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En una de sus 120 Historias del Cine (Caja Negra, 2010) el director alemán Alexander Kluge retoma las reflexiones de Felix Eberty, quien en 1846 planteaba en su libro Los Astros y la Historia Universal que un rayo de luz que hubiera partido de la tierra en el año 30d.C. todavía seguiría viajando en el espacio, conteniendo información visual del mundo del cual partió. Si las estrellas que vemos en el cielo transportan luz de millones de años atrás, ellas podrían entonces revelar secretos de sus remotos tiempos y lugares de procedencia.
Los planteos de Eberty ponen de manifiesto una cadena universal de emisión de luz que estaría desarrollándose en todo el tiempo y lugar, a la que Kluge considera una suerte de “cine cósmico”. Claro que por aquel entonces, Eberty no la denominó de esa manera, en principio, porque el cine todavía no existía. Pero hacia 1923, cuando el cinematógrafo ya funcionaba, nada menos que Albert Einstein fue quien se encargó de escribir el prólogo para la reedición de su libro. Poco tiempo después, en marzo de 1925, Einstein visitó por única vez la Argentina. Ante la magnitud de estos eventos, algunas preguntas aparecen solas: ¿por dónde andarán viajando en estos momentos los rayos de luz que transportan la información visual de aquella visita porteña del ilustre físico alemán? ¿Y quienes estarán en condiciones de verlos?
Difícil dar respuesta a estas cuestiones. En cualquier caso si, como sugiere Kluge, el Cosmos puede ser pensado como cine, se hace imposible eludir otro interrogante: ¿y cómo sería la banda de sonido de este cine?
Por supuesto, la respuesta excede por lejos las posibilidades de un artículo tan breve, aunque seguramente sobrepase también las de cualquier posible texto. De todos modos, si bien el sonido en la forma en que acá lo conocemos no puede propagarse como tal en el vacío, en el espacio hay cantidad de ondas —en su mayoría electromagnéticas— moviéndose y llenando todo el espectro cósmico. Siguiendo el razonamiento de Kluge, todo esto nos permite pensar en una banda de sonido exponencial que, independientemente de si podemos o no percibirla, tendría una influencia constante sobre todos nosotros. Con este marco como referencia y a modo de posible respuesta provisoria, proponemos entonces, una selección de sonidos proveniente de distintos puntos del espacio. Si en este mismo instante hay infinidad de ondas viajando por la galaxia, no es tan descabellado pensar que algunas de ellas esperen ser escuchadas. Sólo queda entonces escuchar lo que el Cosmos nos permita: como toda buena banda de sonido, esta música puede disfrutarse hayamos visto o no la película.
Te invitamos a un viaje por el cosmos como banda de sonido. Al final la entrada, vas a poder descargar el primer capítulo de 120 historias del cine, de Alexander Kluge.