SUDA-K-PUNK ::::: El suicidio como tecnología de inmortalidad

Por Mnemo

11 enero, 2022

Compartir

El suicidio es el acto político decisivo de nuestro tiempo.”
Franco “Bifo” Berardi, Generación post alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo

“La resistencia no es un desafío al poder; es, al contrario, lo que el poder necesita. No hay poder sin un ser vivo que sea sometido. Cuando nos matan, ya no pueden vernos subyugados. Un ser reducido al sollozo, ese es el límite del poder. Más allá está la muerte. Así que solo si actúas como si estuvieras muerto puedes ser libre”.
Mark Fisher, “Recuerden quién es el enemigo”, K-Punk. Vol. 1

“La muerte envilece al ser humano, descompone su carácter: el temor por su vida engendra cobardía, timidez, bajeza, falsedad, monstruosidad.”
Alexander Svyatogor, “Nuestras afirmaciones”, Cosmismo Ruso.

“El Castillo de Vampiros busca encerrar a las personas en sus campos identitarios, donde quedarán para siempre definidas por parámetros establecidos por el poder dominante, paralizadas por la conciencia de sí mismas, aisladas por una lógica de solipsismo que insiste en que no podemos entendernos entre nosotros a menos que pertenezcamos al mismo grupo identitario”
Mark Fisher, “Salir del Castillo de Vampiros”, K-Punk. Vol. 3

 

Cuando Mark Fisher se suicidó en enero de 2017 yo todavía no había cumplido veinte años. Como la adolescente sin edad que era, vivía todo desde una perspectiva un poco fan, bastante apasionada. Por eso, cuando murió, mi cabecita sufrió el golpe de su muerte como si fuera la de un amigo, como quien siente nostalgia por un tiempo que nunca vivió.

Todas las muertes nos dejan algo. Hace poco veía una serie sobre una conspiración vampírica cristiana en una isla pesquera de los Estados Unidos. Siempre hablo de lo mismo, pero me impactó bastante. Midnight Mass, se llama. [Spoiler alert o algo así] La serie tiene un plot twist del calibre del de la muerte de Marion Crane en Psicosis: el que parece será el protagonista de la redención del pueblo es convertido en vampiro a la fuerza, y para demostrarle lo que está pasando a su amiga de la infancia Erin, decide inmolarse abajo del sol. El tipo no es creyente, no tiene fe. Pero tiene convicciones bastante fuertes: lo único que existe es la materia que lo rodea. Erin le pregunta “¿Qué pasa cuando morimos?” y Riley responde con un monólogo inmenso, extenso, eterno, un plano secuencia de puro diálogo en el que se explica como si estuviera recitando un poema: cuando morimos, antes de morir, soñamos, perdemos la electricidad de nuestro cuerpo y nos convertimos en compost; nos volvemos podredumbre y después polvo y después viajamos hasta el espacio y nos volvemos parte de las estrellas y las estrellas se convierten en otra cosa, en algún momento.

Midnight Mass (2021). Episodio 4. Libro 4: Lamentaciones.

Riley explica su delirio lisérgico-tanático [cosmismo ácido]:

Cuando muero, mi organismo deja de funcionar. Se desactiva. Brusca o gradualmente, mi respiración para, mi corazón deja de latir. Muerte clínica. Un poco después, unos cinco minutos después, mis neuronas agonizan. Pero mientras tanto, en el interín, quizá mi cerebro libere un torrente de DMT. Es la droga psicodélica liberada cuando soñamos. Entonces sueño.

La clave del suicidio de Riley, creo, reside en el rechazo a la metafísica cristiana: no se deja apañar por la promesa de la vida eterna después de la muerte. Por lo menos no la vida eterna del alma. No hay alma. Pero el contrapunto está en la forma de inmortalidad que consigue a través del suicidio: una inmortalidad del cuerpo en forma de compost. Sí, será un cuerpo inmortal con menos procesos en su interior, con una conciencia diferente, pero es un cuerpo inmortal que es parte de otros cuerpos inmortales.

En 2016 leí un libro que me cambió la vida. Se llama Realismo capitalista. Era un texto escrito desde la depresión que produce el sistema productivo que llevamos instalado como un chip en el sistema nervioso, pero no era una depresión inmovilizante. Era un sollozo verborrágico, enojado. Una depresión que quería cambiar algo. Y yo me encontraba en ese sentimiento. Podía verme ahí. Creo que a las personas a las que más les parece inmovilizante la depresión es a quienes no la transitan. Un día me enteré de que no es la norma vivir pensando en matarse. Parece que hay gente que no tiene ese pensamiento intruso diario. Me cuesta creerlo.

Cuando me hice del próximo libro de Mark Fisher que editó Caja Negra, titulado Los fantasmas de mi vida, revisé la solapa con los datos del autor y vi que había muerto el año anterior, en 2017. Se suicidó. Y me dio mucha tristeza. Me tocaba muy de cerca lo que escribía, cómo lo escribía, sobre qué lo escribía. Siempre estuve mal, por no tener un peso, por ser tonta y de familia de clase trabajadora, porque me cuesta comunicarme, me cuesta hablar y me cuesta callarme, porque mis energías siempre fueron succionadas por el registro académico pacato del Castillo de Vampiros. Estaba en un momento muy oscuro y Fisher me hizo agarrarme a algo, a una convicción. Y creo que ponerme mal cuando murió fue lo que me hizo darme cuenta de que no se trataba nada más que de un romanticismo cursi encantado con la posibilidad de existencias más justas. No. El suicidio de Fisher me hizo pensar mucho. Y me hizo enojar. Hay un fenómeno que se llama efecto Werther, que obtiene su nombre por la obra de Goethe en la que el protagonista se suicida, y que inspiró a un montón de románticos a hacer lo mismo. Así pasa no solo con personajes ficcionales, sino con gente famosa, íconos de la cultura, y otras cosas más. La muerte de Fisher fue, en lo personal, un poco lo contrario a un efecto Werther. Me dio ganas de pelear, me hizo entender mejor su obra, en un nivel Real, por fuera de las palabras. Su muerte me hizo caer una ficha, aunque no sepa bien cuál. Me movilizó a entender cosas inentendibles, a comprender que morir es una estrategia de contra-poder.

Los juegos del hambre (2012). Katniss y Peeta se disponen a quitarse la vida para salirse de las lógicas del juego. Como afirma Fisher al analizar el film en K-Punk I: “Este es el paso decisivo de Katniss para transformarse en revolucionaria: al elegir la muerte, ella recupera su vida, o la posibilidad de una vida que ya no vive como esclava-subordinada, sino como un individuo libre”.

En 2016 leí un libro que me cambió la vida. Se llama Realismo capitalista. Era un texto escrito desde la depresión que produce el sistema productivo que llevamos instalado como un chip en el sistema nervioso, pero no era una depresión inmovilizante. Era un sollozo verborrágico, enojado. Una depresión que quería cambiar algo. Y yo me encontraba en ese sentimiento. Podía verme ahí. Creo que a las personas a las que más les parece inmovilizante la depresión es a quienes no la transitan.

Eso es lo que Matt Colquhuon dice sobre Fisher en su libro Egreso: hay fuerzas que iniciaron en él, pero que se expanden más allá. Ese es el impacto de Fisher, su capacidad de juntar a las personas y fomentar movimientos culturales; lo que Robin Mackay llama la función Fisher: una fuerza traída a este mundo por Mark, pero que se desprende de él,

…otro Mark, un Mark separado del hombre que presionaba las teclas: una figura impersonalizada que era capaz de unir movimientos y comunidades a lo largo del ciberespacio, y superar con creces los límites de su existencia biológica.

Hoy vuelvo a estar en una situación emocional muy oscura, pero creo que es una que me supera a mí. Tiene que ver con el ascenso de la derecha, con la inevitable crisis ecosistémica, con la poca esperanza en el futuro, con la hiperviolencia diaria. Y tal vez suena muy abstracto esto que estoy diciendo, muy poco pensado o fundamentado, pero es que estoy escribiendo desde las tripas, no con la cabeza. Estoy escribiendo mientras me convierto en compost. Esta oscuridad tiene que ver con una desesperación política que  diferencia bien Franco “Bifo” Berardi de la depresión en tanto ruptura del cuerpo como eslabón social, en tanto imposibilidad de tocar el cuerpo de otra persona sin violencia. Es que con todo eso tiene que ver la depresión y cierta pulsión suicida que tengo. La depresión es una cuestión no solo de química cerebral. Es una cuestión de neuroplasticidad, es una cuestión de estímulos sensoriales, es una cuestión de sociabilidad mercantilizada, es una cuestión política, es una cuestión de clase (aunque el Castillo de los Vampiros no quiera que te enfoques en eso), es una cuestión de corrección política inmovilizante y de fascismo movilizado, es una cuestión de género, es una cuestión de raza, es una cuestión de con quién tenés sexo, es una cuestión de tiempo (agregue aquí su variable).

En su texto “Sobre la muerte del camarada Mark Fisher”, Bifo dice que Fisher tomó la decisión de saltar hacia la dimensión de la nada. No sé si es tan así. Creo que ahí donde parece que no hay nada, hay algo. Hay una exterioridad, un egreso hacia el Afuera del duelo, del encuentro con lo traumático que solamente puede ser afrontado de manera colectiva. Y es algo que va más allá de sus estudiantes, de sus colegas, de sus familiares y sus amigues: porque no solamente se suicidó Mark Fisher; se suicidó K-punk, una agencia, una fuerza, un títere de carne, un asteroide, un llamado a la acción que todavía no podemos descifrar, un grito mudo lanzado desde el espacio profundo. El horror cósmico del suicidio nos empuja a elegir un salto al vacío. O la normalización de la crisis psicológica, o la impotencia agotadora de la indignación crónica. Pero Colquhoun se pregunta: ¿y si hubiera una alternativa?

Creo que ahí donde parece que no hay nada, hay algo. Hay una exterioridad, un egreso hacia el Afuera del duelo, del encuentro con lo traumático que solamente puede ser afrontado de manera colectiva. Y es algo que va más allá de sus estudiantes, de sus colegas, de sus familiares y sus amigues: porque no solamente se suicidó Mark Fisher; se suicidó K-punk, una agencia, una fuerza, un títere de carne, un asteroide, un llamado a la acción que todavía no podemos descifrar, un grito mudo lanzado desde el espacio profundo.

Últimamente estuve leyendo textos sobre la muerte. Hace poco, más que nada, Egreso y Cosmismo ruso. El último es sobre una serie de autores de fines del siglo XIX y principios del siglo XX que proponían, entre otras cosas, ir un paso más allá del comunismo: ya no es suficiente la redistribución de la riqueza material; hace falta una redistribución equitativa e ilimitada de las fuerzas vitales. El cosmismo se planteaba, en definitiva, una hazaña biopolítica: la gestión de la vida y de la muerte, el dominio del tiempo en tanto traspaso del asunto de la inmortalidad de las manos de Dios (inmortalidad del alma) a las manos de la sociedad (inmortalidad del cuerpo).

La inmortalidad individual no es dada, debe ser conquistada, realizada, creada. No es recuperar lo perdido, como dice la Biblia, sino la creación de algo que aún no ha existido. No una recuperación, sino una creación.

Pero para repensar el cosmismo en términos fisherianos sería necesario un corrimiento de la integridad individual que lo motorizaba, una desubjetivación que nos permita elaborar, siguiendo a Colquhoun, la hazaña biopolítica de la función Fisher: re-imaginar el asteroide de la salud mental.

El asteroide de la salud mental es también una externalización del impulso de muerte, pero tan alejada de la vida humana que sólo exacerba su naturaleza impensable: la noumenalización de lo inevitable.

Lo que nos retrotrae, otra vez, al canon fisheriano que vincula capitalismo y depresión: ¿No hay alternativa? Entre la pulsión de muerte y el “indestructible instinto de inmortalidad”, la perennidad desplegada por la función Fisher ya no estaría así ni en el alma ni en el cuerpo del individuo, sino en las fuerzas tanáticas que unen a una comunidad: Mark composta nuestra rabia.

En mi cabeza, el suicidio de Fisher no fue solamente una forma de franquear el extenso dominio del poder, la crisis psicológica planetaria; también fue un acto cosmista porque con su muerte se dio a pequeña escala una creación de fuerzas vitales, un motor que también puede llevar a la muerte. El suicidio de Fisher fue como el suicidio de Riley Flynn en Midnight Mass: me hizo entender lo incomprensible, me inyectó de una vitalidad virulenta, de ganas de hacer o ganas de romper. Pelear con la voz vampírica en mí cabeza. Morir para ser inmortal.

Mnemo

Historiadora del arte (Facultad de Artes, Universidad Nacional de La Plata). Especuladora en todo menos en las finanzas. (Ex)bloguera. Fanática del Club Atlético Hedonia Depresiva.