peleas de bandos sobre si eres un comunista de consejos u otra cosa. No importa, todos han perdido. ¿Qué se puede rescatar de las ruinas? Las cooperativas todavía existen, así que sigamos apostando por ellas. La huelga aún funciona, sigamos usándola como herramienta. ¿Cómo convencemos a los trabajadores digitales e intelectuales o a la clase hacker de que lo que hacen también es un trabajo? Tiene sus particularidades, pero debemos ser capaces de pensar fuera de la propia profesión y centrarnos en los intereses de clase compartidos. Ese repliegue y esa capacidad pueden ser realmente importantes.

Hay que dejar de pensar que el trabajo intelectual creativo no tiene nada que ver con el trabajo técnico o científico: todo ese valor se extrae más o menos de la misma forma, es más o menos la misma plataforma. ¿Cuál es nuestro interés de clase compartido y con quién queremos alinearnos? Todos nuestros trabajos se están proletarizando y están sometidos a una vigilancia y un control ridículos. Las universidades están siendo vaciadas y ahora son básicamente plataformas de software, ya no es tan divertido como solía ser. Así que la cuestión sigue siendo pensar como clase, pensar en la alianza de clases.

¿Cómo se interviene en el desarrollo e implementación de las tecnologías para ampliar los movimientos sociales? Vamos a necesitar una amplia alianza antifascista, como en los años treinta, pero con algunos cambios. ¿Y si pensamos que quizá el fascismo es el aparato político por defecto, con algunos períodos de excepción? Esto probablemente tiene mucho más sentido fuera de Europa: los movimientos sociales son capaces de expulsar a los sistemas fascistas durante un período de tiempo, pero acaban volviendo. Es frágil precisamente porque está construido sobre la explotación de la economía mercantilizada y demás. Lo siento, no soy optimista, pero esa es la agenda tal como la veo, al menos en parte.

Ahora, pensando en el papel del arte y la cultura en relación con esto, en tu trabajo sueles poner en primer plano los movimientos artísticos de vanguardia para discutir cómo estos movimientos han pensado esencialmente en/a través de los medios de comunicación, así como tomando señales de la economía política y los recursos materiales que el sistema necesita para funcionar, con el fin de revelar las técnicas culturales invisibles que median nuestra experiencia social. ¿Cuáles son los movimientos artísticos y culturales más interesantes de la actualidad que encarnan esta estrategia mediática?

“Vanguardia” es un término problemático en el siglo XXI porque es un término militar que significa avance de la fuerza principal. Se convirtió en una forma de intentar escapar de la organización política dominante, social y cultural, anticipándose a algo que se adelantara a ella y que luego la recuperara. Eso está ahora incorporado en el sistema. Creo que a la clase vectorialista le encantan las vanguardias como mercados de prueba para cosas que luego podrían ser absorbidas. Tal vez necesitemos un movimiento lateral para pensar en otras líneas de fuga. Las vanguardias solían llamar la atención sobre sí mismas. Tenían estrategias mediáticas; todas las vanguardias son en realidad vanguardias mediáticas más que arte. Cuestionar si la visibilidad es siempre deseable empieza a ser una estrategia aparte. 

Las cosas más interesantes que están sucediendo ahora tienden a ser más discretas en cuanto a quién las conoce. Fue un reto escribir un libro sobre la cultura rave queer en la ciudad de Nueva York. No quiero llamar la atención sobre ello. Nombro a las DJs, pero no he nombrado a los promotores ni a ninguna de las fiestas. No nombro a ninguno de los espacios, aunque algunos ya son muy conocidos. Es como: “Aquí está esta cosa, pero no quiero daros un acceso demasiado fácil a ella”. Había una famosa fiesta en Nueva York llamada Unter que todavía se celebra, es una de mis favoritas, pero alguien hizo un TikTok en la pista de baile que ya tiene 300.000 visitas, y ya sabes…

Me encanta que la gente tenga acceso a encontrar cosas, pero ese es un nivel de atención impropio de una rave de temática queer. Las prácticas colectivas de improvisación con técnicas corporales, formas de relación y de sensibilidad… Todavía hay espacio para eso, pero quizás más que en la vanguardia, estamos tratando de movernos hacia los lados y tener nuestro propio lugar alejado en alguna parte. Me interesaba la escena rave por esa razón. Ya lleva treinta años, no es algo nuevo. Ocurría en los noventa, sólo que como técnica ha mejorado. También me interesa la vanguardia del género. Hay técnicas baratas y fáciles para modificar el cuerpo, o dispositivos de género, pero parece ser una línea roja. Todo el mundo está modificando sus cuerpos continuamente, pero se supone que no se puede intervenir el género a no ser que sea para perpetuar lo mismo de siempre.

Hay un pánico en torno a que los hombres trans tengan acceso a la testosterona. Nadie parece tener pánico a que los hombres cis tengan acceso a la testosterona, que es lo que sucede en todos los gimnasios, básicamente [risas]. Están ahí en la máquina, haciendo cinco series de ejercicios y yo pienso: no estás haciendo eso sólo con la acción mecánica, cariño [risas]. Pero no parece que nos volvamos locos por esto, ¿sabes? Yo necesitaría una carta del psiquiatra si quisiera un aumento de pecho, pero las mujeres cis pueden entrar en cualquier clínica y conseguirlo. De esto habla Paul B. Preciado: ¿qué significa pensar en los movimientos estéticos culturales, donde el género está en juego, y más que eso, el sexo del cuerpo también lo está? Hablemos de cómo eso es hackeable y divertido, y cada vez más extendido fuera del espacio de la medicalización.

 

De eso se trata. La idea es encontrar prácticas colectivas que puedan intercambiarse de forma más móvil. No se busca exactamente una especie de invisibilidad, sino más bien actuar en los laterales, en el fondo y no en primer plano.

 

Exacto. Eduard Glissant trabajó en la opacidad como concepto en el contexto francófono y anglófono, y está conectado específicamente a la negritud, junto con otros conceptos relacionados. Resultó que la visibilidad ha sido, en términos generales, algo malo para la mayoría de las personas trans. Ha sido genial para las personas trans de clase media privilegiadas, pero también ha perjudicado a todas aquellas personas que ya están marginadas, porque la gente tiene una diana a la que disparar, ¿sabes? [Deberíamos] ser mucho más cautelosas a la hora de posicionarnos. Hay que ser lo suficientemente visible como para que la gente sepa que existes, pero no tanto como para que se convierta en algo atractivo para comercializar o para señalar como ejemplo de lo que está mal. Cuanto menos sepan los fascistas sobre lo que realmente hacemos, mejor.

“Vanguardia” es un término problemático en el siglo XXI porque es un término militar que significa avance de la fuerza principal. Se convirtió en una forma de intentar escapar de la organización política dominante, social y cultural, anticipándose a algo que se adelantara a ella y que luego la recuperara. Eso está ahora incorporado en el sistema. Creo que a la clase vectorialista le encantan las vanguardias como mercados de prueba para cosas que luego podrían ser absorbidas. Tal vez necesitemos un movimiento lateral para pensar en otras líneas de fuga. Las vanguardias solían llamar la atención sobre sí mismas. Tenían estrategias mediáticas; todas las vanguardias son en realidad vanguardias mediáticas más que arte. Cuestionar si la visibilidad es siempre deseable empieza a ser una estrategia aparte. Las cosas más interesantes que están sucediendo ahora tienden a ser más discretas en cuanto a quién las conoce.

Hablabas de ese momento de disociación relacionado con la transición y de lo difícil que fue escribir durante ese período. Sería interesante pensar en cómo se podrían entender colectivamente esos momentos en los que tenemos que poner nuestra práctica en pausa. Hay momentos en los que te das cuenta de que no puedes volver a hacer lo mismo, no puedes seguir con el mismo juego. ¿Qué importancia pueden tener esos momentos de pausa y qué podemos hacer con ellos? ¿Cómo se pueden compartir con los demás?

Sí, creo que es una experiencia común. Tanto en la transición social [como en la médica], si te hormonas y haces cosas así, hay dos tipos diferentes de presión: sobre tu existencia encarnada y sobre tu condición como sujeto. Te presentas como otra persona en el mundo, así que eso llevará un tiempo, sobre todo para las personas que pasaron por transiciones hormonales, y esto es probablemente compartido por las mujeres cis que pasaron por la menopausia. Todas pasamos por la pubertad, y recordamos haber vivido muchas cosas en un par de años. Cualquier cambio sustancial en la forma de regular tu cuerpo hormonalmente va a ser disruptivo. Durante tres años no pude escribir. Escribí artículos, pero no pude hacer un proyecto de libro, en parte porque no lo necesitaba. Me di cuenta de que en cierto modo escribía por la disforia. Soy una de esas personas que necesita trabajar en algún sentido. Lo que hice fue crear toda una red para mí. Me puse en contacto con todas las artistas trans interesantes que pude encontrar en Nueva York y las llevé a comer, hablé con ellas, aprendí de su trabajo y demás. Ahora no puedo mantener el nivel de conexión que tenía, y luego llegó la pandemia. 

Siento que eso también reorientó mis intereses. Volví a las raves a través de la persona que elegí como mi madre trans. Ella era una ravera, ¿sabes? Así es como acabé volviendo allí. Hay formas en las que la transición puede ser en sí misma una especie de práctica estética. Y no quiero sugerir que describirla en estos términos funcione para todo el mundo, lo importante es saber que no tiene por qué describirse únicamente en términos médicos o psiquiátricos. Existen lenguajes que se pueden considerar como una práctica y no todas las opciones tienen que ser estéticas. Me refiero a la dimensión estética de convertirse en otra persona que luego va a escribir diferentes tipos de libros. Mis tres últimos [libros] son sustancialmente diferentes para mí y eso me parece interesante. He perdido lectores, obviamente; algunos de mis lectores han desaparecido, pero estoy consiguiendo otros nuevos y eso está bien. Hace un par de noches estaba impartiendo una conferencia y alguien tenía la parte delantera de Vaquera invertida arrancada y los bordes quemados y me pidió que le firmara esta página chamuscada de mi libro. Y yo dije, ¿me vas a embrujar con eso? ¿O es para un santuario? Es un poco raro, pero está bien. Fue divertido, es un tipo de lector diferente a los señores marxistas con barba que querían tener discusiones sobre Althusser. No es que haya nada malo en eso, pero me divierto más.

Lo que comentabas hace pensar en la noción de tiempo. Hay momentos en los que no podemos leer las cosas de la misma manera, ni relacionarnos con ellas de la misma forma. Algo del tiempo se ha vuelto diferente y, por tanto, nos vemos empujadas a entrar en una nueva temporalidad, a aceptarla. Eso puede ser un reto. Es como si nos enfrentáramos a varios tiempos simultáneamente.

En ese sentido apunta la idea del tiempo trans: está el tiempo desde que naciste, y luego está el tiempo desde que hiciste la transición. Yo hice la transición muy tarde, así que el grupo de personas que empezaron a transitar al mismo tiempo que yo son en su mayoría millennials. Algunas creen que por transitar a los 30 años han empezado demasiado tarde, ¿sabes? Y pienso: “por favor, querida…” [risas]. Te resincroniza con un tipo de grupo diferente, lo cual es una experiencia muy interesante. Algunas personas piensan que sus transiciones terminan y aparece una persona totalmente nueva. Otras piensan que es interminable. Hay diferentes maneras de pensar en ello. Puede ser un tiempo muy gradual, es muy difícil de percibir. Puedes tener cambios repentinos de perspectiva. Es toda una fenomenología de cosas que se comparten con otras comunidades. Por ejemplo, me gusta mucho hablar con mujeres que han pasado por la menopausia, porque han tenido estos cambios hormonales repentinos y a veces toman la misma medicación que yo para eso. Son experiencias específicas de encarnación, y se nos debería permitir hablar de ello. Hay todo un capítulo del feminismo que se basa en la capacidad de dar a luz. Es importante, lo respeto, pero hay otras experiencias de las que podríamos hablar que producen conocimiento sobre diferentes tipos de encarnación.

 

También mencionas, en El capitalismo ha muerto, que la clase vectorialista es especialmente reacia a la innovación porque es reacia al riesgo. Se sigue impulsando la innovación, como práctica, pero también como discurso. ¿Qué pasa con el riesgo? ¿Se transfiere a alguien, como la clase hacker? ¿Cómo se desarrolla este riesgo temporalmente, pero también financiera y socialmente, dentro de esas prácticas?

El mayor riesgo que corre cualquier persona que se encuentra en el mundo subdesarrollado y en las comunidades agrarias es el riesgo climático. ¿Vamos a dejar que poblaciones enteras estén desamparadas? Ya está ocurriendo. Hay partes del mundo que se están volviendo inhabitables mientras hablamos. Y es porque [el desastre ecológico] está golpeando sistemáticamente a la gente empobrecida, como por ejemplo, partes de América Central que ya están en los márgenes de los niveles de humedad aceptables, y esto cada vez va a ir a más dando lugar a fenómenos como los flujos migratorios hacia los Estados Unidos, que en gran medida se deben al clima. Ese es el principal riesgo y no hay duda de que ya está ocurriendo. Pero, en general, las clases dirigentes tienen aversión al riesgo. 

El riesgo hay que cubrirlo y, en la medida de lo posible, se consigue que sean los Estados los que lo asuman, razón por la cual solían encargarse de la ciencia básica y todavía lo hacen, porque es muy arriesgada. No se sabe si va a producir algo que sea comercialmente viable. Lo que yo llamo la clase vectorialista no quiere asumir demasiado riesgo. Quiere cosas que sean patentables y generen valor, pero el Estado tiene que asumir mucho riesgo. La propia clase hacker tiene que asumir mucho riesgo con las startups, muchas de las cuales terminan fracasando. Si tienes algo de valor, probablemente vas a tener que venderlo a alguna empresa más grande en algún momento.

De algún modo la cultura de las startups utiliza esta externalización del riesgo para dejar que la gente cargue con gran parte de eso por sí misma, y luego el capital de riesgo invierte en un puñado de cosas basándose en el portfolio. Se trata de hacer varias apuestas esperando que en alguna ronda el riesgo acabe saliendo a cuenta. Así es como funciona, o como funcionan los derivados. Básicamente se hacen apuestas paralelas sobre todos los posibles resultados futuros que parecen modelables. Creo que el riesgo es lo que se devuelve a las comunidades urbanas, el riesgo de los desarrollos urbanos siempre es soportado por la mayoría de las poblaciones marginales dentro de ella. Es como: “hemos decidido que [el lugar] en el que vives es realmente atractivo para la gente con mayores ingresos, así que vamos a echarte, buena suerte vagando por la ciudad, buscando otro hogar”.

En la actualidad, la innovación parece significar, sobre todo, reducción de costes y desregulación. Todas las cosas que se promueven como nuevas son variaciones de otras que ya existen. El desarrollo técnico clave parece haber ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, como la investigación científica y técnica socializada, y ahora nos lo estamos comiendo. En todo caso, [la nuestra] parece una época que no tiene mucha innovación, o que tiene estas versiones retro delirantes. Por ejemplo, vamos a seguir conduciendo coches porque nadie ha tenido una idea mejor que se pueda privatizar [risas], pero a partir de ahora serán autónomos, en lugar de diseñar un sistema de transporte real que funcione, que lógicamente tendría que ser socializado. Una gran cantidad de dinero se ha invertido en este modelo de fabricación de vehículos privados que está destruyendo las ciudades porque es insostenible. Una de las mayores fuerzas de trabajo en Estados Unidos son los camioneros. Y es como “hay todos estos trabajadores, vamos a eliminarlos y los camiones se conducirán solos”. Así es como la clase dominante piensa ahora. ¿Puedes imaginar semirremolques conducidos por máquinas? [risas]. Por favor, ya hemos tenido suficiente de eso. 

En ese sentido apunta la idea del tiempo trans: está el tiempo desde que naciste, y luego está el tiempo desde que hiciste la transición. Yo hice la transición muy tarde, así que el grupo de personas que empezaron a transitar al mismo tiempo que yo son en su mayoría millennials. Algunas creen que por transitar a los 30 años han empezado demasiado tarde, ¿sabes? Y pienso: “por favor, querida…” [risas].

La última pregunta que tenemos es una pregunta realmente abierta. ¿Cómo pueden los artistas, los trabajadores, los teóricos y la clase hacker modificar o queerizar nuestras economías?

Buena manera de decirlo. Hay formas en las que uno tiene que reconocer que está trabajando en una totalidad económica en la que no tiene mucha agencia, y no hay que ponerse demasiado moralista al respecto. Todos vendemos nuestra fuerza de trabajo en algún momento. Seamos honestos y no juzguemos eso. Probablemente no trabajes para fascistas o militares, ¿verdad? Por lo tanto, creo que lo que hay que pensar es qué son las prácticas colectivas y cómo pueden escalar y perdurar en el tiempo. Y hay historias realmente interesantes de prácticas colaborativas y colectivas, pero nuestra formación tiende a pasarlas por alto. Se habla de individuos y movimientos, pero los movimientos son sólo un nombre para los estilos estéticos. También está Fluxus, este organismo colectivo que se prolongó durante décadas y que, de hecho, sigue existiendo, todavía tiene una sede en la ciudad de Nueva York. Fluxus pensó mucho en la intercomunicación entre artistas y en las prácticas interdisciplinarias, y en cómo desaparecieron parcialmente. Por supuesto, al final todo se volvió valioso, pero la gran ironía es que su éxito acabó generando un valor de cambio ridículo más adelante, y ahora la gente quiere coleccionarlo, comisariarlo y escribir libros sobre ello. Es una especie de pacto con el diablo.

Debemos crear nuestros propios espacios para nuestras propias prácticas. No hablemos a demasiada gente de algunas de ellas y, por otro lado, a veces no es una mala táctica crear algo parecido a un manifiesto o un buen meme para transmitir ciertos mensajes. ¿Cómo hemos encontrado el camino hacia donde teníamos que estar? Básicamente, porque se captó un meme en alguna parte. Incluso antes, en los regímenes mediáticos anteriores, simplemente veías una foto en una revista y decías: “¿quiénes son esas personas? ¿Dónde los encuentro? Voy a ir a buscar”. Enviar mensajes un poco encriptados hacia fuera no es un mal movimiento, pero mantenerse un poco fuera de la vista también es una buena idea.

He estado pensando en lo que yo llamo femunismo, que no es ni feminista ni comunista. No se opone a ninguna de esas cosas, pero no es ninguna de ellas. Y cómo construirlo desde las bases poniendo en el centro a las personas trans y racializadas. Me gustan los sustantivos abstractos con raíz latina porque funcionan en casi todas las lenguas europeas. El Manifiesto Hacker está escrito en esta lengua imaginaria que es a partes iguales inglés comercial, latín eclesiástico y marxismo, porque son estas lenguas, al menos paneuropeas, que puedes hablar. Entonces, ¿cómo poner esas perspectivas en el centro? También hace referencia a una especie de estética femenina [femme] en lugar de feminista, y eso no es del todo utópico, las mujeres tenemos rivalidades, podemos ser unas perras. También hay malos afectos, pero se presta atención a las superficies, a las conexiones efectivas y a los espacios, hay un descentramiento de ciertos tipos de agresión. ¿Cómo podríamos recentrar las formas de interacción en torno a los valores femeninos? Me parece un proyecto interesante.

 

¿Y qué hay de la parte comunista de ese femunismo?

Tiene que ver con qué parte de nuestras interacciones podemos sustraer a la propiedad privada. Y eso sólo puede ser parcial, lo cual tampoco está mal. Se puede sostener el comunismo para cien personas durante unas ocho horas, y eso es una buena fiesta, pero no escala mucho, y sigue teniendo problemas. Seguirá habiendo acoso sexual, alguien tendrá una sobredosis, seguirán pasando cosas malas, no es una utopía. Pero tal vez sea un lugar mejor que otros para que ocurran esas cosas malas. Por lo tanto, si es un espacio bien gestionado, nadie llamará a la policía, simplemente te enfrentas a los problemas. Siguen existiendo los problemas, sólo que tienes diferentes maneras de abordarlos. Tal vez podríamos desarrollar un lenguaje diferente para ello. Esto nos remite a la primera pregunta: ¿Cuál sería un lenguaje para pensar en lo que queremos que atienda menos a los deseos y más a las pulsiones? Se supone que el deseo es algo que tiene un aura sagrada, pero tal vez no hay nada malo con las pulsiones, ¿sabes? Y cómo gestionamos colaborativamente la tensión entre las pulsiones animales quizá sea algo a lo que prestar atención, porque de eso trata también la práctica colectiva.