sueño

El abordaje de lo xeno-arqueológico debe ser a partir de la sombra porque en la parte más oscura de una sombra crece todo lo que no puede ser nombrado; en la parte más oscura de una sombra, el cuerpo y el aire que lo rodea se vuelven indistinguibles.

El último bastión de la humanidad, allá por el año 0, no podrá hacer una historia que dé sentido al tiempo como materia. Una miríada de volcanes hará erupción; de sus cráteres humeantes no brotará magma sino sombra, una sombra que cubrirá a cronistas y cuentistas por igual antes de que puedan conciliar memoria e imaginación, pasado y futuro, como se decía erróneamente en otro tiempo. En sus últimos momentos añorarán el principio del siglo XXI; el siglo del sueño.

El sueño es el lugar del tiempo porque en el sueño se conjugan memoria e imaginación en un estado único en el que no hay más allá ni más acá porque es el tiempo en el que Ahora y Otrora se encuentran. “¿No te parece que los sueños e internet son similares?”, le pregunta Paprika a un soñador atormentado que para contactarla se adentra en una página web como si fuera un espacio más, pero en un tiempo otro. Los sueños a los que se refiere son como una continua materia plástica en la que el sueño es todo y viceversa; las personas sueñan su propia desubjetivación; se es un personaje y un decorado en el teatro morfeico. Paprika es al mismo tiempo un sueño y una película torrenteada; es un rostro del paisaje más bizarro que pueda soñarse. El tiempo es al mismo tiempo algo común y algo raro. Ahora (este tiempo) y Otrora (otro tiempo) siempre se encuentran, por eso el Ahora es un sueño, un tiempo en el que memoria e imaginación existen juntas. La sombra es donde el Otrora se cuela en el Ahora: encuentro cercano del cuarto tipo.