FANTASMÁTICA DEL CUERPO

CARTAS 1964-1974

LYGIA CLARK Y HÉLIO OITICICA



COLECCIÓN: SYNESTHESIA ARTE
COMPILACIÓN: LUCIANO FIGUEIREDO
PRÓLOGO: GONZALO AGUILAR
TRADUCCIÓN Y NOTAS: PATRICIO ORELLANA
ISBN: 978-987-8272-02-3
PÁGINAS: 244
AÑO: 2023

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$17,500

Las cartas intercambiadas por Lygia Clark y Hélio Oiticica entre 1964 y 1974 trazan un retrato cálido de la amistad de dos artistas brasileños claves de la estética de neovanguardia del siglo XX. “Una carta es siempre un pedazo de la persona”, dice Lygia en un pasaje que registra la alegría que emana del epistolario así como las obsesiones que atraviesan las obras de quienes lo escriben: el cuerpo –o su fantasmática, es decir, las percepciones sensoriales que lo desarman en “pedazos”– y lo que pasa entre las personas cuando median entre ellas objetos artísticos.

Clark y Oiticica extremaron las investigaciones sobre la percepción y el “no objeto” del neoconcretismo de Brasil y, en su afán por volverlo participativo, abrieron el arte y lo pusieron en diálogo con el crisol de prácticas culturales que ocurrían a su alrededor: el under y la cultura rock, la experimentación con drogas y el psicoanálisis, el carnaval y la militancia radicalizada. Por eso, además de las esperables menciones a los artistas visuales y críticos más resonantes de la época, en estas cartas aparecen personalidades de la música popular como Caetano Veloso, Gilberto Gil y Gal Costa, pero también John Lennon, Yoko Ono y Frank Sinatra; figuras del cine experimental estadounidense como Jack Smith y de la nouvelle vague como Jean Pierre Léaud; y algunos protagonistas de la contracultura brasileña como Wally Salomão, Glauber Rocha y Suely Rolnik.

En estos envíos, los amigos tejen una crónica aguda y en tiempo real de acontecimientos políticos y culturales decisivos, desde la emoción del estallido tropicalista hasta la indignación y las tácticas de supervivencia tras el recrudecimiento de la dictadura brasileña, desde el asesinato del Che Guevara en Bolivia hasta la explosión de la cultura rock con el Festival de Woodstock. Pero probablemente el legado más deslumbrante de estos intercambios sea el estado de invención permanente de las vidas de Lygia y Hélio, el delirio nómade y programado al que consagraron su obra y su cotidianeidad.

Nacida como Lygia Pimentel Lins (Brasil, 1920), fue una de las artistas cofundadoras del movimiento del neoconcreto. Conocida por sus instalaciones, pinturas y esculturas, se interesó por la relación entre el ser humano y el arte a nivel conceptual y sensorial. En 1947 comenzó sus estudios artísticos con Roberto Burle Marx y Zélia Salgado, y en 1950 se trasladó a París donde estudió pintura con Isaac Dobrinsky, Árpád Szenes y Fernand Léger. En 1952 realizó su primera exposición en el Institut Endoplastic. De regreso en Río de Janeiro, fue cofundadora del Grupo Fuerte (1953), liderado por Ivan Serpa e integrado por Hélio Oiticica y Lygia Pape, entre otros. En 1957 participó de la primera Exposición Nacional de Arte Concreto en Río de Janeiro. Junto a Hélio Oiticica fue cofundadora del movimiento neoconcreto, que a través de la manipulación de objetos móviles, le otorgaba un rol fundamental a la participación del espectador. En la década del sesenta se exilió en París donde dio clases en el Instituto Nacional de Sordos y su obra tomó un giro hacia las experiencias multisensoriales, de carácter más conceptual y con una dimensión más social y participativa. Su obra forma parte de distintas colecciones en todo el mundo, como el MoMa (Nueva York), el Tate Modern (Londres) y el MAM (Río de Janeiro).

Pintor, escultor, artista performático, Hélio Oiticica nació en Río de Janeiro en 1937, sin embargo entre los años 1947 y 1949 vivió junto a su familia en Washington DC. En 1950 regresaron a Brasil y allí comenzó los cursos en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro bajo la tutela de Ivan Serpa, en 1955 se unió al Grupo Frente y luego cofundó el movimiento neoconcreto junto a Lygia Clark. Sus trabajos de la década del cincuenta se encuentran influenciados por otros artistas concretos de la época, pero pronto se destacaría su estilo de colores cálidos y brillantes que acompañarían su obra y serían inspiración para el tropicalismo. El movimiento, que terminó de tomar forma hacia fines de la década del sesenta, destacaba la música y el arte de la cultura brasileña, y funcionaba como protesta contra la opresión militar. En 1970 se mudó a Nueva York gracias a una beca que le otorgó la Fundación Guggenheim; su visión era llevar Río de Janeiro a Manhattan, pero el proyecto no tuvo éxito. Tomó clases en la Universidad de Nueva York y allí experimentó con la realización de cine.