Carta al pueblo

9 octubre, 2025

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(Carta enviada por mail y Whatsapp a familia, amigxs, colegas.)

Buenos Aires, 11 de octubre de 2023.

 

Querido pueblo:

El antisemitismo es inmenso, desde siempre, lo sentimos, lo percibimos, lo sabemos. Eso, en vez de ser una justificación para hacer cualquier cosa (“igual nos van a odiar”), podría invitarnos a ser más atentxs, más cuidadosxs, más éticxs con las demás personas y los demás pueblos, a buscar una forma de hacer y rehacer vida sin repetir las prácticas de estigmatización y muerte sistemática que sufrieron nuestros abuelos, y bisabuelos, y tatarabuelos.

Cada pueblo tiene que inventar una justicia acorde a su propia historia. Si tenemos tatuados los campos de exterminio en el brazo, no podemos propiciar que millones de personas vivan en campos de refugiados hace décadas. Si somos chivo expiatorio hace miles de años, desarmemos nuestros privilegios y pongámonos en el lugar de quienes están siendo oprimidxs, marcadxs como inferiores, animales, enemigxs públicxs.

Cada pueblo tiene que inventar una justicia acorde a su cultura, a su memoria. ¿No éramos el “pueblo del libro”? ¿Ahora somos el pueblo del dron? ¿El pueblo de los colonos ortodoxos profanando templos musulmanes? ¿El que marca ciudadanos de segunda como política de Estado? ¿El que complace a las potencias mundiales a cambio de protección? ¿El pueblo de las tecnologías de control que desactivan cualquier esperanza de transformación social? No podemos construir una casa sobre el destierro y el despojo de otro pueblo; no podemos hacer un refugio sobre la humillación y el ninguneo de otro pueblo; no podemos hacer una rave al lado del campo de refugiados más grande del mundo; no podemos celebrar el Día de la Independencia sin hacernos cargo de la Nakba; no podemos ser cómplices silenciosos de que Israel le corte el suministro de agua, comida y electricidad a dos millones de personas que están siendo bombardeadas; no podemos negar que el Estado de Israel, que se legitima por ser la casa nacional de nuestro pueblo, hace setenta y cinco años le hace la vida cotidiana imposible a millones de palestinxs, y cada año asesina a miles de personas cuyas vidas, como las nuestras, están hechas de un montón de relaciones y de gente. Esas prácticas concretas generan un odio nuevo, no es el antisemitismo atávico, no es natural ni misterioso, es un odio del que estas prácticas son responsables, es un odio que tiene una razón de ser y que no parará de crecer. 

Cada pueblo tiene que inventar una justicia acorde a su propia historia. Si tenemos tatuados los campos de exterminio en el brazo, no podemos propiciar que millones de personas vivan en campos de refugiados hace décadas.

Hace cuatro días unos integrantes de Hamas asesinaron a mi prima, a su esposo y a sus dos hijas de siete y tres años de una forma atroz, que revela un ensañamiento, una crueldad y un deseo de venganza que jamás sentí tan cerca de mi carne. Me despierto llorando cuatro vecespor noche, no me puedo sacar sus cuerpos masacrados de la cabeza. Se me retuerce el estómago pensando en mi tía, en mis primas, en esas dos niñas muriendo asfixiadas en una habitación de su casa, con el cuerpo de su madre encima. Mi prima… una persona tan sensible, tan lúcida, tan cariñosa. En familia bailamos, tomamos cerveza, hablamos de las diferencias entre el proyecto de dos Estados y de un Estado plurinacional, cantamos, puteamos a Netanyahu. Qué dolor, qué espanto. 

Hamas es una organización muy lejana a mis ideales de emancipación política y autodeterminación de los pueblos. Sus creencias son fundamentalistas y sus dinámicas internas profundamente autoritarias. Me horroriza la masacre indiscriminada de civiles que hicieron. Pero hablar de “no violencia” o pensar que es posible una insurrección pacífica cuando un pueblo lleva viviendo hace tres generaciones en campos de refugiados y bajo un sistema de apartheid que se vuelve cada vez más brutal, es hipócrita, cínico y negador. La violencia es un instrumento indispensable para todo pueblo oprimido. Sin embargo, cualquier proyecto que se considere político tiene que moldear esa violencia a través de límites propiciados por una ética, que es lo que hace que ese uso de la violencia sea parte de un horizonte de liberación y no mera perpetración del terror. Igual, toda victimización, idealización, romantización y condena inmediata son formas de subestimar la especificidad de las luchas de resistencia que alejan la pregunta y la autocrítica incómoda. Igual, los liderazgos fundamentalistas palestinos fueron arengados por la persecución y la aniquilación, por parte de los servicios de inteligencia israelíes, de todo liderazgo laico, de izquierda o “moderado” desplegado por el pueblo palestino desde los años sesenta.

Desde este dolor, desde este duelo, y desde el miedo que me da que el horror crezca, reivindico mi judaísmo, latinoamericano y antisionista. Hasta acá llegué. ¿Está bueno que haya un Estado para lxs judíxs? Puede ser, pero así no. Colonialismo, genocidio, limpiezas étnicas, despojo de territorios, refugiados eternos, ¿cuánta opresión se puede tolerar en nombre de la propia libertad? ¿Cuántas muertes en Gaza vale una rave en Tel Aviv? ¿Cuántos presos en Cisjordania vale que yo pueda ir a vivir a Israel si me pasa algo? ¿Estamos dispuestxs a asumir en el cuerpo el daño que estamos generando a cambio de nuestra supuesta preservación?

Colonialismo, genocidio, limpiezas étnicas, despojo de territorios, refugiados eternos, ¿cuánta opresión se puede tolerar en nombre de la propia libertad? ¿Cuántas muertes en Gaza vale una rave en Tel Aviv? ¿Estamos dispuestxs a asumir en el cuerpo el daño que estamos generando a cambio de nuestra supuesta preservación?

Cada vez es más difícil reconocer las violencias estructurales, y mucho más difícil imaginar alternativas. Nos la pasamos condenando, replicando y respondiendo a las violencias disruptivas y no logramos llegar a la violencia estructural. Para reivindicar a mi prima y su vida, y para construir justicia por su muerte y la de miles de israelíes asesinadxs estos días, tengo que reivindicar la vida de lxs palestinxs que fueron despojadxs y que están siendo oprimidxs y asesinadxs y construir justicia por ellxs también. Si no, no es justicia. Tzedek tzedek tirdof, me decían de chiquito en mi casa, Justicia, justicia perseguirás. Y la justicia es transversal, es para todxs, como el agua, como el aire, como el sol. Cualquier justicia que se precie de tal tiene que ser imparcial, producir igualdad y ponerle límites a la violencia estructural. Justicia parcial son las Leyes de Núremberg, la obligación de llevar la estrella amarilla, la racialidad de los reyes de la Inquisición que nos expulsaron de España y salieron a saquear América, probando mecanismos de limpieza étnica que luego los nazis repitieron con nosotrxs y hoy nosotrxs repetimos.

Pero, ¿qué es este “nosotrxs”? ¿Qué es este “nosotrxs”? Pueblo judío y Estado de Israel no son lo mismo. Israelíes y Estado de Israel tampoco son lo mismo. No sé, si Israel hoy le corta el suministro de agua, comida y electricidad a dos millones de personas, una parte de mí se siente responsable, no puedo creer que me siento responsable. Un poco porque se hace en nombre de mi pueblo, un poco porque ese país fue un sueño de mis abuelos, y es un sueño que entiendo. Pero también porque la fusión entre judaísmo y Estado de Israel fue y es una de las estrategias claves del sionismo para legitimar su existencia y sostenerla en el tiempo. Doble movimiento. Por un lado, que todxs lxs judíos del mundo sintamos que Israel nos cuida y que tenemos que defenderlo: es la respuesta que “dio la historia” al trauma del holocausto. Y por el otro, que cualquier crítica al accionar de Israel se narre como odio a todo un pueblo y no como interpelación a un Estado, que cualquier crítica específica y fundamentada parezca un odio borroso e irracional. Cualquier crítica a Israel es marcada como antisemita porque todxs naturalizamos la unión inquebrantable entre judaísmo y sionismo.

La manipulación está a la vista: el sionismo es una ideología política creada por unos hombres ashkenazi, hijos y padres de la modernidad europea hace ciento cincuenta años, y el judaísmo es un pueblo milenario hecho de un montón de tribus y de personas y de territorios y de movimientos.

Los judíos que critiquemos a Israel seremos traidores, en nuestras familias y en otros lugares. Pero solo por un tiempo. Hasta que muchxs otrxs se den cuenta de que Israel va en contra de todos los valores que el judaísmo dice transmitir de generación en generación. Valores, valores, valores… ¿qué valores? ¡Traicionemos! ¡Amigxs, hermanxs, traicionemos! Traicionemos al supremacismo, traicionemos a la lógica binaria de la guerra y el nacionalismo, traicionemos a quienes quieren usar nuestra memoria y nuestros traumas colectivos para justificar un genocidio, volvamos a unirnos a lxs desescribidxs de la historia.

¡Traicionemos! ¡Amigxs, hermanxs, traicionemos! Traicionemos al supremacismo, traicionemos a la lógica binaria de la guerra y el nacionalismo, traicionemos a quienes quieren usar nuestra memoria y nuestros traumas colectivos para justificar un genocidio, volvamos a unirnos a lxs desescribidxs de la historia.

Si queremos justicia hagamos autocrítica colectiva. No servirá que nos sigamos poniendo siempre en el lugar de víctimas. Y no servirá seguir con el relato de la omnipotencia y la soberbia del pueblo elegido y la minoría VIP: hace cuatro días una milicia ninguneada agujereó un país reconocido como una de las mayores potencias bélicas del mundo, un país que nunca estuvo tan fragmentado por dentro, que está en una crisis existencial, una crisis de su razón de ser. “¡La tierra sin pueblo para el pueblo sin tierra!”, celebraban los que ansiaban su Tierra Prometida. Error. Por crueldad y/o por negligencia y/o por soberbia y/o por negación y/o por miopía política. Por lo que sea pero error. Y por una clara subestimación del lazo que une al pueblo palestino con ese territorio.

“Muy complejo el conflicto”, “queremos la paz para los dos lados”, dicen desde que tengo memoria la mayoría de lxs judíxs que conozco. Lo mismo escucho en la casa de mis padres cuando nos juntamos a prender una vela por mi prima y su familia: “Queremos la paz para los dos lados”. ¿Leyeron alguna vez a unx palestinx? No. ¿Escucharon alguna vez a unx palestinx? No. ¿Están leyendo noticias desde Gaza en árabe subtitulado? No. ¿Entonces de qué dos lados estamos hablando? Sin escucha el otro no existe.

El sionismo demostró ser antipalestino. Y somos muchas las personas pro judías y pro palestinas, que creemos en la autonomía, en la autodeterminación de los pueblos y en la defensa comunitaria de los territorios. Somos muchas las personas de diferentes pueblos que reconocemos otras formas de estar en el mundo y queremos aprender de ellas; que tenemos prácticas y sueños políticos emancipatorios; que queremos que las personas puedan vivir en un territorio afín a sus necesidades y su historia; que queremos prestar atención a lo que no entra en los binarismos, y así inventar formas de justicia comunes y heterogéneas que confronten al fundamentalismo, el autoritarismo, la especulación y la crueldad que están destruyendo la vida y los territorios.

—Dani Zelko

 

Esta carta está incluida en el libro Oreja Madre  (Caja Negra, 2025)

 

Dani Zelko nació en Buenos Aires en 1990. Es artista, poeta, editor y músico. Su obra está hecha de palabras y personas. A través de distintos procedimientos y de viajes a diversos territorios, genera publicaciones y encuentros que accionan disputas políticas, prácticas de escucha y experimentos con el lenguaje. Desde 2015 lleva a cabo su obra Reunión, con la que publicó más de diez libros que fueron traducidos a varias lenguas. Dicta clases y talleres de arte y escritura en instituciones de distintas partes del mundo. Publicó también los libros de poemas Y las fuerzas del desordenSelección sudamericana por la muerte y Post-natural. Su trabajo puede conocerse en ReunionReunion.com